26 de noviembre de 2023

DEPENDER DE TELÉFONOS INTELIGENTES

 

Por: Octavio Díaz García de León

    El teléfono, patentado por Alexander Graham Bell en 1876, fue un gran avance técnico. La posibilidad de comunicarse a distancia entre dos personas amplió las posibilidades de actuación de los seres humanos. Sin embargo, al estar conectados los teléfonos mediante cables,  hacía imposible su movilidad.  

    En la década de los cincuenta del siglo pasado surgieron los primeros teléfonos inalámbricos. Eran aparatos difíciles de transportar y solo podían funcionar unos pocos al mismo tiempo. No fue hasta finales de los años setenta que se desarrolló la tecnología celular, con la cual se puede reutilizar el espectro radio eléctrico y elevar la capacidad de la red, casi sin límites. 

   Los teléfonos móviles pasaron de ser toscos y muy caros hasta alcanzar tamaños de bolsillo y precios accesibles. Pero su uso estaba limitado a hacer llamadas de voz y mandar algo de texto. La introducción del iPhone de Apple en 2007 ocasionó una revolución en el mundo de la tecnología personal. Esto, aunado a la evolución de la tecnología celular, la cual ya va en la quinta generación (5G), y la liberación de nuevas frecuencias, permitió la explosión del mercado de telefonía móvil en todo el mundo. En México hay 97 celulares por cada 100 personas,  similar al resto del mundo.

   Son tales las capacidades del celular “inteligente”, que la dependencia de estos se ha vuelto preocupante. Por ejemplo el acceso a servicios bancarios.  Desde el celular se manejan ahorros, pagos, transferencias, cobros y se sustituyen los pagos con tarjetas o en efectivo. 

    Estos celulares han sustituido a las cámaras fotográficas y de video. Los álbumes fotográficos pueden residir en estos aparatos o en la “nube”. Se puede acceder a toda la música grabada comercialmente; a películas, series documentales y cualquier material audiovisual; sintonizar la televisión o el radio; recibir y enviar correos;  leer un libro, periódico o revista; ver la hora, el clima, recibir alertas sísmicas, etc.

    Para abordar un avión, entrar a un espectáculo o a cualquier lugar que antes requería un boleto físico, ahora basta con presentar un código generado en el teléfono. También se puede solicitar un viaje en carro de alquiler; un cuarto de hotel o un alojamiento vía servicios como Airbnb. Con las redes sociales se posibilita la comunicación con grandes auditorios.

   También se puede vigilar el estado de salud personal, el ejercicio realizado, observar los signos vitales y compartir esto con el médico en tiempo real. Además, en caso de emergencia,  se realizan llamadas automáticas de auxilio y se puede localizar a una persona extraviada, mediante su celular.

    Se usan para conducir un vehículo mediante un mapa electrónico que guía al conductor en tempo real,  con información de embotellamientos y ofreciendo rutas alternativas.  Existen millones de servicios y aplicaciones a las que se puede acceder a través de un teléfono “inteligente”.

  Todo esto va creando una riesgosa dependencia del aparato y los servicios que provee, de lo cual somos poco conscientes,  hasta que perdemos el aparato.

   Si a eso agregamos que gracias a programas de espionaje como el malware Pegasus, del que las autoridades de México son el usuario más grande del mundo (El gobierno de México cuenta con alrededor de 15,000 licencias para intervenir teléfonos), el panorama se puede volver distópico.

   El malware de Pegasus permite a quien interviene el teléfono, sin que la persona atacada se entere,  tener acceso a toda la información que está en este, tal como fotos, direcciones, agenda, mensajes o correos y puede escuchar o leer cualquier tipo de comunicación. También otorga acceso al micrófono, a la cámara y a la ubicación en tiempo real, no importando si está encendido el teléfono o no. Para el espía se convierte en la mejor herramienta para conocer toda la vida e información del espiado. 

   En teoría,  solo los gobiernos pueden tener acceso a estas licencias para combatir a delincuentes,  pero en México no es un consuelo, porque si bien se sabe que se espía a malhechores, con gran frecuencia se usa para espiar a periodistas, opositores, altos funcionarios y otros objetivos de interés para el gobierno. Las autoridades solo deberían usar estas herramientas por razones legalmente válidas y dejar de espiar a opositores y personajes incómodos. 

    Ser tan dependientes de los teléfonos “inteligentes”, por útiles y avanzados que sean todos los servicios que ofrecen,  es preocupante. Especialmente cuando de ellos pueden depender salud, finanzas, seguridad y vida privada de los usuarios. El hecho de que toda esa información y actividad pueda ser extraída y usada en perjuicio de las personas,  es un ataque a la privacidad y al estado de derecho.  

    Es oportuno valorar hasta donde se está dispuesto a depender de estos aparatos considerando los riesgos que implica su uso. En todo caso, se deben tomar medidas para evitar una dependencia excesiva de ellos; para no exponer la privacidad,  la seguridad física y la financiera;  y evitar que gobiernos los usen de forma ilegal.

