25 de junio de 2023

PUEDE SER XÓCHITL

 

 

Por: Octavio Díaz García de León

     Los precandidatos a la presidencia por parte de Morena están en plena campaña desde hace muchos meses, mientras la oposición sigue sin tener a un candidato viable. Han surgido algunas propuestas provenientes de las burocracias partidistas, pero son candidaturas que no encantan a nadie.

    Sin embargo, un nuevo entusiasmo ha surgido desde que Xóchitl Gálvez fue a tocar las puertas de Palacio Nacional y ante la negativa de abrirlas, a pesar de existir un mandato judicial, se vio que ella podría ser quien, con su persistencia y valentía, pudiera sacar a Morena de Palacio Nacional.

   ¿Tiene Xóchitl posibilidades de ganar la presidencia? Probablemente sí. Considerando que los precandidatos de Morena no tienen el carisma ni el arrastre que el presidente López Obrador, estos se pueden desdibujar en una campaña competida.

   Los dos precandidatos de Morena más destacados, ambos descendientes de inmigrantes, Ebrard y Sheinbaum no son candidatos atractivos. De no ser por la aplanadora que impulsa a Sheinbaum desde Palacio Nacional junto con los enormes recursos desviados de la Ciudad de México y, en el caso de Ebrard, por sus propios medios económicos, que no son pocos por lo visto,  por sí mismos tendrían pocas posibilidades de triunfar en la contienda presidencial.

   Ebrard proviene del PRI y militó en diferentes partidos;  apenas recientemente se unió a Morena. Prefirió ceder sus logros políticos al ahora presidente y eso le costó, por poco, quedar fuera del gabinete de López Obrador. Una decisión de última hora lo colocó en una secretaría que fue una congeladora para sus aspiraciones presidenciales. Es un buen tecnócrata y en ocasiones buen político, pero no tiene arrastre con la gente.

    Sheinbaum, también tecnócrata y que se ha hecho al amparo de López Obrador pues no tiene brillo propio, proviene de una izquierda hoy difunta. No sabemos cuál es su ideología o proyecto, pues, a través de su discurso sicofante solo adula al presidente.  Sin carisma alguno, no conecta con las masas, a pesar de todos los recursos que le han metido a su candidatura. Creo que López Obrador ya decidió que sea Sheinbaum su candidata, así que Morena solo servirá para ratificar esa decisión.   

    En cuanto a las alternativas de la oposición, hay una larga fila de aspirantes, pero con pocas posibilidades. Del PRI no se ven prospectos viables y menos ahora con la implosión de su más importante reducto: el Estado de México.  De La Madrid,  colgado de un apellido que ya no dice mucho, tampoco trae un discurso que conecte con las masas. Beatriz Paredes,  ya tuvo mejores tiempos en la burocracia priista.  Alejandro Moreno, salpicado de corrupción por su gestión en Campeche y con dudas sobre sus lealtades, no se ve viable.

    Del PAN, que ha perdido su mística y su compromiso con sus principios,  manejado de una manera caciquil por una cúpula que solo ve por sus intereses, surge un Santiago Creel que no conecta con el pueblo y debería entender que ya pasó su oportunidad hace tiempo, o una vociferante Lilly Téllez que su única bandera es hablar mal del presidente López Obrador.

    El PAN podría proponer un par de gobernadores que han hecho un buen papel, tales como Mauricio Kuri en Querétaro y Mauricio Vila en Yucatán. Lo malo es que ambos están alejados de los reflectores nacionales y difícilmente podrían ganar una elección presidencial. Por su parte, ni el PRD, ni Movimiento Ciudadano se ven con posibilidades de tener un candidato competitivo. Ni hablar de los partidos satélites de Morena que solo se manejan como negocio: el PVEM y el PT.

    Por todo lo anterior,  la figura de Xóchitl Gálvez para encabezar a la oposición es muy atractiva. Especialmente porque no milita en ningún partido y sería una excelente candidata ciudadana.  La hoy senadora ha defendido las mejores causas desde el Senado, ha mantenido una disputa valiente contra el presidente y tiene carisma porque se sabe comunicar en el mismo lenguaje del pueblo, del cual proviene.

    Xóchitl es una persona que surgió desde los niveles más humildes y desventajosos y que a base de gran esfuerzo supo destacar como universitaria, empresaria,   funcionaria pública y política.  En toda su trayectoria no hay actos de corrupción que se le atribuyan y ha mostrado una gran labor en favor de los más desfavorecidos tanto desde el ámbito privado, con su propio dinero,  como desde el público.

   Xóchitl puede ser una candidata presidencial multifacética que podría convencer a las clientelas de Morena, a la clase media y a los empresarios.  Si los partidos de oposición de verdad quieren ganar la elección presidencial, bien harían en considerar a Xóchitl como la candidata que pueda vencer al oficialismo. México está esperanzado en que el próximo presidente sepa gobernar, no sea corrupto y tenga intención de llevarnos a un desarrollo sostenido en lugar de regresarnos al pasado y esa candidata puede ser Xóchitl Gálvez.  

