31 de octubre de 2013

NUEVAMENTE MICHOACÁN



        Otra vez las noticias sobre Michoacán en materia de seguridad vuelven a ser alarmantes. Se atribuye al grupo delictivo de los Caballeros Templarios el haber realizado ataques a 18 instalaciones de la Comisión Federal de Electricidad en alrededor de 14 municipios de ese estado que dejaron sin energía eléctrica a más de 420,000 personas; también hubo ataques a cuatro gasolineras, dos en Morelia, una en Tarímbaro  y otra más en Apatzingán. Todos ellos en una acción simultánea durante las primeras tres horas del 27 de octubre. Esto ocurrió al día siguiente de una marcha de grupos de autodefensa que entraron a Apatzingán escoltados por el ejército  y que provocó enfrentamientos que dejaron al menos 5 muertos. Coincide también con el retorno del gobernador Fausto Vallejo quien estuvo con licencia por varios meses después de recibir un trasplante de hígado y quien tuvo dificultades para retomar el cargo ante la reticencia del gobernador interino por devolverle el mando.

      En un excelente artículo de Jaime Rivera –investigador de la Universidad Michoacana- en el número de septiembre de la revista Nexos, se hace un recuento de la gravedad de la situación en Michoacán. Rivera señala cuatro grandes problemas que aquejan al estado: la inseguridad provocada por el grupo delictivo de Los Templarios; la conflictividad magisterial en busca siempre de mejores prestaciones  y la degradación educativa derivada de la pérdida de control  del magisterio por parte de las autoridades; la conflictividad social que extrae prebendas a base de marchas y chantajes cada vez más violentos; y la quiebra financiera del estado. Todo ello tiene décadas de gestación y simplemente está haciendo crisis ahora, agravada por la pésima gestión de los últimos gobernadores, quienes tomaron la actitud de  “dejar hacer, dejar pasar” y prefirieron someterse a estos grupos de poder antes que enfrentarlos.   Algunos congresistas federales  están pidiendo la desaparición de poderes en el estado lo cual  es irónico porque hace mucho que no hay poderes que gobiernen en Michoacán. No sé si sirva de algo destituir al gobernador actual, a menos que llegara un personaje con el tamaño y apoyo para tomar el control del Estado.

     Se ha tratado de atender estos problemas con soluciones ya  un poco trilladas y que no han dado resultados por falta de interés o por deficiencias en su implementación: profesionalizar a las policías; depurarlas mediante el control de confianza; usar la intervención masiva del ejército, la marina y la policía federal; o  aceptando todas las demandas de los grupos de poder a cambio de una supuesta paz social. Van algunas ideas a ver si algo nuevo puede ayudar:

1.    Los grupos delictivos como los Templarios pueden operar con impunidad porque tienen una base de apoyo social muy importante. Este deriva de: la seguridad que otorgan a quienes aceptan su protección; de un discurso y acciones populistas que atraen seguidores; y de un número muy importante de jóvenes desempleados para quienes unirse a ellos es una opción de desarrollo económico. También porque tienen mucho dinero y armas de alto poder. Habrá que empezar porque el Estado Mexicano recupere el apoyo social perdido. Un indicio de la erosión del apoyo social que están sufriendo los Templarios es la aparición de las guardias comunitarias quienes se han armado para defenderse de sus extorsiones y abusos. Quizá se podría  apoyar a estas guardias comunitarias, con entrenamiento, armas y recursos  bajo el control del ejército, para que ayuden a combatir a los delincuentes. Poner al frente de ellas inclusive a militares. Asimismo  hay que disputarle el recurso humano al crimen organizado: reenfocar el  servicio militar obligatorio para que aleje a los jóvenes de los criminales; fortalecer organizaciones como el Pentatlón Universitario que los mantenga al margen de los delincuentes;  darles  subsidios en forma de sueldo  a los jóvenes sin empleo,  a cambio de que trabajen, en lo que sea, para el Estado Mexicano. Por último, habría que cortarles a los grupos delincuenciales el acceso al dinero  ilícito y poner un cerco al paso de armas.

2.    El magisterio, especialmente la CNTE, se ha mostrado en rebeldía ante las autoridades locales sin que estas hayan podido hacerse cargo de ellos.   Habría que regresarle al gobierno federal el control de la educación en Michoacán. Quizá la federación podría retomar el control del magisterio.

