21 de noviembre de 2020

CEMENTERIOS DE LIBROS

 

“Retirado en la paz de estos desiertos,

Con pocos, pero doctos libros juntos,

Vivo en conversación con los difuntos

Y escucho con mis ojos a los muertos”

Francisco de Quevedo


Por: Octavio Díaz García de León.

 

    Las bibliotecas más bellas del mundo, tales como la del Trinity College en Irlanda, la del Monasterio del Escorial en España, la Apostólica Vaticana o la Clementinum en Praga, aparecieron en una revista de arquitectura  (https://www.revistaad.es/arquitectura/galerias/bibliotecas-bellas/9752/image/653080). Entre ellas está la Biblioteca José Vasconcelos en la Ciudad de México y yo agregaría la Biblioteca Palafoxiana en la Ciudad de Puebla (http://en.palafoxiana.com). Son obras maestras de la arquitectura, pero también almacenes de sabiduría de la humanidad.

    Sin embargo, ver estas inmensas naves de libreros, sin personas hojeando sus textos, me hace pensar en ellas como cementerios de libros. Obras que nadie consulta, que nadie lee, son libros muertos. De lo que se trata es que estén vivos, pero ello solo se logra si hay lectores para, como dice Quevedo, conversar con los difuntos y escuchar con los ojos a los muertos.

   Las bibliotecas depositan la sabiduría, ideas, creaciones y conocimientos de incontables autores y se hicieron para que un bien escaso, los libros, estuvieran disponibles a un amplio público. También los edificios que las contienen son espacios de remanso para aprender, meditar y semillero de nuevos libros.

    Para los regímenes totalitarios y para los fanáticos intolerantes, las bibliotecas han sido siempre peligrosas, lo que ha ocasionado su destrucción a lo largo de la historia. Por ejemplo, la destrucción de la biblioteca de Alejandría, la de la Universidad de Lovaina a manos de los nazis o la Biblioteca Nacional en Irak durante la reciente invasión estadounidense a ese país.

    En el caso de México, durante la Guerra de Reforma hubo una gran destrucción de bibliotecas conventuales a manos de los huestes liberales. Entre ellas, la del convento de San Francisco con 16,000 libros destruidos, la del convento de San Agustín y la del convento del Carmen en San Angel, todas ellas en la Ciudad de México. Se estima que se perdieron alrededor de 100,000 libros y manuscritos por la destrucción que sufrieron todas las bibliotecas conventuales. (https://en.wikipedia.org/wiki/List_of_destroyed_libraries)

   El libro ha sido durante siglos el formato favorito para la transmisión de conocimientos, creaciones literarias, ideas, reflexiones, doctrinas y entretenimiento. Los textos de menor extensión como artículos, cartas o poemas que se redactan en pocas hojas, han podido sobrevivir gracias a que se reúnen bajo el formato de un libro. A su vez, una forma de que sobrevivan los libros es almacenarlos en bibliotecas.

   La revolución digital ha traído un cambio enorme en el medio de almacenamiento de textos, desplazando paulatinamente al papel.  Afortunadamente, grandes bibliotecas se han ido digitalizando y ahora están disponibles vía internet. Allí está también el enorme proyecto de Google Books con 25 millones de libros escaneados.

    Los medios digitales han contribuido a preservar las grandes bibliotecas de papel, pero también están saturados de basura. Redes sociales, blogs, revistas y periódicos efímeros de dudosa calidad, o bien, entretenimientos instantáneos, pornografía, juegos y otro tipo de pasatiempos, ensucian el ciberespacio.

   Ante esta inundación de basura intelectual, los libros, en su mayor parte, representan un esfuerzo por parte de sus autores para expresarse con mayor rigurosidad que otros formatos y por ello siguen siendo un medio más o menos confiable para obtener información, ideas y creaciones dignas de accederse.

    Con los nuevos medios electrónicos, los libros también han entrado al formato digital y el futuro de las bibliotecas se estará bifurcando entre grandes almacenes de papel y depósitos contenidos en unos pocos centímetros cúbicos de electrónica.

    Lo que no debemos permitir es que esos libros, que son la memoria y el conocimiento de la humanidad, se pierdan en esos grandes depósitos, sino que se conviertan en fuente viva de ideas y no en cementerio de estas.

   Si antes había que vigilar que los libros no fueran quemados, hoy debemos cuidar que no se conviertan en letra muerta por falta de acceso. Las bibliotecas edificadas   seguirán siendo obras arquitectónicas disfrutables por muchas personas, pero habremos de transitar hacia las bibliotecas electrónicas y así tendrán acceso un mayor número de lectores.

    Imaginen que país sería el nuestro si en lugar de una biblioteca municipal con algunos miles de libros de papel a la que muy pocos acuden (Además, hay muy pocas), a cada niño se le entregara una biblioteca digital en una tableta electrónica con acceso a decenas de miles de libros y se les orientara y fomentara el interés por la lectura.

    Es importante que se vayan digitalizando y dando acceso abierto a esos enormes acervos hoy enterrados en bibliotecas de papel, para que sus contenidos revivan el diálogo entre lectores presentes y autores ausentes por la distancia o por la muerte y dejen de ser cementerios de libros.

