19 de diciembre de 2020

EMIGRANTES DESTACADOS

 

Por: Octavio Díaz García de León.

       La idea: Millones de mexicanos han emigrado principalmente a Estados Unidos en las últimas décadas en busca de mejores oportunidades de vida. La mayor parte de ellos se fueron en pos de trabajos de subsistencia que los nativos de aquél país no tomaban. Pero otros se fueron en busca de oportunidades de negocios y profesionales muy superiores a las que tenían en México. Lo importante es no perderles de vista y aprovechar sus talentos en nuestro país.

    La lista de mexicanos que han triunfado en el exterior es muy larga. Entre ellos se encuentran empresarios como Carlos Slim, directores de cine como Cuarón, Del Toro y González Iñárritu, científicos como el recientemente fallecido Mario Molina, Premio Nobel de Química y un largo etcétera.

    Pero también están los que no son famosos, desde el humilde jornalero que se ha labrado una buena calidad de vida a base de esfuerzo, hasta profesionistas y pequeños empresarios que han elegido desarrollarse en el país vecino.

   Tal es el caso del protagonista de un episodio de la serie de documentales de la BBC, “Ases del Bisturí”, disponible en Netflix (https://newsnetwork.mayoclinic.org/discussion/netflix-presenta-a-neurocirujano-de-mayo-clinic-en-nueva-serie-de-documentales/ ). Allí  presentan la historia de uno de los más destacados neurocirujanos de los Estados Unidos, el Dr. Alfredo Quiñones Hinojosa, conocido como Dr. Q.

    Originario de un pequeño poblado cerca de Mexicali, el Dr. Q emigró muy joven sin documentos a los Estados Unidos. Parecía una historia más como la de millones de compatriotas que se fueron por cualquier trabajo, en busca del sueño americano.

    Lo extraordinario es que en un lapso de 7 años, sin saber inglés cuando llegó, pasó de dedicarse a trabajar como jornalero a estudiar medicina en Harvard para graduarse con honores. En ese tiempo aprendió inglés, entró a la universidad primero en Stockton, California, luego se graduó de la Universidad de California en Berkeley y de allí pasó a la Universidad de Harvard.

    El Dr. Q relata parte de su vida (https://www.lideditorial.com/libros/dr-q) en el documental de la BBC y las difíciles condiciones por las que pasó, entre ellas, humillaciones. En  Berkeley le preguntaron que de donde era originario y al contestar que era de México le dijeron que no parecía pues era demasiado listo. A partir de ese comentario se avergonzó de decir que es mexicano y prefirió no hablar de sus orígenes, hasta tiempo después.

   En Estados Unidos se tiene mala imagen de los mexicanos. De nada sirve evidenciar que millones de mexicanos viviendo en ese país contribuyen en todos los aspectos de la vida de aquella nación; desde las tareas más humildes como jardineros, jornaleros, meseros, auxiliares en limpieza, hasta científicos como el Nobel Mario Molina o como el propio Dr. Q.

   A partir de la Revolución, la emigración de mexicanos a Estados Unidos ha sido constante y se acentuó en la época de las grandes crisis económicas en las décadas de los setenta a los noventa del siglo pasado. Este siglo, la tendencia se ha ido revirtiendo. Con el mejoramiento de la economía, la apertura comercial y las inversiones extranjeras, más mexicanos encontraron oportunidades en nuestro país incorporándose a una creciente clase media. También influyó  el endurecimiento de las medidas anti inmigrantes a partir de la administración del presidente Obama.

   Pero ahora crece el fenómeno de la emigración de profesionistas y pequeños empresarios, dado que los mexicanos con otros niveles de educación se han abierto al mundo. Influye en ello el que las instituciones de educación superior ofrezcan a sus alumnos programas de intercambio en otras partes del planeta. Así está surgiendo una generación de personas dispuestas a triunfar fuera de su país. 

    Este fenómeno se intensificó a partir de la creación del CONACYT y las becas que esta institución otorga, lo que ha permitido a gran número de estudiantes realizar estudios de posgrado. Las nuevas generaciones de universitarios tienen ahora una perspectiva y una actitud hacia el mundo que hace que las barreras nacionales se vayan difuminando y los lazos entre naciones se hagan más estrechas a través de todas esas personas que se desarrollan fuera de nuestro país.

   Conozco de dos jóvenes talentos que están teniendo impacto en Estados Unidos.  Me refiero al aguascalentense Dr. Ulises Ruiz-Esparza  quien desarrolla tecnologías médicas en la Escuela de Medicina de Harvard y el Instituto Tecnológico de Massachussets (MIT)(https://es.wikipedia.org/wiki/Guillermo_Ulises_Ruiz-Esparza) y  de la Ciudad de México, Andrés Campero,  quien es autor de un libro sobre genética y estudia el doctorado en el MIT ( http://andrescampero.mit.edu/ ). Ambos no solo realizan proyectos interesantes allá, sino que también lo hacen en México.

    Ya no se trata de retener a estos ingenios para que se queden a triunfar en nuestro país, donde existen condiciones menos propicias, sino de no perder el contacto con todos ellos y buscar la manera que desde sus trincheras apoyen al país que los vio nacer.

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5 de diciembre de 2020

UNA HISTORIA DE ESPÍAS

 

Por: Octavio Díaz García de León.