3.    Para los grupos de presión que recurren a la violencia y el chantaje, la receta es muy sencilla: aplicar todo el peso de la ley. Para ello se requiere  un gobierno que no sea timorato en la aplicación de la ley ni que prefiera negociarla.

4.  Respecto a las finanzas del estado, urge una renegociación con los acreedores. Empezando con el gobierno federal. Ampliar plazos de pago, obtener periodos de gracia, posponer pagos de principal a cuenta de transferencias federales. También es necesario aumentar la recaudación local eficientando sistemas y atacando la evasión. Otro aspecto indispensable es levantar la economía estatal atrayendo turismo e inversión que generen empleo, impuestos y derrama económica.  Habrá que resolver primero los tres puntos anteriores y establecer un clima laboral favorable a las inversiones.
  
No se ve fácil la solución a lo que ocurre en Michoacán pero es urgente recuperar el estado para sus habitantes. Lo que está en juego no es Michoacán, sino el resto del país.
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25 de octubre de 2013

LOS VECINOS NOS ESPÍAN




     Según revelaciones recientes del ex contratista Snowden de la “National Security Agency” (NSA) - una de las agencias de espionaje de Estados Unidos - a la revista alemana Der Spiegel,  ésta agencia obtuvo en el 2010  260 informes muy valiosos de comunicaciones entre el presidente Calderón y su equipo de trabajo,  penetrando un servidor de correo de la Presidencia de la República.  Ya anteriormente Snowden también había revelado que se intervinieron llamadas de los celulares del candidato Peña Nieto y 9 de sus más cercanos colaboradores  durante dos semanas antes de las elecciones y se interceptaron 85,489 mensajes de texto, algunos de ellos del propio candidato Peña.

     Como mencioné en artículos anteriores, el espionaje es una práctica que se ha utilizado desde tiempos inmemoriales para obtener información de los enemigos y adversarios de reinos o naciones. En esta lógica, casi todos los países tienen servicios de espionaje y realizan labores de inteligencia en otros países para efectos de seguridad nacional o para obtener ventajas comerciales y diplomáticas. El espionaje de que fueron objeto los presidentes Calderón y Peña Nieto por parte de Estados Unidos es algo muy grave dadas las buenas relaciones que existen entre los dos países. El ex presidente Calderón impulsó una cooperación con los Estados Unidos en materia de seguridad que prácticamente no tiene precedentes. Permitió que la CIA, la DEA y militares americanos operaran en una base militar mexicana en el norte de México para realizar labores de inteligencia; dio permiso a 54 agentes de la DEA para operar en México; permitió que aviones de aquél país realizaran labores de espionaje en territorio mexicano; y permitió la instalación de una oficina de inteligencia operada por agentes americanos  en pleno paseo de la Reforma en la Cd. de México (Información tomada de notas periodísticas). Además impulsó la Iniciativa Mérida y llevó la cooperación con ese país en materia de seguridad  a un nivel muy alto. Es lamentable que Estados Unidos haya abusado de la confianza que el gobierno de México le confirió para que sus agencias de seguridad operaran en México.

     El presidente Peña  ha venido reduciendo las libertades que gozaron los servicios de inteligencia americanos el sexenio anterior poniendo orden en la relación entre agencias de seguridad de los dos países. Para ello ha nombrado como único punto de contacto al Secretario de Gobernación. Anteriormente las diversas agencias americanas interaccionaban directamente con sus contrapartes y seleccionaban a quien darles  información, por ejemplo, para la captura de delincuentes.

     Las revelaciones de Snowden ponen en entredicho la cooperación con Estados Unidos para recabar inteligencia. Esta experiencia debe servir para que quienes estén a cargo de estas tareas por parte de México sean muy cuidadosos en futuros esquemas de trabajo con las  agencias de seguridad americanas y se debe replantear la actuación en México de dichas agencias. Algunos puntos a considerar podrían ser:

     Primero, se requiere presentar una enérgica protesta diplomática y redefinir las reglas del juego. Las agencias americanas ya no pueden gozar de la libertad que tenían el sexenio pasado para actuar en nuestro país. Inclusive habría que suspender temporalmente la cooperación en materia de inteligencia con ese país hasta en tanto se acuerdan  nuevas reglas. El nuevo esquema de trabajo requeriría definir lo que estará permitido que hagan esas agencias en nuestro país. La actuación de dichas agencias debería excluir el espionaje a funcionarios mexicanos, ya no se diga a nuestro presidente, y el realizar actividades de inteligencia no relacionadas con la agenda común de los dos países. Sería bueno también pedirles reciprocidad para la actuación de agencias mexicanas en aquél país. Después de todo, muchos de los delincuentes que introducen drogas en Estados Unidos  traen armas y dinero ilegal de regreso a México y podrían ser investigados por agentes mexicanos  que  recabaran  inteligencia en aquél país.

