23 de agosto de 2013

EL ESTILO PERSONAL DE DIRIGIR


 

      Solemos pensar que las empresas o los gobiernos tienen vida propia como entes impersonales que interactúan con la sociedad. Pero no es así. Las organizaciones de cualquier tipo: empresas, gobiernos, sindicatos o iglesias están formadas por personas. Alcanzan sus objetivos gracias a que quienes las dirigen logran mover las voluntades de sus integrantes en la dirección requerida.  El gobierno federal es una de estas organizaciones enormes y complejas con más de un millón cien mil personas y tiene encomendado, junto con otras instancias,  mejorar la vida  de los mexicanos. Por ello, el estilo y habilidades del  Presidente de la República se convierten  en un factor clave para explicar el éxito o fracaso de su gestión.

       Don Daniel Cosío Villegas escribió en 1974 un libro que se llama “El Estilo Personal de Gobernar” en donde describe con precisión e ironía el estilo del entonces presidente Echeverría.  En esa época no se hablaba del presidente más que para alabarlo, por lo que dicho libro generó gran interés. Su éxito muestra la avidez que la gente tenía por escuchar ya no al coro usual de loas, sino tener una visión más humana de la persona encargada de la Presidencia. Hoy en día no existe una visión balanceada de los presidentes sino, en general, se escriben todo tipo de libelos. Se ha llegado al otro extremo.

     Las circunstancias en que escribió Don Daniel eran otras. En esa época el presidente nombraba a los colaboradores que legalmente podía nombrar: a su gabinete ampliado. Pero además, nombraba a todos los que extralegalmente le era permitido: jueces, ministros de la Suprema Corte, diputados, senadores, gobernadores, diputados locales, presidentes municipales, etc...  Enrique Krauze  llamó a su libro con las biografías de esos presidentes,  “La Presidencia Imperial”. El poder que tenían  podía rivalizar con personajes como el rey  Luis XIV de Francia a quien se le atribuye la frase “El Estado soy yo”.  Escritores notables como Octavio Paz, Gabriel Zaid y Cosío Villegas entre otros, criticaron ese poder excesivo. Zaid lo hacía desde el punto de vista de que un presidente con ese poder tenía que tomar cada minuto decisiones que afectaban la vida del país y que podían resultar, y algunas resultaron, costosísimas.

      El modelo  de dirección era bastante malo. El tramo de control era excesivo;  muy pocas personas se atrevían a darle información contraria a sus opiniones;  el cúmulo de halagos y la zalamería cortesana los hacían perder piso acerca de sus capacidades. Estos y otros factores los hacían tomar  malas decisiones que todo mundo acataba por miedo. Pero no sólo tomaron malas decisiones, sino que varios de ellos abusaron de su poder en el uso de la fuerza, el enriquecimiento personal y la corrupción.

      Los tiempos han cambiado. El último presidente con ese poder excesivo fue  Salinas de Gortari. A partir del presidente Zedillo fue diferente. La oposición ganó fuerza, hubo más contrapesos en el Congreso, se crearon organismos autónomos  (el IFE para garantizar elecciones libres y el Banco de México para darle estabilidad a la economía). La alternancia surgió y los enormes poderes extralegales del presidente disminuyeron. 

     El presidente Fox, acostumbrado a la  dirección empresarial, llevó a la presidencia un estilo muy diferente a sus antecesores. Formó su gabinete apoyado por reclutadores profesionales, tratando de atraer a los mejores talentos sin importar su filiación partidista. La oficina de la Presidencia se dedicó a impulsar el buen gobierno, introduciendo  conceptos empresariales novedosos y que chocaban con las inercias burocráticas. Creó un sistema de metas presidenciales con su tablero de control  y delegó en sus secretarios y funcionarios de primer nivel, quizá más de la cuenta. Los cambios que intentó chocaron con la cultura organizacional de una burocracia acostumbrada a un estilo menos empoderado y más acostumbrado a seguir órdenes. Los resultados no  fueron del todo buenos  ante las expectativas generadas,  excepto  que no hubo crisis de ningún tipo en su gobierno como sí ocurrió, por ejemplo, en 1958 (ferrocarrileros), 1965 (médicos), 1968 y 1971 (estudiantes),  1976 (devaluación y crisis económica), 1982 (devaluación, crisis económica y estatización de la banca), la década de los ochenta en general (hiperinflación, sobrendeudamiento, cero crecimiento) y  la de 1995 (inflación, devaluación, casi default en pago de deuda y caída drástica del PIB).

