16 de diciembre de 2018

EL GRAN RIESGO




Por: Octavio Díaz García de León

     La idea:  Uno de los grandes riesgos de cualquier gobierno es no tener a las personas adecuadas en los puestos de más alta responsabilidad. Un ejemplo de ello ha sido la administración del presidente Trump, quien no estaba preparado para gobernar, pues nunca pensó ganar. Ahora que es presidente, tampoco le interesa gobernar con la mejor gente. Su gobierno podría acabar en el fracaso.

     Si en los años sesenta Estados Unidos era gobernado por “los mejores y más brillantes” quienes aun así llevaron a ese país al desastre de la guerra de Vietnam, en la era de Trump, gobiernan los menos aptos y el riesgo es mucho mayor, no solo para los americanos sino para el resto del mundo.

     En el reciente libro de Michael Lewis “El Quinto Riesgo” describe como nunca funcionó el equipo de transición de Trump, pues como no pensaban ganar y mucho menos gobernar, no le dieron importancia.

    Una vez que el sorpresivo triunfo se concretó, se fueron colocando personas en la nueva administración a un paso muy lento y con personajes sin ninguna experiencia en el gobierno. Entre ellos, ideólogos de ultraderecha, empresarios que solo ven por sus intereses y algunos incondicionales.

    Un ejemplo de lentitud en nombramientos clave es que desde que entró en funciones el presidente Trump hace ya dos años, aún no ha nombrado embajador en México, quizás uno de los países de mayor importancia para nuestro vecino del norte.

    Lewis entrevista a funcionarios de la administración saliente de Obama, a quienes les pregunta que cuales eran los riesgos más grandes que enfrentaba Estados Unidos. Un alto funcionario del Departamento de Energía le dijo que su mayor temor eran cinco riesgos: un accidente con armas nucleares, Corea del Norte, Irán, la seguridad de la red eléctrica nacional y la “administración de proyectos”.

    ¿Administración de proyectos? Esta declaración enigmática la va develando el autor conforme avanza el libro y se refiere al gran riesgo de no tener al personal adecuado a cargo de las tareas de gobierno, por la gran cantidad de temas delicados que manejan.

    Los nombramientos de Trump han sido desafortunados como prueba la alta rotación de funcionarios que ha tenido. Ahora existe más preocupación porque hagan un mal trabajo, que por otras amenazas a la seguridad de Estados Unidos.

     Por ejemplo, un mal manejo de desechos radioactivos; un accidente con armas nucleares; medidas que impulsen el calentamiento global; un enfrentamiento nuclear con Irán o Corea del Norte, etc.

    El éxito de cualquier gobierno se mide por la calidad de sus funcionarios. México no es la excepción. El presidente nombra secretarios, subsecretarios y directores generales de paraestatales. Algunos de estos puestos, unos cuantos, requieren ratificación del Congreso.

    Dos condiciones que podrían garantizar el buen funcionamiento del gobierno son un servicio profesional de carrera consolidado y un proceso de selección de funcionarios muy cuidadoso.  

    En ese sentido, es necesario evaluar a funcionarios de administraciones anteriores para saber si llegaron a los puestos por compadrazgo y no por su capacidad y por otra parte evitar desplazar a personas que tienen años trabajando en áreas clave del gobierno. Esto último podría ocasionar la pérdida de memoria y capacidad institucional, poniendo en riesgo el funcionamiento de áreas sensibles.  

   El presidente Fox, recurrió a “caza talentos”, como lo hacía en la iniciativa privada para reclutar puestos clave. Algunos de ellos funcionaron pero otros no. Afortunadamente tuvo la prudencia de dejar a la mayor parte de la estructura burocrática del gobierno de Zedillo.

    Por ejemplo, con las medidas de austeridad que tomó, en las secretarías redujo el número de subsecretarios a tres e invariablemente uno de los tres tenía amplia experiencia en los regímenes anteriores. Algunos se quedaron los 12 años de administraciones panistas, a pesar de tener origen en regímenes del PRI, porque al final de cuentas eran más técnicos que políticos.

    El presidente Calderón favoreció especialmente a militantes destacados de su partido, Acción Nacional, muchos de los cuales carecían de experiencia en gobierno, aunque también colocó a personajes ajenos al PAN en puestos técnicos, especialmente en las áreas hacendarias.

    El presidente Peña armó su equipo con colaboradores que venían del Estado de México y algunos priistas que habían quedado fuera del gobierno en los 12 años de gobiernos del PAN, desplazando a muchos funcionarios que ya habían aprendido a manejar altas responsabilidades.

    En el equipo del presidente López Obrador hay una mezcla de personas con mucha experiencia en el gobierno y otras totalmente nuevas a él. La clave será como irán armando sus equipos para dar los resultados que requiere el país.

    Lo que es innegable es que cualquier gobierno, para ser exitoso y dar resultados, requiere a personas de muy alta capacidad gerencial y técnica en los puestos de gobierno. Atraer ese talento siempre será un reto para cualquier administración que arranca.
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7 de diciembre de 2018

BUROCRACIA EXCESIVA




Por: Octavio Díaz García de León

    La idea:  El gobierno federal ha crecido en áreas donde no se justifica y por otra parte  tiene carencia de recursos en actividades clave. Con el arranque de este sexenio sería oportuno que se realice un diagnóstico para determinar donde se podría reducir gasto y recortar personal a la vez que reforzar áreas prioritarias.