 

12 de junio de 2023

EL PODER DE LA PALABRA

 


                                                                         Por: Octavio Díaz García de León

     Los avances en la inteligencia artificial y su capacidad para generar textos han generado temor recientemente. Este miedo  se debe a que el lenguaje no solo sirve para comunicar información, sino que sirve para mover voluntades, despertar pasiones, transformar conciencias y expresar y transmitir emociones. La preocupación de que esta capacidad artificial se use de manera inadecuada es muy válida.  

    En la tradición humanista se ha recogido la idea de que el hombre es el centro del universo, la razón es el centro del hombre y la palabra se encuentra en el centro de la razón. La palabra es un medio especial para manifestar lo que la razón dicta. El cómo se use la razón es otro tema, pues puede usarse con malas intenciones como veremos más adelante.

    Pero lo asombroso es el poder que ejerce la palabra en los seres humanos. La palabra a través de sus diferentes formas y formatos es una de las principales herramientas con que cuentan políticos, sacerdotes de cualquier religión, mercadólogos, abogados, filósofos, literatos, comunicadores, etc.  A través de ella   son capaces de mover a las masas hacia la acción política, legal o religiosa, o bien, para el consumo y el entretenimiento.

    Sería bueno que se usaran los discursos para convencer, mediante el uso de la razón. Pero no ha ocurrido así. Apelar al buen juicio se vuelve un ejercicio inútil, cuando la audiencia a la que van dirigidos acepta sin pensar aquello que les dicen políticos, sacerdotes, mercadólogos e informadores.

    Existe una clase especialmente dañina de políticos, los demagogos, a los cuales Chat GPT, que también se puede usar para bien, describe de la siguiente forma:

 "Explotan las emociones, los prejuicios y los temores de la gente para obtener beneficios personales o políticos. Utilizan estrategias de comunicación que apelan a las emociones y los instintos de las masas en lugar de presentar argumentos racionales basados en evidencias. Suelen utilizar discursos incendiarios, simplificar problemas complejos, demonizar a grupos opositores y prometer soluciones rápidas y sencillas a problemas complejos. Se aprovechan de las frustraciones y descontento de la población en situaciones de crisis, desigualdad o polarización. Su objetivo principal es mantener o aumentar su propio poder y mantenerse en el centro de atención, incluso si eso significa sacrificar el bienestar general o manipular la verdad.”

   Si bien en el siglo XX hubo una importante caterva de demagogos, especialmente dañinos por su carácter genocida como Mussolini, Hitler, Mao, Pol Pot y Castro, en el siglo XXI también ha sido abundante la cosecha de este tipo de políticos.

   Estos personajes son muy eficaces para imponer su voluntad. Son vendedores de ilusiones, donde los datos duros son sustituidos por mentiras, medias verdades e imaginación.

   Los políticos demagogos hacen que la palabra se divorcie de la inteligencia. Dirigen su discurso a una audiencia la cual, por cierto, representa a la gran mayoría de la población,  cuya credulidad, renuncia a la evidencia y al uso de la razón, les permite obtener los votos para perpetuarse en el poder sin importar lo dañinos que resulten sus gobiernos. Lo que prevalece no es la realidad,  sino una entelequia alterna que ellos crean, por ejemplo, a través de “los otros datos”.

   La población pensante se asombra de que un político demagogo atente contra la razón de esa manera. Pero las grandes masas, por el contrario, se fascinan con la palabra que escuchan porque los representa bien: refleja su ignorancia y sus odios; la simplificación les evita el trabajo de pensar por sí mismos; prefieren creer en una realidad alternativa y en lugar de responsabilizarse por su propio destino, eligen ponerse en manos de estos líderes.  

   Los demagogos culpan de los males de la nación a las minorías, tales como a los ricos, las clases medias, los universitarios, los educados, los inmigrantes o simplemente, los diferentes.  Hitler logró manipular en su beneficio a un pueblo educado y culto a base de propaganda, mentiras y su gran demagogia, así como lo han hecho otros líderes contemporáneos tales como Trump, Chávez, Maduro, Morales y tantos otros.

   De esta forma, el poder de la palabra en manos de los demagogos se vuelve un instrumento de dominación que estupidiza a las masas para beneficiarlos, ya que solo buscan perpetuarse en el poder y seguir disfrutando de sus privilegios.

   Lástima que no haya políticos en nuestro continente de la talla de los antiguos griegos o romanos o de algunos contemporáneos como Churchill, Macron o Merkel. Hoy predominan en la región los merolicos que conectan con la gente por su lado más irracional. Para que los pueblos salgan de su subdesarrollo hacen falta líderes de gran talla que apelen a la razón, buscando el bien común, en lugar de perseguir la manipulación de las masas solo para su beneficio personal.