     El presidente Calderón tenía otro estilo: cubrió puestos con sus leales sin importar  capacidades; una obsesión por los detalles con un alto involucramiento en la conducción de los asuntos a su cargo. Tan  enfocado al tema de seguridad que  opacó al resto de los asuntos. De trato difícil (de “mecha corta” como él decía) y desconfiado, desgastó a sus colaboradores sin saber delegar adecuadamente y sus resultados fueron regulares.
  
     El presidente Peña va dejando ver su estilo. Privilegia la  lealtad en sus nombramientos y es un  gran negociador político. Ha abierto muchos frentes con tantas reformas que está impulsando, en su afán por atender todos los pendientes, lo que cual quizá le ocasione un gran desgaste político. Se apoya fuertemente en dos personas: el Secretario de Gobernación a quien ha encargado todos los asuntos políticos y de seguridad y el Secretario de Hacienda encargado de prácticamente todo lo demás.  Su estilo personal de dirigir, que apenas vamos vislumbrando, impactará sin duda en los logros de su gobierno.
 _______________________________________________________________
www.heraldo.mx/tag/todo-terreno                                   Twitter: @octaviodiazg

Blog: octaviodiazgl.blogspot.com             Correo: octaviodiazgl@yahoo.com.mx

17 de agosto de 2013

EL RETO DE MEJORAR LA GOBERNANZA


  
     A finales de los años ochenta y principios de los noventa, los funcionarios del Banco Mundial se preguntaban por qué los proyectos y la ayuda que estaban otorgando a países africanos estaban fracasando. Para averiguar que sucedía  realizaron un estudio que arrojara luz sobre las causas de esos fracasos. Lo que encontraron fue que no bastaba hacerles llegar recursos ya que se perdían en corrupción, ineficiencia, ineficacia o desvíos. Esto se debía a que los países  carecían de un factor  clave para su desarrollo,  tanto o más importante que los propios recursos que se destinaban a apoyarlos, llamado gobernanza. A tal grado fue importante  este hallazgo que el Secretario General de Naciones Unidas dijo en 1997 que “La buena gobernanza es quizá el factor más importante para erradicar la pobreza y promover el desarrollo”.  Esto está reseñado en el libro “Como mejorar la gobernanza: Un nuevo marco para el análisis y la acción” de los autores Ferranti, Jacinto, Ody y Ramshaw.

     La gobernanza es una serie de prácticas que se requieren para el buen desempeño de una organización, país o entidad subnacional. El concepto se  puede aplicar a las empresas y de hecho a cualquier organización en la que un grupo de personas ha designado a otras para llevar a cabo ciertas tareas. Para explicar esta relación en que los dueños o los ciudadanos delegan en un grupo de funcionarios las tareas de dirección de una empresa, de un municipio, estado o  país,  se utiliza el modelo “Agente-Principal”. Por ejemplo,  los accionistas o dueños (Principal) de una empresa les encargan a sus administradores (Agente) la conducción de la misma para el logro de ciertos objetivos a cambio de una remuneración. O bien, los ciudadanos (Principal) asignan la responsabilidad a un gobierno (Agente) de llevar a cabo las tareas que la sociedad requiere tales como  proveer seguridad pública, fomentar el desarrollo económico, proveer educación, entre otras.  Podemos definir a la gobernanza como todas aquellas prácticas y acciones que realizan administradores o gobernantes para cumplir con honestidad, eficacia y eficiencia las tareas que les han sido encomendadas en la conducción y logro de los objetivos de una empresa, organización o país. Acompañando a esta delegación de responsabilidades  los dueños de empresas o los ciudadanos deben asegurarse, mediante la rendición de cuentas, que en lugar de que los funcionarios persigan  sus propios intereses, cumplan con las tareas que les fueron encomendadas.