     Segundo, se requiere tener un servicio de contrainteligencia de primer mundo para tener la posibilidad de contrarrestar las actividades de inteligencia de Estados Unidos y otros países. Este servicio de contrainteligencia deberá estar separado de las agencias mexicanas de inteligencia existentes para que pueda operar  con libertad y vigilar a las propias agencias que pudieron haber sido penetradas por los servicios americanos. Las capacidades de esta nueva agencia deberán estar basadas en tecnología de vanguardia, instalaciones apropiadas y contar con personal de primer nivel. No es difícil hacer esto. La tecnología se podría obtener a través de alianzas con países neutrales a la relación México – Estados Unidos, como España,  que tiene las capacidades necesarias para ayudarnos,  y realizar el reclutamiento de agentes y demás personal de apoyo entre agentes ya existentes que pasen exámenes rigurosos de selección y control de confianza.

     Tercero, habría que pensar en desarrollar una agencia  de inteligencia que actúe con eficacia en el extranjero, incluyendo Estados Unidos. La identificación  de amenazas a la seguridad nacional  ha estado orientada más al ámbito interno que al externo y hace falta  recabar inteligencia que ayude a mejorar las relaciones comerciales y diplomáticas de nuestro país. No se cuenta actualmente con un servicio de inteligencia a la manera de la CIA, el MI6 o el Mossad. En este juego de espías en que se han convertido las relaciones entre países, no queda más remedio que México tenga capacidades de primer mundo para actuar en el extranjero  y acotar la injerencia de las agencias de inteligencia extranjeras en nuestro país.



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19 de octubre de 2013

LA REFORMA EDUCATIVA PENDIENTE


 
 
     No se sabe si las reformas que se han planteado recientemente sirvan para mejorar la educación o solo sirvan para tratar de controlar a la burocracia educativa que ha rebasado a todos. Es cierto que es bueno que las plazas de profesores no sean hereditarias; que se desmonten los privilegios que habían acumulado los líderes sindicales en detrimento de sus propios agremiados; que se atienda el problema de las normales que gradúan profesores que quizá ya no se vayan a necesitar por el cambio en la demografía del país en donde cada vez va a haber menos niños; que se evalúe a los maestros para ver si están logrando los objetivos que deben cumplir; que se haga un censo de escuelas, profesores y trabajadores de la educación ya que se perdió el control de cifras y nombres. Todo ello hace falta porque es necesario tratar de retomar el control del monstruo burocrático en que se ha convertido la educación de este país y que consume el 17.5 % del presupuesto federal (Unos 600 mil millones de pesos),  emplea a alrededor de un 1.8 millones de personas y no da los resultados que permitan poner a nuestro país a la vanguardia en el mundo.

 
     La escuela como la conocemos es heredera de siglos de tradición. En la edad media, cuando no había libros o eran muy escasos, la única manera de transmitir conocimiento era con el ejercicio y uso intensivo de la memoria. El cerebro era el mejor lugar para almacenar información. Entonces tenía sentido la repetición exhaustiva, la memorización a rajatabla, los exámenes en donde se probaba la memoria. Tenía sentido que el que más supiera se convirtiera en profesor y repitiera ante sus alumnos lo aprendido. Siglos más tarde ya había más libros y se fue ampliando el conocimiento pero los métodos educativos no habían cambiado mucho. El profesor tenía el mismo papel, dictando literalmente las lecciones porque los libros seguían siendo escasos y las bibliotecas eran un lujo que pocos lugares se podían dar. Con el advenimiento de la revolución industrial, la escuela sirvió también para otros propósitos. Por ejemplo, para acostumbrar a los futuros trabajadores a horarios fijos; para acostumbrarlos a estar en espacios cerrados con la atención puesta en el jefe o profesor que dictaba instrucciones para ser obedecidas sin chistar; para escuchar sin cuestionar y guardando silencio; para permitir que los padres de los alumnos acudieran a las fábricas sin tener que preocuparse por sus niños que se encontraban encerrados y seguros en las escuelas. Así floreció la escuela como cárcel y como fábrica de personas escolarizadas.