    El gobierno federal tiene un aparato burocrático enorme y a pesar de ello no ha podido ofrecer buenos servicios educativos, de salud y seguridad pública ni infraestructura de calidad como carreteras, ferrocarriles, puertos y aeropuertos. Y es en estos sectores donde se concentra la mayor parte del gasto del gobierno.  

    También el gobierno ha demostrado ser un mal empresario pues PEMEX y CFE están prácticamente en quiebra por exceso de personal, contratos colectivos muy onerosos y problemas graves de corrupción.

   Por otra parte, han proliferado nuevos organismos y nuevas estructuras burocráticas. Algunos derivados de que anteriores legislaturas  creían que los problemas del país se arreglan con más burocracia y en otros casos por simple inercia.

   También se ha abusado de la creación de plazas temporales y esquemas de outsourcing que han elevado el gasto en  personal. A pesar de este crecimiento en empleados, no se ha logrado dar servicios de calidad a la población.

   Ejemplos hay muchos. Recientemente, Clara Luz Álvarez publicó un artículo (https://www.reforma.com/aplicacioneslibre/preacceso/articulo/default.aspx?id=146929&urlredirect=https://www.reforma.com/aplicaciones/editoriales/editorial.aspx?id=146929) sobre PROMTEL, un organismo de gobierno del sector telecomunicaciones, en donde expone  buenas razones por las cuales no debería existir esa institución y propone su desaparición.

   Hace algunos años tuve oportunidad conocer algunos programas de la Secretaría de Economía. Varios de ellos en el Instituto Nacional del Emprendedor, cuyos recursos en 2018 ascienden a 2,630 millones de pesos para apoyar a empresas pequeñas. Estos  apoyos no llegan a más del 1% de las cinco millones de MIPYMES y en cantidades muy pequeñas por empresa. El impacto de estos programas es mínimo.

   Lo que es peor, una buena parte del dinero se queda con los gestores de estos apoyos, ya que las reglas de operación son complicadas para los microempresarios e incluso se pueden prestar a actos de corrupción.

   Así como estos casos podrían ser ejemplos de burocracia innecesaria o poco eficaz,  en todo el gobierno federal existen áreas de oportunidad para reducir el gasto. Programas que no alcanzan a tener impacto suficiente en la población objetivo o que simplemente no sirven para lo que se supone fueron diseñados.

   Las burocracias privadas o públicas  se alimentan de una inercia propia en donde se auto justifica su existencia y ellas mismas  propician su crecimiento. No conozco a un funcionario público que diga que puede hacer el trabajo con menos recursos. Al contrario, siempre requieren más.

   En parte tienen razón,  por la creación constante de nuevos organismos y nuevas atribuciones para el gobierno, ya sea por el Congreso o por instrucciones del presidente y sus secretarios, con lo cual se  va incrementando el trabajo y la necesidad de contar con más estructuras.

    Es pues oportuno, ahora que inicia el sexenio en el que se busca austeridad en la función pública, realizar  un diagnóstico que permita encontrar esas áreas de gasto en exceso que dan pocos resultados, reducirlas y desaparecer programas e instituciones que son ineficaces. También abstenerse de crear nuevas tareas y organismos.

   Una de las razones  por las cuales es difícil saber si las instituciones de gobierno son eficaces y eficientes es que carecen de objetivos y metas adecuadas que permitan medir si cumplen con su misión. Por lo general, los objetivos que plantean  son muy vagos o de carácter muy general con lo cual no se puede saber si están sirviendo de algo a la sociedad.

   En el sector privado es  más sencillo, pues si no cumplen con algunos objetivos clave, las empresas quiebran y desaparecen. Por ejemplo, metas de rentabilidad, flujo de efectivo, apalancamiento, participación de mercado, crecimiento en ventas, etc. Como estos son indicadores medibles  y comunes, se establecen metas con facilidad y se piden cuentas a los gerentes, a quienes, si no cumplen, no se les pagan incentivos o son despedidos.

   Si se pudiera llegar a métricas universales e igual de sencillas de calcular en el sector público, aunados a una rendición de cuentas apropiada, se podrían tener gobiernos que le agreguen más valor a la sociedad.

   Hoy en día los presupuestos son básicamente inerciales. Al del año pasado se le agrega o se le quita determinado porcentaje sin saber el impacto social  que tendrán.

   Si se sometiera a los programas, unidades administrativas de secretarías, organismos desconcentrados y descentralizados a un análisis de su  costo-beneficio se podrían encontrar aquellas que sería mejor desaparecer o reducir y a cuales reforzar.

    Partiendo de este análisis se podría construir un  presupuesto base cero,  determinando con precisión los recursos que se van a necesitar para producir los resultados buscados. Con ello, tener una rendición de cuentas que permita sancionar a los funcionarios que no cumplan con los planes, tal y como  ocurre en la iniciativa privada.

    Ahora que empieza la nueva administración podría ser  oportuno revisar el gasto con un enfoque de costo-beneficio. Desaparecer aquél que no se justifica y reorientar los recursos que se gastan ineficazmente hacia  donde se requieren con mayor urgencia, como lo son las áreas de salud, seguridad pública y creación de infraestructura.

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