17 de julio de 2011

¿CASTIGAR O READAPTAR A LOS CRIMINALES?


       En un futuro cercano pero indefinido, cuatro jóvenes pandilleros deambulan por un Londres desaliñado. Se reúnen en un bar que sirve  leche con drogas que los hace más violentos. Por diversión, atacan a un vagabundo; se pelean contra otra pandilla; conducen un auto a gran velocidad que va causando accidentes; entran en una casa, violan a una mujer, golpean a su marido dejándolo paralítico y lo obligan a contemplar la agresión a su mujer;  se pelean entre ellos;  y finalmente  el protagonista  asesina a otra mujer.  Tras esta orgía de violencia, el protagonista va a dar a la cárcel, entregado por sus compañeros de pandilla. El gobierno, cansado de los criminales, desarrolla un programa de lavado de cerebro mediante el cual los malhechores son impedidos de actuar violentamente aunque lo deseen. El protagonista es sometido al programa y por ello lo dejan salir libre reduciendo su condena. Sin embargo al regresar a la vida normal se encuentra que sus padres, a quienes hizo sufrir antes,  ya no lo aceptan en  casa;  conforme va encontrando a las personas que dañó en su etapa de delincuente estas se van vengando. El tratamiento lo ha vuelto incapaz de defenderse de tal forma que una de sus víctimas logra que intente suicidarse  quedando mal herido. Todo esto ocurre en la película Naranja Mecánica del director Stanley Kubrick. Filmada en 1971 y  basada en la novela del mismo nombre de Anthony Burgess. Es una película muy violenta y gráfica para su época, pero sus méritos cinematográficos le han dado un gran reconocimiento en estos 40 años desde su filmación.

       La reflexión que plantea esta película  consiste en determinar hasta qué punto tiene derecho el estado a anular al criminal aplicando la violencia ya sea para destruirlo física o psicológicamente. Creo que el problema de fondo es que la sociedad no sabe qué hacer con los criminales: ¿castigarlos,   readaptarlos o ambas cosas? El estado ya  aplica la fuerza de que dispone en la actualidad al encarcelar a los delincuentes.  Lo que la película  plantea es que resulta   una mala solución para la sociedad el mantenerlos  en las cárceles ya que le cuesta dinero. ¿No sería mejor una especie de lobotomía que los haga inofensivos y que les permita andar libremente por las calles?  Sin embargo, en la película,  el capellán de la cárcel se queja de  este método ya que le quita al criminal la capacidad de escoger entre el  bien y el mal, convirtiéndolo  en una máquina sin posibilidad de elección.  

       En los estados democráticos se aprueban leyes que delimitan la acción del estado respetando las libertades individuales y cuidando el derecho de todos a ser respetados en sus personas y sus propiedades e impidiendo que otros individuos atenten esos  derechos. Ello se logra  a través de las policías y los sistemas de impartición de justicia. Pero la sociedad no ha decidido con claridad si lo que desea es castigar a los criminales o readaptarlos para que se reintegren a la sociedad. Actualmente se privilegia más el aspecto de castigo a través del encarcelamiento.  Antes se permitía  la tortura, pero  se ha ido erradicando  y aún subsiste en algunos países la  pena de muerte.

      Lo que la sociedad requiere es  una reinserción  de los criminales. El castigo no ayuda pues este sólo genera un círculo vicioso de venganzas. La cárcel no disuade a futuros criminales; no readapta, sólo aísla; no mejora a los delincuentes, los envilece; no los rescata sino que genera más resentimiento contra la sociedad.  La  película plantea si no sería mejor modificar sus comportamientos con tratamientos médicos y psicológicos en lugar de encerrarlos en cárceles o condenarlos a muerte. En este sentido, nos preguntamos: ¿Porqué es mejor encerrar a un violador que castrarlo? ¿Porqué es mejor condenar a muerte a un asesino, en lugar de lobotomizarlo? La respuesta depende nuevamente de lo que se pretenda: ¿venganza o perdón?,  ¿castigar o readaptar?, y perdón y readaptación ¿hasta dónde y en qué condiciones?

      Los  criminales,  con excepción de los psicóticos, tienen capacidad de redención y readaptación, de arrepentimiento y de modificación de su conducta. Pero ciertamente las cárceles, aunque se llamen centros de readaptación, lo último que hacen es lograr esto. Actualmente son centros de castigo.  En el libro Naranja Mecánica, a diferencia de la película, el protagonista, después de que por su intento de suicidio le regresan su capacidad de tomar decisiones respecto a sus conductas, decide por voluntad propia cambiar sus comportamientos antisociales. ¿Puede el estado apostarle a que los criminales se comporten bien luego de ser liberados porque ellos así lo decidan o  bien, utilizando los avances científicos para la modificación de las conductas, asegurar los comportamientos deseados mediante la aplicación de tratamientos físicos, neurológicos y psiquiátricos para que los criminales se puedan reintegrar a la vida cotidiana y no reincidan en sus conductas antisociales?

      Por lo menos hay que buscar nuevos caminos que nos ofrece la ciencia. Si evolucionamos nuestro concepto de cómo tratar al criminal pasando de sólo proporcionar castigo a tratar de reinsertarlo en la sociedad, veremos que así como se eliminó la tortura aplicada legalmente y se ha ido eliminando la pena de muerte, el siguiente paso nos permitirá deshacernos de las cárceles.