     El Banco Mundial desarrolló un conjunto de indicadores para medir la  gobernanza de 215  países y la cual publica a partir de 1996. Los indicadores son: 1. Voz y rendición de cuentas.  2. Estabilidad política y ausencia de violencia.  3. Efectividad del gobierno.  4. Calidad regulatoria.  5. Imperio de la Ley.  6. Control de la corrupción. Es importante señalar que además de estos factores existen otros elementos tales como capacidades técnicas, recursos financieros y políticas públicas adecuadas que requiere una buena gobernanza. La forma como califica el Banco Mundial a los países consiste en obtener una puntuación para cada indicador y clasificar a cada país de acuerdo a como se comparan con el resto de los países. México se ubicó en el 2011 como sigue: 1. “Voz y rendición de cuentas” en  53.5% (Quiere decir que el 53.5% de los países están peor que México o al revés, el 46.5% de los países están mejor). 2. “Estabilidad política y ausencia de violencia” en 25.5%; 3. “Efectividad del gobierno” en 63.5%; 4. “Calidad Regulatoria” en 60.7%; 5. “Imperio de la Ley” en 38.5%; 6. “Control de la Corrupción” en  45.0%. En general las calificaciones no han cambiado para México desde 1996 manteniendo una tendencia estable. Diversos estudios del Banco Mundial  señalan que existe una correlación positiva entre una mejor gobernanza y un mejor desarrollo económico. De tal suerte que esta institución considera de la mayor importancia el que se atiendan los retos que presenta el nivel de gobernanza que  tiene México que ha sido entre mediocre y  malo.

     Abonando a esta recomendación, la Organización para la  Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) elaboró un documento que entregó al Presidente Peña Nieto en enero de este año y que contiene un diagnóstico y recomendaciones acerca de los principales problemas que nuestro país debe enfrentar para lograr un mejor desarrollo económico. Precisamente uno de los  capítulos está dedicado a cómo fortalecer la gobernanza en todos los niveles de gobierno. Entre las recomendaciones que hace la OCDE están las de  fortalecer el servicio profesional de carrera, crear sistemas de medición del desempeño y rendición de cuentas en el gobierno y mejorar las instituciones que combaten la corrupción, entre otros.

     Para mejorar la gobernanza de nuestro país, se propusieron modificaciones constitucionales en materia de transparencia y la creación de una Comisión Nacional Anticorrupción. Sin embargo, ambas iniciativas se han quedado detenidas en el Congreso. También requieren atención urgente aspectos como   “ausencia de violencia”, “imperio de la ley” y “rendición de cuentas”. Si a ello le sumamos la desaparición de la Secretaría de la Función Pública que era un gran impulsor de los temas de gobernanza, esto  podría ser un factor que impida que el resto de las reformas que se están promoviendo rindan frutos.

 _______________________________________________________________
www.heraldo.mx/tag/todo-terreno                                   Twitter: @octaviodiazg

Blog: octaviodiazgl.blogspot.com             Correo: octaviodiazgl@yahoo.com.mx

10 de agosto de 2013

PRODUCTIVIDAD

En mi artículo anterior hice la aseveración de que fomentar la productividad  no incrementa el empleo. Un amigo economista estuvo en desacuerdo conmigo. No siendo economista,  a continuación voy a citar a Jeremy Rifkin de su libro "El Fin del Trabajo" en la introducción a su libro que data del 2004.


"Ya no es válido el viejo principio lógico de que el desarrollo tecnológico y el aumento de la productividad destruye los antiguos puestos de trabajo pero crean otros tantos nuevos. La productividad siempre ha sido considerada como motor de la creación de empleo y la prosperidad. Los economistas sostienen desde hace tiempo que la productividad permite a las empresas producir mas artículos con menores costes. Los productos más baratos, a su vez, estimulan la demanda. El incremento en la demanda contribuye al aumento de la producción y de la productividad, lo cual a su vez incrementa aún mas la demanda, reanudando así un ciclo inacabable. De modo que aunque las innovaciones tecnológicas conlleven numerosos despidos a corto plazo, el aumento de la demanda de productos más baratos garantizará una contratación adicional de trabajadores con el fin de satisfacer la creciente demanda de producción.  Y si bien los adelantos tecnológicos provocan despidos considerables, al final el desempleo aumenta y los salarios disminuyen hasta el punto de que llega a ser mas barato recontratar a los trabajadores que invertir en nueva tecnología que reduzca la mano de obra. 