 

      Con la educación industrial llegó la burocracia educativa: las escuelas proliferaron por todo el país; las normales crecieron; los supervisores y sus jefes  se multiplicaron;  los que diseñaban los grandes programas educativos nacionales aumentaron. Se inventaron los libros de texto únicos con ediciones de decenas de millones de ejemplares que  son un absurdo que perdura hasta nuestros días. El sindicato creció; los comisionados se elevaron; los dirigentes se enriquecieron; las negociaciones salariales se volvieron centro de la discusión y el que los niños aprendieran pasó a segundo término.  Los títulos y certificados de todo tipo se volvieron indispensables para que las personas pudieran tener acceso a los empleos mejor remunerados sin importar si tenían  los conocimientos.

 

     En la revista Wired de noviembre de este año aparece en la portada una niña de Matamoros, Tamaulipas: Paloma Noyola. Producto de una escuela pública sin recursos y que está ubicada junto a un tiradero de basura en esa ciudad. La revista no la pone como ejemplo de los malos resultados de nuestra burocracia educativa. La muestra como ejemplo de lo que puede lograr una reforma educativa al margen de la burocracia: la que logró su profesor Juárez Correa  con ella y sus compañeros. Paloma logró la puntuación más alta en matemáticas de la prueba Enlace en todo el país el año pasado y sus compañeros están en el 1% más alto de las calificaciones de esa prueba. ¿Qué hizo el profesor Juárez para lograr resultados de primer mundo? Dejó de lado las metodologías aburridas que se diseñan centralmente en alguna oficina de la Cd. de México, que no motivan ni a los niños ni a los profesores. Tomando ideas de un profesor hindú, Sugata Mitra,  y recorriendo la internet en busca de mejores métodos de enseñanza, el profesor Juárez Correa encontró que había que estimular la curiosidad de los niños, darles libertad para aprender, ponerles retos,  permitirles trabajar en equipo y él, en lugar de ser un “dictador”, se convirtió en un facilitador para ayudares a que aprendieran por sí mismos. No son métodos nuevos pero sí ignorados por nuestra burocracia educativa.   

 

    En las recientes discusiones sobre la reforma educativa, nunca se habló de  métodos como el del profesor Juárez, que sí dan resultados. Tampoco se habló de implementar formas de enseñanza novedosas que permitan poner a la educación a la vanguardia. Se habló de plazas, prebendas, horarios, exámenes, etc.  pero no se tocó a lo verdaderamente importante. La reforma educativa que sigue pendiente  es la que permita mejorar la educación, no la que permita controlar a la burocracia educativa.

  

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12 de octubre de 2013

ACUERDOS PENDIENTES



     Desde la independencia de nuestro país han faltado grandes acuerdos nacionales de a dónde y cómo  debe enfocarse el gobierno a través de las leyes y políticas públicas para hacer a nuestra nación próspera y sustentable. En el siglo XIX y principios del siglo XX la falta de acuerdos derivó en guerras fratricidas, invasiones, pérdidas de territorio y otras catástrofes. Desde los años treinta del siglo pasado México ha aprendido a manejar mejor los desacuerdos. Ya no hay levantamientos, rebeliones, pérdida de territorio y otras calamidades. El país se ha vuelto más civilizado para procesar las  diferencias y  es un gran logro; pero el problema de fondo persiste: el país no avanza ni mejora a la velocidad que su población lo requiere. A lo largo de la vida  independiente del país quizá hubo  importantes  consensos nacionales, por la razón o por la fuerza, en la Presidencia de Porfirio Díaz y en los periodos presidenciales cuando gobernó el PRI prácticamente sin oposición. No que la situación económica y social fuera buena, sino que había cierta conformidad y acuerdo de las élites acerca de  cómo se conducía el país. Hubo desde luego sectores disidentes pero estaban focalizados en  demandas gremiales  y fueron contenidos o reprimidos en su momento.

