28 de marzo de 2022

TRATANDO CON AUTÓCRATAS

 

Por: Octavio Díaz García de León


     La idea: La invasión de Ucrania por parte de Rusia ha vuelto a plantear la interrogante de cuál es la mejor manera de tratar a los autócratas y dictadores. Si desde una posición de fuerza, enfrentándolos, o bien con una política de apaciguamiento en donde se busque la paz a toda costa sin importar lo que haya que sacrificar. Las lecciones de la historia pueden servir para responder.

   Con el ascenso de los nazis al poder en Alemania en 1934 y ante sus pretensiones territoriales, las otras potencias europeas que podían haber actuado como contrapeso a Hitler, en especial Francia y Reino Unido, prefirieron seguir una política de apaciguamiento en donde optaron por ceder a sus pretensiones antes que enfrentarlo por la fuerza.

   El principal exponente de esta política en Reino Unido fue el Primer Ministro Neville Chamberlain quien, con la intención de apaciguar a Hitler y evitar una Segunda Guerra Mundial estuvo dispuesto a ceder en las demandas territoriales de los nazis. Esta política era popular por lo siguiente:

1.    El trauma de la Primera Guerra Mundial. Con alrededor de 16.5 millones de muertos y una mortandad pavorosa en los campos de batalla, hicieron que fuera una prioridad el evitar los horrores de una segunda guerra mundial.

2.     El pensar que el Tratado de Versalles había impuesto condiciones excesivas a los alemanes hice que hubiera un sentimiento de culpabilidad por la situación en que había quedado Alemania.

3.     La percepción de que el fascismo era una forma conveniente de anticomunismo y que se percibiera al comunismo como una mayor amenaza que el fascismo.

4.     El estado lamentable del rearme de Reino Unido y Francia, lo cual les impidió estar listos para la contienda antes del otoño de 1939.

   No todos en Reino Unido favorecían la política de apaciguamiento. A ella se oponía el partido Laborista y algunos conservadores disidentes tales como Winston Churchill y Anthony Eden. Entre quienes apoyaban la política de apaciguamiento estaban la alta sociedad británica, la realeza, los grandes hombres de negocios, la Cámara de los Lores, la BBC y el periódico The Times.

  Si bien Hitler había dejado expresado con toda claridad cuál era su proyecto de expansión territorial para Alemania en su libro “Mi Lucha” para conquistar lo que llamaba su “espacio vital”, pocas personas fuera de Alemania lo habían leído y una buena parte de estos tampoco le creyeron.

  Hubo una serie de acontecimientos que fueron llevando hasta su punto de quiebre las políticas expansionistas de los nazis, tales como la remilitarización de Renania, la intervención en la guerra civil española, la anexión de Austria en 1938 y la invasión de Checoslovaquia en 1939. Al haber logrado su propósito sin que nadie se le enfrentara, Hitler pensó que podría invadir Polonia impunemente, pero se equivocó y con ello se desató la Segunda Guerra Mundial.   

  Tampoco hay sorpresas con Putin. Ha manifestado desde hace tiempo que ciertos territorios que antes pertenecieron a la URSS son de vital importancia para la seguridad nacional rusa, especialmente debido a que los antiguos países comunistas vecinos se han ido incorporando a la OTAN.

   Ante lo que ocurre en Ucrania la pregunta es si, dada la lección del fracaso de la política de apaciguamiento ante Hitler, los países occidentales, especialmente Estados Unidos, deben utilizar la fuerza para detener a Rusia, ya que las sanciones económicas no la han detenido.   

   Por otra parte, se plantean también diversos cuestionamientos: ¿Tiene razón Rusia de proteger su “espacio vital” en aras de su seguridad nacional e invadir aquellos territorios sobre los que tenga interés para protegerse? ¿fue provocada por el crecimiento de la OTAN y a la que Rusia ve como una amenaza?  ¿se justifica la existencia de la OTAN en un mundo post guerra fría?

   O bien, ¿La amenaza para el resto del mundo la constituye una Rusia gobernada por un autócrata frío y capaz de cualquier cosa con tal de lograr sus objetivos territoriales como antes lo hizo Hitler?

   Rusia no es un país “de izquierda” sino una potencia capitalista tratando de recuperar territorios que alguna vez estuvieron integrados bajo la URSS,  por lo que extraña que gobiernos y personajes de “izquierda” se identifiquen con esta potencia imperial. Quizá la admiración se dé por tratarse Putin de un autócrata y por ello es popular entre sus similares o aspirantes a dictadores.

   Cualesquiera sean las razones de Putin, lo inaceptable es que un país invada a otro. En ese sentido, el tratar con autócratas que usan las armas para invadir a sus vecinos, quizá también requiera responder por los mismos medios. El caso de Rusia es delicado por el arsenal nuclear con el que cuenta, pero es un riesgo que quizá habrá que correr y no dejar defenderse solos a los ucranianos porque la historia nos enseña que las únicas razones que entienden los dictadores es el uso de la fuerza.