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Twitter: @octaviodiazg

7 de noviembre de 2020

LOS MILITARES A CIEN FUEGOS

 

Por: Octavio Díaz García de León.

     La idea: La detención en Estados Unidos del ex secretario de la Defensa, Salvador Cienfuegos, abre un nuevo frente a las fuerzas armadas las cuales ya tienen otros frentes que atender al crecer las tareas que se les han encomendado. Estas nuevas misiones se apartan de su mandato tradicional por lo que quizá es tiempo de replantear cuál debe ser su  papel en un entorno que requiere de sus servicios para otros propósitos.   

     Derivado de una denuncia de la agencia antinarcóticos americana fue detenido el exsecretario Cienfuegos por supuesto tráfico de drogas y apoyo a un cártel menor. Esto causó conmoción en nuestro país ya que los militares y sus instituciones son de las más admiradas por la población y en las que se deposita mayor confianza.  La acción por parte de las autoridades norteamericanas vino a dar una sacudida a esta percepción.

    Adicionalmente, podría plantear que la cooperación con las agencias americanas se ha vuelto un arma de doble filo pues ya se vio que dichas agencias al tiempo que trabajan con los militares, también los espían.

    Esto ocurre cuando a las fuerzas armadas cada vez se les asignan más tareas alejadas de su papel tradicional en ámbitos muy diversos de actuación. Por ejemplo, en tareas de seguridad pública y en la conformación y operación de la Guardia Nacional.

   Otros frentes en los que trabajan intensamente son la construcción de proyectos clave como el aeropuerto de Santa Lucía, el Tren Maya y las 2700 sucursales del Banco del Bienestar. Se les ha encomendado también la administración de los puertos marítimos; la administración de las aduanas; el control de la inmigración ilegal en la frontera sur; el auxilio a la población en casos de desastres naturales; el cultivo de árboles; etc...

    Hay analistas que estiman que se les está dando a los militares demasiada fuerza y poder con estas tareas. Sin embargo, en otro sentido,  se podrían estar debilitando.

   Aún con todos los recursos y apoyos que se les puedan otorgar, el sobre extenderse en sus actividades pone a prueba sus capacidades de logística y de control interno para evitar actos de corrupción y para cumplir las tareas encomendadas.

    El encarcelamiento del Gral. Cienfuegos, que aún está por ser juzgado, muestra uno de esos flancos débiles. El combatir a la delincuencia organizada los expone al gran poder corruptor de esas organizaciones.

    Todo ello nos lleva a repensar cual debería ser el papel de las fuerzas armadas en este nuevo entorno.

   De acuerdo con la Ley Orgánica de la Administración Pública Federal, corresponde a la Secretaría de la Defensa Nacional la administración del Ejército y Fuerza Aérea; el regular las armas de fuego y medularmente, “planear, dirigir y manejar la movilización del país en caso de guerra; formular y ejecutar, en su caso, los planes y órdenes necesarios para la defensa del país y asesorar y dirigir la defensa civil”. Al final dice “las demás que le atribuyan leyes y reglamentos” con lo que realiza otras tareas que le encomiendan. La Secretaría de Marina tiene un mandato parecido.

   Entonces, de acuerdo con la Ley, las fuerzas armadas están pensadas para proteger la seguridad nacional ante amenazas internas o externas en caso de guerra.

   Pero esto quizá se ha vuelto obsoleto.  No es posible enfrentar una amenaza militar que provenga de nuestro vecino del norte por la tremenda asimetría militar entre las dos naciones, ni es factible que surja por el sur o por mar una amenaza proveniente del exterior, por las mismas razones de asimetría militar con nuestros vecinos. Tampoco entra en la visión de nuestro país el uso de fuerzas expedicionarias para conquistar territorios en el exterior.

  El problema es que ante un entorno geopolítico que no plantea grandes amenazas externas a la seguridad nacional, el papel de las fuerzas armadas debería replantearse.  

   Quizás hoy el mayor reto a la seguridad nacional lo presente la disputa con las fuerzas de la delincuencia organizada. El año pasado vimos una muestra del poderío de estas organizaciones desplegada en Culiacán, con la fallida captura de Ovidio Guzmán. O bien el dominio que ejercen en extensos territorios del país (Bajío, Tierra Caliente, Triángulo Dorado, etc.) o la cooptación de instituciones clave como son las policías, las aduanas, las autoridades portuarias y las de migración. 

   Si las amenazas a la seguridad nacional provienen de fuerzas delincuenciales que cuentan con pequeños ejércitos y operan de manera parecida a grupos insurgentes, habría que replantear el diseño de las instituciones militares, fortaleciendo sus capacidades contrainsurgentes y revisar si es conveniente que realicen otro tipo de actividades diferentes a su naturaleza militar.

   Por lo pronto, las instituciones militares están a cien fuegos por el número de frentes en que deben trabajar, enfrentando retos operativos, logísticos y su exposición a posibles actos de corrupción, aspectos que se deben atender para fortalecer a estas instituciones clave para nuestra nación.

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