     Francisco I. Madero, empresario destacado, rompió ese acuerdo entre las élites porfirianas   y precipitó la caída de Díaz; luego vino  una década de luchas armadas fratricidas cuando las élites no lograban ponerse de acuerdo. En la era de gobiernos del PRI a partir de Cárdenas, se alcanzaron los consensos posrevolucionarios a través de un sistema corporativista, un partido hegemónico y un presidente con poderes extralegales extraordinarios. No sé exactamente cuándo se rompió el consenso de la posrevolución. Quizá con el endurecimiento del sistema en la época de Díaz Ordaz que culminó con la represión estudiantil de 1968;  o bien en la época de Echeverría y López Portillo con sus crisis económicas y que culminó  con  la estatización de la banca y el consecuente rompimiento con la élites empresariales del país. Las elecciones reñidas de 1988 anunciaban ya lo que vendría a consolidarse en 2000: la elección de un presidente que no fuera del PRI.

     Pero los desacuerdos hoy en día hay no son en cuanto a las características del país que deseamos. Hay grandes coincidencias en las élites mexicanas y en la población en general sobre lo que México debe ser y alcanzar: un país con estabilidad macroeconómica; con seguridad pública y sin corrupción; democrático, con libertades y respeto a los derechos humanos; con un  crecimiento y  desarrollo económico acelerado. Mejorar aspectos como: el ingreso per cápita,  la distribución del ingreso, los servicios públicos, la infraestructura;  lograr una  mejor calidad de vida de la población con educación, seguridad, justicia, etc. Creo que muy pocos  están en contra de estos objetivos.

   Sin embargo, no nos ponemos de acuerdo en los caminos que hay que seguir para alcanzar estos fines. Por ejemplo: se quiere mejorar el ingreso nacional a través de la explotación petrolera pero no hay acuerdo si lo deben hacer los empresarios o que el estado siga intentándolo o una combinación de ambas; tampoco existe acuerdo en que PEMEX deje de aportar el 32% de los ingresos del gobierno a cambio de subir impuestos al resto de la población; se quiere mejorar la educación pero no hay acuerdo en si lograrlo exigiéndole resultados a los maestros o crecer la educación privada o darle más opciones a los padres de familia; se quiere más seguridad pública pero no hay acuerdo en si hacerlo usando al ejército y la marina o dejarlo en manos de policías incapaces.  Los empresarios quieren mejores condiciones para hacer negocios pero no aceptan pagar más impuestos; los ciudadanos  quieren mejores servicios pero no están dispuestos a pagar por ellos; los burócratas  quieren ganar más sin tener que dar resultados y afrontar las consecuencias, etc. etc.

     Esto ocurre porque los caminos están sembrados de obstáculos que se llaman grupos de interés. Cada ruta que se elija afecta a algún grupo de interés que  está dispuesto a recurrir hasta  la violencia para mantener sus privilegios. Además existen grupos de personas que profesan ciertas ideologías y solo aceptan recetas pensadas para otros países y otras circunstancias para resolver los problemas; ocurre en el enfoque neoliberal y en el estatista.

     El Pacto por México es un paso en la dirección correcta: los principales partidos se unieron para impulsar las reformas que requiere el país. Pero hay muchos otros grupos que deberían participar en el Pacto: empresarios, sindicatos, padres de familia, estudiantes, ONG´s, medios de comunicación, gobernadores, presidentes municipales, senadores, diputados, etc., Se requiere  un Pacto ampliado para conciliar intereses y puntos de vista diversos y así lograr un amplio apoyo a las reformas que requiere el país. También se requiere una gran dosis de tolerancia: para escuchar y probar las ideas ajenas; para aceptar los  fracasos cuando las medidas no den los resultados esperados. Asimismo  hace falta  capacidad para probar caminos nuevos y corregir cuando sea necesario. Para ello los liderazgos nacionales tienen que dejar de pensar en la ganancia inmediata, el beneficio personal, la siguiente elección, las utilidades de sus empresas. Dejar de priorizar la pequeñez de lo inmediato por la visión de largo plazo. Solo así mejorará el país.



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4 de octubre de 2013

LA TERCERA VÍA: EL MODELO “MADRE TERESA”




     ¿Debe el Estado proveer todo tipo de servicios a la sociedad? El debate se ha extendido por todo el mundo. El impulso de las políticas neoliberales por parte de Margaret Thatcher y Ronald Reagan crearon una revolución global, impulsando el que empresas privadas proveyeran muchos servicios que en las décadas anteriores habían sido prestados por los gobiernos. Tampoco es que los gobiernos siempre hayan prestado servicios públicos. Esta es una tendencia que  se generalizó en el Siglo XX.
     
