22 de noviembre de 2022

CORRUPCIÓN EN MATERIA ELECTORAL

  

Por: Octavio Díaz García de León


   El domingo 13 de noviembre tuvieron lugar manifestaciones en muchas ciudades de México para protestar en contra de la propuesta de reforma electoral que impulsa el presidente López Obrador y su partido. Estas manifestaciones ocurrieron porque se advierten peligros de retroceso democrático en los avances que se han logrado en materia electoral.

   El sistema electoral que México ha venido construyendo ha permitido la alternancia en el poder de manera pacífica,  no solo a nivel federal sino en los estados y municipios.  Por primera vez desde que nuestro país alcanzó la independencia, se han creado mecanismos confiables para que opciones ideológicas y grupos políticos diversos puedan acceder al poder sin recurrir a la violencia,  como se ha demostrado en estas últimas dos décadas.

  Este sistema no es perfecto. Por ejemplo, en un artículo reciente, señalaba el problema del financiamiento y gasto ilegal en las campañas,  lo cual permite comprar elecciones. Por ello, más que una reforma electoral,  lo que hace falta son mecanismos eficaces de combate a la corrupción en los organismos electorales.   

 Los riesgos de corrupción en los organismos electorales no solo están en el manejo de recursos para su operación interna, sino de manera más relevante, aquellos que tienen que ver con su actividad sustantiva.

  Esto es debido a que las decisiones del INE y del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF), al afectar el resultado de las elecciones y la vida interna de los partidos, afectan también los intereses y recursos que se manejan, tanto en las campañas, como en los partidos,  los cuales son muy cuantiosos.  

   Por ejemplo, está en juego el dinero ilegal que se maneja en las campañas. Para repagar ese dinero ilícito hay que ganar elecciones para estar en posibilidad de devolver los “favores” mediante actos de corrupción en contrataciones públicas y otras actuaciones ilegales, ya desde el poder.

   Una manera de abatir esos riesgos es fortalecer los mecanismos de vigilancia que tienen estos organismos. El INE, por ejemplo, cuenta con una contraloría cuyo titular es nombrado por la Cámara de Diputados. Sin embargo, al depender de los diputados que representan a sus partidos,  podría estar sujeto a presiones que le impidan un funcionamiento imparcial.

   Por otra parte, el TEPJF tiene esquemas de control interno   débiles. Su contraloría solo fiscaliza aspectos administrativos y su ámbito de competencia es solo con personal no jurisdiccional. Los magistrados de la Sala Superior solo se pueden investigar y sancionar ellos mismos y para el resto del personal quien los puede sancionar es la Comisión de Administración,  en donde participan tres Consejeros de la Judicatura y dos magistrados de Sala Superior, con el posible riesgo de parcialidad en sus resoluciones.

   Un indicio de estos riesgos de corrupción se dio con la revelación que hizo la gobernadora de Campeche, Layda Sansores, del supuesto intercambio de mensajes  entre el entonces presidente del TEPJF, Francisco Fuentes y el presidente del PRI, Alejandro Moreno, en donde,  de ser cierto, se evidencia un tráfico de influencias con intercambio de favores entre autoridades electorales y actores políticos.

   Este tipo de denuncias las debe investigar una autoridad independiente al TEPJF, ya que actualmente las responsabilidades administrativas en que incurren los magistrados de la Sala Superior se investigan y resuelven en la misma Sala Superior. En los mensajes presentados por la gobernadora Sansores, se da a entender que todos los magistrados de la Sala Superior podrían estar involucrados en el tráfico de influencias. Entonces, no habría forma de investigar y sancionar este caso de manera imparcial. Por ello, no hay certeza de que se investigue esta denuncia,  como sí lo haría de oficio cualquier Órgano Interno de Control. Sin embargo, esperemos que lo hagan y den a conocer sus hallazgos. Por otra parte, esta denuncia debería investigarse también por la vía penal.

  Es ineficaz combatir la corrupción desde adentro de las instituciones electorales por la vía administrativa por las razones expuestas. Por la vía penal caería en el ámbito de la Fiscalía Anticorrupción y la Fiscalía Especializada en Delitos Electorales.  Hace falta darles los recursos necesarios a estas Fiscalías pues, entre las dos,  su presupuesto en 2022 representa apenas el 2% del presupuesto de la Fiscalía General de la República.  

   Los riesgos de corrupción en las instituciones electorales se pueden mitigar mediante un buen control interno y mediante una fiscalización externa independiente.  El INE tiene la ventaja de que el contralor es nombrado por la Cámara de Diputados, pero en el TEPJF donde todo se resuelve por empleados del propio Tribunal,  quienes responden a los magistrados de la Sala Superior, existe la necesidad de crear una instancia de control interno con mayor autonomía para que sea eficaz.  Ojalá la discusión sobre el tema electoral se enfoque más en cómo combatir la corrupción al interior de estas instituciones y no en otras reformas que no contribuyen a favorecer la democracia.  