    Hace unos días el presidente López Obrador presentó una iniciativa de ley para regular la operación de agentes extranjeros en nuestro país. Seguramente derivado de las labores de espionaje, sin conocimiento de las autoridades mexicanas, que realizó la DEA contra el ex secretario de la Defensa, Salvador Cienfuegos, y que llevó a su detención en Estados Unidos.

    Ello me trajo a la memoria un incidente que me ocurrió mientras estudiaba en Estados Unidos. Corría el fin del sexenio del presidente López Portillo. Miles de estudiantes habíamos sido becados por el CONACYT para estudiar en el extranjero. En mi caso, en un programa en el Institute for Policy Studies  (https://ips-dc.org/)  en la ciudad de Washington.

    Allí trabajó Orlando Letelier, ex canciller del gobierno de Salvador Allende, quien fue asesinado por agentes de Pinochet a unos cuantos metros del Instituto, en el corazón de la capital americana. Cuando llegué allí, el Instituto apoyaba las causas revolucionarias en Centroamérica y para la Administración del presidente Reagan ese apoyo se veía como contrario a los intereses de su gobierno.

    El Instituto brindó las facilidades para que tres estudiantes tuviéramos la oportunidad de trabajar en el Congreso de los Estados Unidos y desarrollar otras actividades en el Instituto. Nuestro interés al acudir a ese programa era conocer el funcionamiento del gobierno de Estados Unidos y su impacto para México.

    Un día fuimos abordados por una persona del doble de edad que nosotros, de traje, con pinta de burócrata, quien trató de hacerse nuestro amigo durante varios días.

    No tardé mucho en entender que quizá se trataba de un agente del FBI a quien seguramente le había interesado conocer de nuestras actividades, por nuestra relación con el IPS y por el interés en acudir a las audiencias en el Congreso relacionadas con el tema de Centroamérica. El señor se cansó pronto, pues se dio cuenta que no éramos una amenaza para su país. Pero se me quedó grabado el incidente y la forma de operar de esta persona.

    Y es que en Washington las historias de espías son lo corriente. Los americanos, con sus extensos intereses geopolíticos por todo el mundo, se toman muy en serio la actuación de agentes extranjeros en su país.

    Aunque se trata de una obra de ficción, la serie televisiva, “Los Infiltrados” (The Americans) da una idea de cómo se desenvuelven estos espías. En ella, una pareja de rusos se asimila de tal forma a la sociedad que se hacen pasar por americanos para realizar labores de espionaje. En la serie, los agentes del área de Contrainteligencia del FBI tratan de encontrarlos (Quizás el agente que nos abordó pertenecía a esta área. Por supuesto nunca lo sabré).

   Los países con intereses geopolíticos importantes cuentan con agentes que colocan en los países que más les preocupan, la mayor parte de las veces bajo una cobertura diplomática. Seguramente así operan la CIA o el MI6 británico en México.

    Por ello, no sería de extrañar que además de las numerosas agencias americanas que operan en México, otros países como Cuba, Venezuela, China, Rusia, Irán o España podrían tener operaciones de este tipo en nuestro país para impulsar sus intereses nacionales.

    En un artículo anterior (https://octaviodiazgl.blogspot.com/2020/03/hace-falta-una-cia-mexicana.html) mencionaba la necesidad de tener el equivalente de una CIA  mexicana que recabe inteligencia en el extranjero para cuidar nuestros intereses nacionales en otros países.

    De la misma forma, es necesario tener labores de contrainteligencia que vigilen la operación de agentes extranjeros en nuestro país. La Ley de Seguridad Nacional menciona como una de las amenazas a la Seguridad Nacional, los actos de interferencia extranjera, por lo que la atención a esta amenaza recae en las instancias de seguridad nacional.  La iniciativa de Ley que propuso el presidente irá a complementar esta directriz.

    Seguramente existen agentes extranjeros operando en México, la mayoría de ellos en acuerdo con autoridades mexicanas, como las  agencias americanas de combate al narcotráfico, pero quizás algunos de ellas lo hagan sin informarles,  como ya lo vimos en el caso de la DEA que espió al Gral. Cienfuegos.

  En ese sentido, es necesario que México realice operaciones de contrainteligencia que permitan entender los objetivos de esos agentes y evitar que perjudiquen los intereses nacionales.

    Una forma de operar de estas agencias extranjeras es a través de informantes colocados en puestos clave del gobierno. Por ejemplo,  se ha documentado que durante la Guerra Fría, la CIA contaba con agentes mexicanos de muy alto nivel, entre ellos, dos ex presidentes de México: Gustavo Díaz Ordaz y Luis Echeverría Álvarez (https://www.eleconomista.com.mx/politica/Las-memorias-del-espia-que-confio-en-tres-presidentes-mexicanos-20171111-0015.html).

   Las tareas de contrainteligencia se tienen que hacer con la preparación y cuidado que ameritan estas agencias extranjeras que son muy sofisticadas,  por lo que se requiere elaborar en la mayor secrecía mecanismos de seguimiento y contraespionaje. Los espías no solo son materia de las películas. La iniciativa de ley puede ser un paso en la dirección correcta y es tiempo de que México tome estas amenazas en serio.

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