 

13 de noviembre de 2023

COMBATE A LA CORRUPCIÓN: PROMESA INCUMPLIDA

 

Por: Octavio Díaz García de León


     Está por terminar el sexenio del presidente López Obrador y más allá de que no le dejará al país un sistema de salud como el de Dinamarca después de los 800 mil muertos por el mal manejo de la pandemia, el acabar con la corrupción será otra de sus grandes promesas incumplidas.

   De nada le sirvió al presidente repetir en sus conferencias mañaneras que la corrupción había terminado, siendo que en su administración ocurrió el peor caso de corrupción por monto económico de que se tenga memoria: el de Segalmex por alrededor de 20 mil millones de pesos. En comparación, los casos de la “Estafa Maestra”, el “Toallagate” o la “Estela de Luz” en los sexenios de Peña, Fox y Calderón respectivamente, son muy menores.  

   Además, quedaron impunes los principales actores de la “Estafa Maestra” y nunca aparecieron los supuestos actos de corrupción relacionados con el cancelado aeropuerto de Texcoco o con los fideicomisos desaparecidos.

   Pero no es el único caso de corrupción en esta administración. De quedar la oposición al frente del gobierno el próximo sexenio, probablemente se revelen, investiguen y sancionen los casos que han permanecido ocultos. Pero, de continuar el mismo partido, difícilmente se investigarán casos de corrupción mayores o incluso aquellos donde se copiaron los mecanismos de la “Estafa Maestra”. Por ello, es importante la alternancia como mecanismo de combate a la corrupción.

    ¿Qué es lo que ha sucedido en materia de combate a la corrupción este sexenio? El Sistema Nacional Anticorrupción se volvió prácticamente irrelevante. No ha tenido iniciativas significativas que mitiguen la corrupción. Contribuye a ello el poco impacto que tienen en materia de combate a la corrupción los integrantes del Sistema, dado que solo uno de estos tiene como mandato legal el combatirla. Por ejemplo:

 ·         El INAI, con problemas por manejos inadecuados al interior de la institución y por la falta de nombramiento de comisionados, ha tenido poco impacto en divulgar información pública de posibles actos de corrupción. Especialmente cuando el gobierno ha aducido motivos de seguridad nacional para no transparentar información de los proyectos emblemáticos de esta administración.

      ·         El Tribunal Federal de Justicia Administrativa continúa teniendo incompleta la Tercera Sección de la Sala Superior, especializada en materia de responsabilidades administrativas,  aunque eso no ha impedido que lleve a cabo sus labores. Sin embargo, los casos que atiende resultan poco relevantes para combatir la corrupción por las deficiencias tanto de la Ley General de Responsabilidades Administrativas como de las instancias investigadoras.

     ·         La Fiscalía Anticorrupción, dada su gran limitación en recursos,  ha tenido pocos casos de servidores públicos corruptos que hayan sido sancionados con ejemplaridad, siendo que esta Fiscalía debería ser el eje del combate a la corrupción.

      ·         La Secretaría de la Función Púbica, a un año de terminar el sexenio, entró en un proceso de reestructuración radical de los órganos internos de control, desapareciendo una gran cantidad de ellos, cambiándoles atribuciones y centralizando muchas de sus funciones. También quitó de la denominación de sus áreas más importantes,  la referencia al combate a la corrupción, que había prevalecido en la gestión de la exsecretaria, la Dra. Sandoval, ya que en su mandato legal no está el combatir la corrupción. Tampoco ayuda el que se hayan reunido en esta Secretaría las adquisiciones consolidadas del gobierno federal y funciones relacionadas con adquisiciones, al convertirse en fiscalizador y actor en esta materia,  con el posible conflicto de interés que conlleva. Esta cirugía mayor,  difícilmente se consolidará en lo que resta del sexenio como para dar resultados tangibles.

    ·         El Comité de Participación Ciudadana y la Secretaría Ejecutiva del Sistema Nacional Anticorrupción, a la cual querían desparecer, han mantenido un perfil muy bajo de actuación y poco se sabe de cómo contribuyen a combatir la corrupción.

     Por ello,  los indicadores más importantes que miden la corrupción, uno derivado de la Encuesta Nacional de Calidad e Impacto Gubernamental que elabora el INEGI y otro, el Índice de Percepción de la Corrupción (IPC) que produce Transparencia Internacional, no han reflejado ninguna mejoría significativa en el combate a la corrupción en este sexenio. El IPC se ha sostenido sin cambios en los últimos tres años, manteniendo una muy mala calificación y posicionamiento de México,  con respecto al resto de las naciones.  

    La tarea para el próximo sexenio, si es que existe un verdadero interés en combatir la corrupción, será monumental. Las reformas que se requerirán pasan por replantear el Sistema Nacional Anticorrupción, modificar la Ley General de Responsabilidades Administrativas que tiene tantas deficiencias,  fortalecer a la Fiscalía Anticorrupción aumentando muy significativamente sus recursos, volver a replantear la estructura y el papel de la Secretaría de la Función Pública,  y ya no etiquetar a las otras instituciones como combatientes de la corrupción ya que no tienen en su mandato legal el hacerlo. Ojalá ahora sí,  en el próximo sexenio, se haga algo por combatir la corrupción.