El problema es que este principio fundamental de la teoría económica capitalista ya no parece válido. La productividad aumenta rápidamente en los Estados Unidos  y cada incremento da lugar a nuevos despidos.



Aquí radica la principal incógnita. Si el drástico incremento en la productividad, en forma de tecnología mas barata y eficiente y mejores métodos de organización del trabajo, puede sustituir cada vez más la mano de obra humana, provocando la salida de mas trabajadores del mercado laboral, ¿de donde puede provenir la demanda de consumo para adquirir todos los nuevos productos  y servicios potenciales disponibles como consecuencia del aumento de productividad? 


Las nuevas tecnologías inteligentes pueden sustituir gran parte de la mano de obra humana, tanto física  como mental. Aunque la introducción de nuevas tecnologías que permiten ahorrar tiempo y mano de obra ha incrementado notablemente la productividad, lo ha hecho a expensas del despido o la marginalización de más trabajadores en empleos a tiempo parcial.  Pero la mengua de la población activa conlleva a la disminución de los ingresos, la reducción de la demanda de consumo y la incapacidad de la economía para seguir creciendo. Esta es la nueva realidad estructural que los líderes gubernamentales y empresariales se resisten a reconocer. "

9 de agosto de 2013

EL RETO DEL DESARROLLO ECONÓMICO


      Uno de los retos más importantes que tiene nuestro país es lograr un desarrollo económico acelerado y sostenido. Por años hemos tenido un crecimiento bajo del PIB, sin crecimiento en la  productividad, con generación insuficiente de empleo formal, con un alto número de empresas informales y un elevado índice de desigualdad social, entre otros factores. Como en todo problema complejo cuyas variables están altamente  interrelacionadas, es necesario tener cuidado a donde debe dirigirse la acción del Estado para que los empresarios de nuestro país puedan desarrollarse exitosamente y con ello impulsar la economía. A continuación presento una panorámica breve de la problemática:

1.    Creación  de empleo. Cada año ingresan al mercado de trabajo alrededor de un millón de personas. A eso hay que sumarle el desempleo abierto que asciende a 2.6 millones de personas.  

2.    Productividad. La productividad de la fuerza laboral no ha crecido en los últimos veinte años. De acuerdo con el Centro de Investigación para el Desarrollo, A.C.,  este crecimiento fue de 2.1% entre 1991 y 2009; en contraste,  la productividad en Corea del Sur en el mismo periodo creció un 82.85% y en Irlanda un 64.2%. Una baja productividad se traduce en sueldos bajos, fragilidad del empleo y poco crecimiento de la economía.  
3.    Informalidad. El número de personas ocupadas en la informalidad asciende a 14.4 millones o el 28% del total de la población económicamente activa según el INEGI. Entre las causas que provocan la informalidad, se encuentran excesivas regulaciones, cargas fiscales, cargas de seguridad social, exceso de trámites para establecer una empresa,  entre otras.

4.    Fragmentación. La mayor parte de las empresas son medianas, pequeñas y micro las cuales generan empleo de manera muy precaria y con pocas posibilidades de competencia. Las MYPYMES representan el 99.6%  de las unidades económicas (96% son micro empresas),  generan el 52% del PIB y el 72% del empleo. Tienen una muy baja productividad: las grandes empresas son 6.3 veces más productivas que las microempresas, 2.9 veces más productivas que las pequeñas y 1.7 veces mejor que las medianas. Sólo 41% de las MYPYMES son formales.

5.    Migración. Hoy en día ingresan más personas al país de las que salen. El Consejo Nacional de Población  estima este flujo de entrada en alrededor de 250,000 personas por año lo que implica una presión adicional sobre la demanda de empleo.

6.    Creación de empresas. Hace falta crear empresas formales, con mayor generación de valor agregado, con una sustentabilidad más larga y competitividad internacional.

7.    Falta de crédito. La mayor parte de las MYPYMES no son sujetas de crédito por lo que su capacidad de equipamiento, sustentabilidad y crecimiento son muy limitadas.

8.    Falta de capital. No existen mercados de capitales para  MYPYMES. Hace falta más capital de riesgo para apoyar proyectos empresariales viables.  

