6 de enero de 2011

FRONTERAS EN MOVIMIENTO

Damos por sentada la configuración de las fronteras entre países. Pero ellas cambian con más frecuencia de lo que creemos. Basta ver que del derrumbe de la Unión Soviética surgieron nuevas repúblicas que tenían una existencia previa pero que habían sido sojuzgadas por el imperio ruso o el soviético. La antigua Yugoslavia también se desintegró.  Checoslovaquia dejó de existir para dividirse en dos.

He leído recientemente a varios autores que tienen la preocupación de que los límites entre México y Estados Unidos cambien. Los autores americanos (Huntington y Friedman) describen escenarios en donde los  Estados Unidos perderían territorios que antes fueron de México y que regresarían a nuestro país. El mexicano Juan Enríquez en su libro publicado en Estados Unidos,  “Los Estados Desunidos de América” (No he visto traducción al español), describe la posibilidad de que México se divida  en cuatro países: los estados del  norte, excepto Tamaulipas, con tendencia a integrarse a los Estados Unidos; el centro dominado como siempre por la Ciudad de México junto con sus estados circunvecinos; la península de Yucatán que ha tenido a través de la historia tendencias secesionistas; el territorio indígena representado por los estados del sur y sureste. Varios estados del centro–norte de México, entre ellos Aguascalientes, que tendrían que decidir a cual de estos Méxicos se unen.

De acuerdo con estos autores,  aquellas fronteras que pensamos inamovibles  se tornan cambiantes en el transcurso de los siglos. Aquellas regiones que damos por hecho que son parte integral de México,  podrían tener incentivos para separarse;  ya sea para formar repúblicas independientes o para anexarse a algún otro país. Dicen que en un horizonte de 100 años todo es posible. Cuando las fuerzas centrífugas están allí, los países se dividen: así en México el norte cada vez está más desarrollado y unido a Estados Unidos;  el sur cada vez más atrasado y unido a Centro América;  El centro de México sobre poblado, padeciendo falta de infraestructura y sin recursos naturales, especialmente agua; la península de Yucatán cada vez más próspera y con visiones divergentes de los gobernantes del centro.

Esta historia ya sucedió. A principios del siglo XIX el desmembramiento del Imperio Mexicano ocurrió por causas parecidas. Posteriormente Texas se separó de México al permitirse la llegada indiscriminada de colonos americanos a territorios despoblados. Menciona Enríquez en su libro que un nuevo proceso de colonización por americanos se está dando silenciosamente en la península de Baja California.  La historia podría repetirse.

El sur es una incógnita. Si los países Centroamericanos hubieran decidido mantenerse como parte de México al desmoronarse el Imperio de Iturbide es posible que sus economías estuvieran mucho mas desarrolladas. Hoy en día que la pobreza,  la crisis económica y política prevalecen en la mayoría de ellos, podría revertirse aquella escisión.  A lo mejor a los Estados Unidos, por razones de seguridad nacional,  les pudiera interesar favorecer una unión de México con esos países hermanos.

¿Qué hay de Belice?  Los ingleses llegaron a establecerse allí y colonizar el área casi al mismo tiempo que los españoles se establecieron en esa zona. Hubo luchas entre españoles e ingleses que se disputaron el territorio e incluso los ingleses llegaron tan lejos como Campeche. Pero Belice nunca fue territorio español, ni mexicano, ni guatemalteco como pretenden nuestros vecinos del sur. ¿Le convendría a Belice anexarse a México y compartir el gran desarrollo turístico de la Riviera Maya? Posiblemente sí. ¿Le convendría a México? No lo sé. Belice tiene una población de alrededor de 600,000 habitantes menor aún que  los que habitan nuestra ciudad. Tiene un alto grado de marginación y pobreza. Costaría mucho desarrollarlo. A cambio habría nuevos territorios y recursos aprovechables.

Todos estos escenarios podrán parecer descabellados, especialmente si consideramos que nuestras fronteras han permanecido más o menos estables desde la guerra de 1847. Queda pendiente definir algunos límites territoriales en la zona  del Golfo de México donde abunda el petróleo pero la última corrección importante a las fronteras se dio cuando  el Chamizal regresó a México en los años sesentas del siglo pasado.

El Tratado de Libre Comercio para América del Norte no tiene un componente de unificación política o un componente de intercambio laboral. Es puramente comercial. Pero así se inició la Unión Europea y nuestras fronteras pueden cambiar: hacia el norte para que México se integre con Estados Unidos y Canadá; hacia el sur para que se integre con Belice y Centro América. Probablemente al combinar  poblaciones, recursos y economías podrían ser todos nuestros países más prósperos y eliminar los problemas de la disparidad del desarrollo y los flujos migratorios indeseados. Pero también podría ocurrir, como plantea Enríquez en su libro,  que México se divida en cuatro países independientes en donde a algunos les podría ir mejor y a otros no.

El futuro no surge por generación espontánea. Surge de la voluntad de las personas que lo impulsan en determinada dirección.  Es tiempo de decir hacia donde queremos mover nuestras fronteras.

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