     Esto  viene a cuento ahora que con la propuesta fiscal impulsada por la actual administración federal se busca recaudar más impuestos con el objeto de que el gobierno preste más servicios y provea más infraestructura. Pero a nadie le gusta pagar impuestos y menos si los servicios ofrecidos por el gobierno son malos. Hay países en donde los impuestos son altísimos pero los servicios que provee el Estado son de primera y protegen a los ciudadanos desde su nacimiento hasta la muerte como  por ejemplo en Suecia. En ese caso hay menos objeción a pagar impuestos. En los países comunistas, el Estado que debía proveerlo todo, nunca lo logró.

     En el caso de México a partir de los años veinte del siglo pasado, los gobiernos en turno fueron extendiendo la participación estatal con: la expropiación petrolera; las escuelas públicas; la creación del IMSS, del ISSSTE, los hospitales de la Secretaría de Salud, las universidades públicas, la estatización de las compañías eléctricas, el INFONAVIT y la estatización de muchas empresas que culminó con la nacionalización de la Banca  en 1982 de tal forma que el Estado mexicano  invadía todos los ámbitos de la vida nacional. A partir del sexenio del presidente Salinas se empezó a dar marcha atrás con una oleada de privatizaciones que quedó inconclusa. México se quedó con un sector estatal todavía muy grande y con servicios privatizados en algunos ámbitos como bancos, carreteras y recientemente, el caso de las cárceles federales.

     El problema es que ninguno de los dos esquemas ha funcionado. El Estado mexicano ha demostrado en términos generales ser un mal proveedor de servicios y el sector privado,  o bien su impacto es muy pequeño, o no tiene vocación para prestar servicios públicos  o los servicios que provee son demasiado caros. La raíz del problema es que ambos tienen objetivos distintos a los que requiere la población. Por ejemplo, en el caso de los servicios prestados por el Estado, sus funcionarios tienen primero objetivos políticos que cumplir para satisfacer al partido que los llevó al poder o a los grupos  a los que pertenecen y en segundo término la prestación de un servicio adecuado. Para el sector privado es igual: su objetivo primordial es generar utilidades para sus accionistas y luego prestar el servicio que requieren los usuarios. Se puede argumentar que para que exista un beneficio económico o político  en las empresas o en las instituciones del gobierno es requisito que haya un buen servicio. Pero hemos visto que no es el caso. Los mercados todavía son muy imperfectos en esos ámbitos como para castigar a los malos prestadores de servicios. Un par de  ejemplos son: 1. Escuelas: Pese a reformas educativas y mejoras que se intenten en el sector educativo, pasarán años antes de que puedan dar servicios de calidad. Por ello, quien puede pagarlas, prefiere a las privadas. 2. Hospitales: Los servicios que otorga el gobierno están saturados y no hay atención adecuada. Igualmente, quién puede pagarlos, opta por  hospitales privados.

     En ambos casos los servicios otorgados con fines de lucro son una mala opción. Por ejemplo, los hospitales privados cuyo objetivo son las ganancias, realizan intervenciones quirúrgicas  y estudios costosos  innecesarios. O bien las escuelas privadas que una vez captado al alumno elevan las colegiaturas año con año muy por encima de la inflación,  se vuelven negocios muy rentables.

     Entonces, ¿quién debe proveer servicios de primera necesidad como atención de servicios de salud, escuelas, asilos y otros similares?  Hemos visto que el gobierno y sus funcionarios obedecen a prioridades políticas; los empresarios a la generación de utilidades. Por ello, deben ser Instituciones como las que fundó la Madre Teresa, en donde el único afán debe ser atender a quienes va dirigido el servicio. En siglos anteriores las organizaciones religiosas fueron las principales prestadoras de  estos servicios por razones humanitarias y aún son importantes pero cada vez menos. Pero ya hay un sector incipiente de la sociedad que está empezando a llenar estos huecos. Instituciones como la Cruz Roja son ejemplares. Sin embargo  aún no existen buenos mecanismos de fondeo que les permitan sobrevivir a estas instituciones y sobre todo crecer. 

     Si los impuestos en lugar de destinarse a  instituciones agobiadas por el gigantismo, la corrupción, la ineficacia y la ineficiencia se dedicaran a organizaciones sin fines de lucro, podrían empezar a cambiar los esquemas de bienestar de la población. No hay muchas “Madre Teresa” en nuestro país pero sí existen personas dispuestas a ayudar sin ánimo de lucro económico o político.  Esta podría ser la verdadera tercera vía para el desarrollo del país.  

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