9.    Falta de capacidades empresariales. La mayoría de los empresarios no tienen oportunidad de ir a escuelas de negocios como el IPADE o la EGADE y hay  pocas  opciones de capacitación.

10. Falta de gobernanza en las empresas. Aunado a la falta de capacidades empresariales se da una falta de gobernanza adecuada en las empresas lo que impide su éxito.

11. Faltan condiciones para una  mayor competencia en determinados sectores como: energía, cemento, telecomunicaciones,  radiodifusión, entre otros.  

      Los recursos de que disponen los tres órdenes de gobierno para apoyar el desarrollo empresarial son limitados. El gobierno federal destina básicamente subsidios y garantías para apoyar a los empresarios pero sólo alcanzan para cubrir a un pequeño porcentaje de las empresas y no están bien repartidos. Por ello hace falta definir a qué objetivos se deben canalizar los recursos públicos. La dificultad estriba en que algunos de estos objetivos podrían contraponerse. Por ejemplo:      
 
1.    Empleo vs. productividad. Incrementar la productividad implica producir más con menos empleos por lo que no ayudaría a generar empleo.

2.    Más empresas vs. menos informalidad. La lucha contra la informalidad podría desincentivar la creación de empresas si no se quitan las barreras que impiden que las empresas se establezcan  formalmente.

3.    Mayores cargas impositivas vs. nuevos negocios. El aumento de impuestos o cargas de seguridad social al sector productivo desalienta la creación de nuevas empresas y empleos.

       ¿Cuáles deberán ser los objetivos de las políticas públicas ante esta problemática? ¿Aumentar la productividad? ¿Generar empleo? ¿Crear  empresas? ¿Mejorar la sustentabilidad de las empresas? ¿Disminuir la informalidad? ¿Formar empresas más grandes? Todo a la vez no es posible.  Se requiere primero definir las prioridades, establecer una estrategia para atenderlas y estar  consciente de que lograr efectos positivos en unos aspectos podría traer consecuencias negativas en otros. Por lo pronto ya hay anuncios importantes de lo que está impulsando  el gobierno del Presidente Peña: mejorar la productividad para generar empleos más remunerados; combatir la informalidad;  impulsar a las MYPYMES; otorgar más créditos a empresarios; entre otras. Falta quizá explicar mejor porque se han establecido esas prioridades y cuál va a ser su impacto en el desarrollo económico del país, medido por ejemplo en crecimiento del PIB, o algún otro indicador, que refleje el éxito de la estrategia elegida.


_________________________________________________________________
www.heraldo.mx/tag/todo-terreno                           Twitter: @octaviodiazg

Blog: octaviodiazgl.blogspot.com           Correo: octaviodiazgl@yahoo.com.mx

2 de agosto de 2013

PEMEX Y LAS REFORMAS



     Están ya por discutirse en el Congreso importantes reformas al sector de energía de nuestro país. Las más controvertidas son aquellas que proponen romper el monopolio de PEMEX en la exploración, explotación, distribución y refinación de hidrocarburos. Desafortunadamente una parte importante de  la opinión pública nacional piensa que sólo el Estado debe realizar estas tareas. Quienes se oponen a que la inversión privada juegue un papel relevante en estas actividades productivas argumentan, entre otras cosas,  que se afectaría la soberanía nacional al permitirlo. En pleno siglo XXI pensar que las inversiones privadas especialmente las extranjeras, pondrían  riesgo la soberanía nacional es falso y  anacrónico. México tiene instituciones fuertes para subordinar los intereses de las empresas extranjeras a los intereses de la nación. Los argumentos contra la participación de capital privado en este sector son más de carácter ideológico que sustentados en la realidad y se han venido manejando por décadas desde la estatización de la industria petrolera hasta nuestros días.

      El 18 marzo de 1938 un movimiento de huelga mal atendido por las empresas extranjeras que tenían la concesión para extraer, procesar y distribuir el petróleo precipita la decisión del Presidente Cárdenas de nacionalizar o estatizar a la industria petrolera. La decisión en aquél momento tuvo un gran apoyo popular;  se veía como una muestra de que los mexicanos no necesitaban de los extranjeros para explotar las riquezas naturales de la nación y que así los beneficios derivados de esa explotación llegarían en mayor cantidad y verdaderamente a todos los mexicanos. La realidad ha sido otra.