 

                      

7 de noviembre de 2022

EL CASH EN LAS CAMPAÑAS POLÍTICAS

 

Por: Octavio Díaz García de León

 

    La reciente publicación del libro El Rey del Cash,  de la periodista Elena Chávez, causó gran polémica y se convirtió en uno de los libros más vendidos. Este testimonio confirma cómo se obtiene dinero para las campañas políticas en México. Si bien se sabía ya de estos manejos por videos que se han filtrado y otros testimonios, en este libro la autora, como testigo privilegiada, revela casos específicos.  

    En El Rey del Cash la autora revela algunas prácticas, tales como el desvío de recursos públicos, la corrupción en contrataciones públicas y la extorsión a empleados de gobierno.

    A pesar de los mecanismos de vigilancia con que cuenta el Instituto Nacional Electoral (INE), las resoluciones del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación y la fiscalización de instituciones como la Auditoría Superior de la Federación y la Secretaría de la Función Pública,  el financiamiento y gasto ilegal para las campañas políticas es uno de los mayores problemas que enfrenta nuestra democracia porque permite “comprar” las elecciones y es una gran fuente de corrupción.

   Para los operadores políticos, el manejar una campaña equivale a sacarse la lotería. Los sobres, las maletas y los costales llenos de billetes, son una bonanza para ellos, porque no le rinden cuentas a nadie y lo usan como quieren. Además, estos fondos, por su naturaleza clandestina y en efectivo,  no dejan huella, por lo que una buena parte del dinero se quedará en sus manos para aumentar su patrimonio personal. 

   Si gana su candidato, tendrán acceso a más dinero ilícito mediante la corrupción por la asignación irregular de contratos para repagar los “favores” y, sin duda, también recibirán una comisión. Pero tampoco les molesta si pierden sus candidatos, pues siempre habrá otras elecciones. Por eso hay partidos políticos que se manejan más como negocio que como verdaderas opciones políticas.

    Este fenómeno no es nuevo. Por décadas, las elecciones se han llevado a cabo con manejos ilegales de recursos y también ha sido notorio el enriquecimiento inexplicable de algunos de estos personajes que coordinan campañas, dirigen partidos y de los propios candidatos. Aunque estos últimos llevan más que perder, pues a veces apuestan su patrimonio,  ya que incluso las candidaturas se venden al mejor postor. Por ello, es pertinente aquella frase que se le atribuye al Prof. Carlos Hank González:   “Un político pobre es un pobre político”.

   Para conocer  mejor acerca del financiamiento y gasto ilegal en las campañas políticas,  recomiendo el libro de Casar y Ugalde Dinero Bajo la Mesa. Para ellos, las fuentes de financiamiento ilícito son: el desvío de recursos públicos, las contribuciones ilegales de particulares y el financiamiento del crimen organizado.

   Para dimensionar el fenómeno, Casar y Ugalde recurren a cifras del Banco de México en donde se muestra que en los primeros meses del 2018, durante las campañas, aumentó el flujo de efectivo en 58 mil millones de pesos vs. 5 mil millones que creció el año anterior. Este crecimiento inusual lo atribuyen en buena parte al uso ilícito de efectivo en las campañas. En contraste, el tope legal de todos los gastos de campaña de ese año ascendió a 5,193 millones de pesos.

   ¿Es difícil acabar con toda esta corrupción? Sí, pero no imposible.  Hay que seguir la pista del dinero.  Como lo he reiterado en esta columna,  la mejor forma de encontrar a los corruptos y que también serviría para identificar el financiamiento y gasto ilegal en las campañas políticas, es investigando los flujos de dinero asociados con estos procesos.

   Existen las instituciones para hacerlo,  pero tienen la desventaja de que carecen de autonomía,  ya sea por depender de los partidos políticos o del gobierno en turno. En este sentido, el INE es una institución con la autonomía y capacidad para tratar de mitigar el fenómeno,  pero requiere ayuda de otras instituciones tales como la Unidad de Inteligencia Financiera, el Centro Nacional de Inteligencia y el SAT entre otros, para ser más eficaz. Sin embargo,  no se aprecia que más allá del INE, exista interés por combatir estos flujos ilegales.    

   El financiamiento y gasto ilegal en campañas políticas daña a nuestra democracia pues permite “comprar”  las elecciones y no ganarlas en una competencia justa. Pierde el gobierno con la corrupción en las contrataciones públicas que se hacen para pagar “favores” y con el desvío de recursos para las campañas políticas. Pierden los trabajadores del gobierno a quienes se les obliga a “cooperar” con la causa. Pierden empresarios y particulares que creen que se beneficiarán de esta corrupción.

   Pierde la democracia en general, pues las elecciones se venden al mejor postor.  

 Para que México tenga una verdadera democracia es necesario evitar la corrupción que hace fluir dinero ilícito hacia las campañas políticas e impedir que los operadores políticos se enriquezcan. De otra forma,  tendremos los gobiernos que los grupos de interés que cuenten con los recursos, partidos y puestos públicos, puedan comprar.