14 de marzo de 2022

MÉXICO BÁRBARO

 

Por: Octavio Díaz García de León

Para mi mamá, in memoriam


    La idea: Si bien la violencia que sufre nuestro país no es un fenómeno nuevo, los acontecimientos recientes lo han hecho más alarmante. El Estado mexicano ha fracasado para contenerla y se pone en riesgo la seguridad nacional. Pero también hay un factor de indiferencia en la sociedad que se ha acostumbrado a ella. No debemos permitirlo.

   La violencia en nuestro país se refleja por una parte en las estadísticas de homicidios dolosos que arrojan alrededor de 36,000 muertos al año,  equivalentes a toda la población,  por ejemplo,  de Jiquilpan, Michoacán. Por otra parte, una serie de acontecimientos recientes parecen señalar que la violencia es cada vez peor.  

   Tenemos el caso de las 17 personas fusiladas en San José de Gracia, Michoacán, una desgracia de la que nos enteramos gracias a algún valiente que grabó la escena y la difundió en las redes sociales. Por ello pudimos observar como un grupo de personas alineadas ante una pared fueron fusiladas. Luego, los mismos asesinos se encargaron de no dejar huella y limpiaron el lugar con todo el tiempo que necesitaron. Pero no es el único caso en Michoacán. El asesinato de dos alcaldes en lo que va del año, los enfrentamientos en Parangaricutiro, las minas antipersonales colocadas en brechas, las batallas en Tierra Caliente, etc. Michoacán está en guerra.

   Otro caso lamentable es lo que ocurre en Zacatecas donde han ocurrido hechos como el asesinato de cinco jóvenes universitarios, el asesinato constante de policías, los ejecutados colgados en los puentes y el desplazamiento de 30,000 personas que han tenido que huir de sus pueblos,  ante las amenazas de la delincuencia organizada y ante la impotencia de  las fuerzas del orden que en lugar de combatir y dar seguridad a esas poblaciones, los escoltan para abandonar sus hogares. Zacatecas también está en estado de guerra.

   Un hecho de violencia extrema que también se pudo observar gracias a las redes sociales fue la agresión que sufrieron los aficionados del equipo de futbol Atlas a manos de delincuentes, algunos de ellos aparentemente dedicados al huachicol, con playeras del equipo Querétaro en el estadio de esta ciudad.

  Pero la violencia contra la población también se da de otra manera: por el desabasto de medicinas, la falta de insumos hospitalarios y otras deficiencias en la operación de los servicios de salud pública que han ocasionado miles de muertes. O bien por el pésimo manejo de la pandemia por las autoridades de salud que ocasionaron el fallecimiento de  800,000 personas en nuestro país y que hicieron que millones más quedaran con secuelas de por vida.

   Durante la pandemia se manifestó esa violencia con el viacrucis que padecieron millones de familias que no encontraron tratamiento, ni hospitales, ni médicos y tuvieron que salir desesperados a buscar oxígeno para sus seres queridos. Esta violencia derivó en parte de la inutilidad de las medidas preventivas tales como los semáforos o de medidas absurdas como desalentar el uso de cubrebocas o alentar la convivencia.

   En otros países habría una respuesta de la sociedad mucho más contundente contra este tipo de acontecimientos. Pero no en México. ¿A que se debe este fenómeno? ¿Indiferencia? ¿Impotencia? ¿Resignación? 

   Me recuerda la tragedia del pueblo judío durante la Segunda Guerra Mundial cuando millones de ellos caminaron dócilmente a la muerte engañados por los nazis con mentiras que les hicieron creer que se trataba solo de reubicarlos. Solo en algunos casos, como en la rebelión en el gueto de Varsovia, se vio una lucha contra los designios de los genocidas alemanes. Quizá escapaba a su imaginación que seres humanos pensantes y educados fueran capaces de matarlos a todos.

   ¿Será que algo similar está pasando en nuestro México donde somos indiferentes al grado de violencia que ya existe en determinados territorios del país? ¿Será que estamos hipnotizados ante algo que está ocurriendo ante nuestros ojos y preferimos cerrar los ojos, creer que no pasa nada y dejarnos llevar por quienes nos mienten cotidianamente sobre lo que ocurre?

    Si seguimos el ejemplo del pueblo judío que en Israel se ha convertido en un Estado fuerte y exitoso, a lo mejor podemos tener la esperanza de que algún día los mexicanos no permitiremos más muertes, ni por el mal manejo de la salud pública, ni porque los delincuentes tomen pueblos, cobren piso, secuestren y gobiernen grandes territorios.

  Hace falta llegar al punto de quiebre que venza la indiferencia y que impida seguir viendo como normal los cientos de miles de muertes evitables ocasionadas por una pandemia o las pequeñas guerras que están ocurriendo ante nuestros ojos.  Hace falta para que las autoridades salgan de su incapacidad y actúen también antes de que sea demasiado tarde. No debemos esperar que ese punto de quiebre arribe cuando la muerte llegue a nuestro propio hogar o cuando veamos a los vecinos caer en una refriega.