     Los beneficiarios de la nacionalización de la industria petrolera no fueron todos los mexicanos. Sólo algunos. He aquí una lista no exhaustiva:

1.    Los trabajadores de PEMEX, especialmente los sindicalizados. Las prestaciones, prebendas y sueldos de que gozan los trabajadores es muy superior a la de otras industrias privadas o públicas en México. Esto le ha restado competitividad y eficiencia a la empresa.

2.    La dirigencia sindical. El hecho de poder manejar discrecionalmente y sin rendir cuentas miles de millones de pesos del sindicato, ha beneficiado por décadas a una élite de dirigentes. Para muestra bastan las revelaciones en la prensa  acerca del patrimonio del actual líder petrolero y de sus hijos.

3.    Los contratistas y proveedores con privilegios. A pesar de las medidas para evitar la asignación de contratos basados en favoritismos, empresarios corruptos y  sus cómplices dentro de PEMEX han sabido manipular la Ley de Adquisiciones y otros mecanismos de tranhsparencia para continuar añejas prácticas de corrupción.

4.     El Congreso. Se ha pospuesto por décadas una reforma fiscal ya que siempre fue más fácil obtener recursos de PEMEX que proponer leyes fiscales responsables que proporcionaran los ingresos que el país requiere y que implican aumentar impuestos. Hoy en día PEMEX proporciona  el  32%  de los ingresos del gobierno, proporción que no ha variado mucho en los últimos años. Por otra parte la recaudación de impuestos, excluyendo los provenientes del petróleo representan alrededor del 14% del PIB. Aún si sumamos los ingresos derivados del petróleo, ponen a México como el país de la OCDE con más baja recaudación y  por debajo del promedio para Latinoamérica. Además los diputados han aprovechado ingresos provenientes de PEMEX para asignar  recursos del presupuesto de egresos para favorecer proyectos clientelares.

5.    Gobiernos que gastaron en exceso. En la década de los setenta los gobiernos en turno gastaron en exceso. Especialmente en el sexenio de López Portillo cuando los hallazgos de petróleo dispararon el gasto público apoyados en esos descubrimientos. Dicho gasto no se reflejó en inversiones productivas y en su mayor parte se fue a gasto corriente. Estos excesos se pagaron penosamente en la crisis permanente que vivió nuestro país en  la década de los ochenta cuando cayeron los precios ´mundiales del petróleo.

     El beneficio para la mayoría de los  mexicanos proveniente de los ingresos generados por el petróleo  ha sido muy escaso y ha provocado que PEMEX sea una de las empresas más ineficientes del mundo y sin capacidad para realizar las inversiones que requiere para ponerla a la vanguardia. De permitirse la inversión privada – nacional y extranjera-  esto dispararía las entradas de capital a México.  El Instituto Mexicano de la Competitividad estima que de darse la apertura para invertir en explotación de petróleo,  la inversión extranjera en 2030 podría alcanzar 67,400 millones de dólares por encima de los que habría (20,283 MDD) sin la apertura. Impactaría en un crecimiento adicional del PIB de 1.7% y se crearían más de 300,000 empleos adicionales. Estos sí son beneficios tangibles para el país.

      Para lograr atraer esta inversión extranjera se requieren reformas de fondo que incluyen  el modificar a la Constitución. Estas reformas deben prever que PEMEX deje de tener el monopolio en petroquímica básica, la refinación  y distribución de combustibles. Con ello PEMEX deberá dejar de operar en aquellos rubros que no es competitivo tales como en refinación de gasolinas y permitir que empresas más eficientes lo hagan. Asimismo el permitir que la iniciativa privada participe en la exploración y explotación del petróleo y gas permitirá explotar reservas de hidrocarburos de difícil acceso y que requieren inversiones que ni Pemex ni el estado mexicano pueden realizar. La riqueza petrolera está allí. Sólo hace falta visión y voluntad para que liberar esa riqueza y convertir a México de nuevo en una potencia petrolera.


_________________________________________________________________www.heraldo.mx/tag/todo-terreno                             Twitter: @octaviodiazg

Blog: octaviodiazgl.blogspot.com           Correo: octaviodiazgl@yahoo.com.mx