24 de abril de 2021

BIOTECNOLOGÍA: UN MODELO EXITOSO

 

Por: Octavio Díaz García de León

 

La idea: La biotecnología está combatiendo una pandemia que amenaza gravemente a la humanidad, lo que permitirá evitar millones de muertes y revivir a la economía, en un periodo de tiempo muy corto. Esto ha sido posible gracias a un modelo de desarrollo científico-empresarial que permite que la sociedad disponga de medicinas y terapias exitosas. En México pareciera que estamos perdiendo la oportunidad de incorporarnos a estos avances, más preocupados por combatir la ciencia “neoliberal”.

     En la serie televisiva de ciencia ficción, "La Expansión", una misteriosa molécula de origen extraterrestre llega a un remoto lugar del sistema solar cerca de Júpiter, donde existen colonias humanas.

   Biotecnólogos empiezan a estudiar lo que llaman la “protomolécula” patrocinados por un empresario, al principio quizá por interés científico, pero luego con otro propósito.  El empresario se da cuenta que con esa molécula podría crear seres con superpoderes y usarlos como soldados, para lo cual se alía con políticos corruptos.

   Entonces surge una carrera por dominar esta tecnología para con ella ganar las guerras que sostienen grupos humanos que habitan en la Tierra, en Marte y en el cinturón de asteroides, en donde se reproducen los problemas ancestrales de las disputas por territorio y recursos que mantienen en guerra a diferentes facciones.

   Quizás esta “protomolécula” se podría usar para lograr el bien, pero no es el interés primordial en esta serie televisiva. Como todos los descubrimientos científicos, estos se pueden usar para ayudar o para destruir a la humanidad, tal como la energía nuclear.

    Se especuló que el virus SARS-CoV-2 fue desarrollado en un laboratorio de donde se escapó por accidente o deliberadamente. Pero la misma tecnología que lo pudo haber creado se ha encargado de combatirlo en tiempo récord.

    Los avances en biotecnología parecen ciencia ficción, pero no lo son. Prometen no solo curar enfermedades sino hacer que los seres humanos vivan para siempre, como lo pregona el transhumanismo.

    Uno de estos avances es el desarrollo de la tecnología CRISPR  para la edición de genes. Un logro tan extraordinario que no solo puede ofrecer una mejora en la calidad de vida de la humanidad, sino también plantea una serie de dilemas éticos, ya que con ella se puede alterar la genética de los seres humanos permanentemente, para bien o para mal.

     Si la modificación genética quita sufrimiento porque cura enfermedades podría justificarse pero, ¿qué pasa si usamos estos avances para crear una raza superior con mayor inteligencia, belleza y fuerza física? De ser producto de una evolución dirigida por el azar y la selección natural durante millones de años, podríamos pasar a que la próxima generación fueran seres humanos rediseñados. Las posibilidades técnicas ya existen. ¿Será éticamente aceptable? La novela “Un Mundo Feliz“ nos puede mostrar los riesgos de este futuro.

    Para acceder a los avances científicos en torno a CRISPR, les recomiendo dos libros:  "A Crack in Creation" para quienes gustan de conocer los detalles técnicos de la tecnología CRISPR, explicada de manera sencilla,  y el más reciente de Walter Isaacson, "The Code Breaker" ,  en torno a la figura de Jennifer Doudna quien, junto con Emmanuelle Charpentier, recibió el Premio Nobel de Química  2020.

    Ambos libros nos muestran un modelo exitoso de desarrollo de la biotecnología. Este inicia con programas educativos en ciencias para los niños quienes en la adolescencia ya hacen experimentos genéticos; luego, ingresan a un sistema de universidades de primera clase, las cuales cuentan con laboratorios que tienen tecnología de punta y a los mejores investigadores del mundo. El gobierno aporta millones de dólares a estas universidades, apoyando los avances científicos.

    El esquema continúa con un desarrollo empresarial sostenido por cuatro pilares: un sistema sólido de patentes y protección de la propiedad intelectual; investigadores que se convierten en emprendedores y fundan empresas para explotar comercialmente sus descubrimientos; gobiernos que los impulsan con apoyos económicos; e inversionistas de riesgo que están dispuestos a invertir sus capitales en estas empresas.

    Esto genera un círculo virtuoso de más inventos que se traducen en curas para todo tipo de enfermedades y en el futuro permitirán reaccionar aún mas rápido ante la aparición de una pandemia. Todo ello sin ahondar en las posibilidades eugenésicas de la tecnología.

    Gracias a este modelo, fue posible desarrollar pruebas para detectar al virus SARS-CoV-2, luego, desarrollar vacunas, especialmente aquellas basadas en ARN mensajero, tales como la de Pfizer y Moderna en tiempo récord y muy pronto, probablemente también, inventar una cura para el Covid-19.

    Este modelo de desarrollo científico-empresarial ha probado con creces su éxito para curar enfermedades, salvar millones de vidas y generar riqueza y empleo. Sería un buen ejemplo de desarrollo científico y económico que México podría seguir, como otros países lo han hecho, en lugar de perder tiempo y desperdiciar recursos desacreditando a la ciencia “neoliberal”. 

 

Twitter: @octaviodiazg               

10 de abril de 2021

¿SIRVEN LOS CÓDIGOS DE ÉTICA DEL GOBIERNO?

 


Por: Octavio Díaz García de León

 

  La idea: Se han elaborado códigos de ética, códigos de conducta y creado comités de ética para quienes trabajan en el gobierno a fin de tratar de evitar actos de corrupción y comportamientos que se consideran inadecuados en el servicio público. Desafortunadamente estas iniciativas, como otros esfuerzos preventivos, se han vuelto muy difíciles de aplicar por complejos e inoperantes.

   Los códigos de ética y de conducta no son más que “una compilación de las normas y reglas que determinan el comportamiento ideal o más apropiado para un grupo específico de profesionales.” (Ver artículo).

    Estos documentos van más allá de las leyes porque habrá algunas conductas en dichos códigos que sean legales, pero éticamente inaceptables y viceversa. Por ejemplo, el aborto puede ser legal pero inaceptable para algunas personas, o bien, los códigos no escritos de la delincuencia organizada que incluyen reglas de comportamiento, en su mayoría, ilegales.  

    Los códigos de ética bien elaborados, sencillos y comprensibles son muy útiles para el control interno de las instituciones porque establecen el marco de conducta que la alta dirección desea que sigan sus colaboradores. Sin embargo, los que se aplican en el gobierno federal tienen importantes deficiencias. Por ejemplo, son demasiado largos y complejos y requieren largas explicaciones.

    En el sexenio del presidente Fox se implementaron muchas medidas de carácter preventivo para tratar de contener la corrupción en el gobierno federal. Entre ellas los códigos de ética y conducta y el establecimiento y operación de los comités de ética para las instituciones del gobierno (Ver artículo).  

    Esta práctica se fue consolidando con el paso de los años y más recientemente, el Comité Coordinador del Sistema Nacional Anticorrupción estableció lineamientos  para el establecimiento de códigos de ética  y la Secretaría de la Función Pública emitió uno que rige al Poder Ejecutivo Federal , así como lineamientos para la elaboración de códigos de conducta, reglas de integridad  y para la integración de comités de ética.

    Conocí el primer código de ética en los años ochenta, cuando trabajaba en una empresa americana. Este código tenía cinco conceptos muy claros que la compañía deseaba inculcar a sus empleados. Eran sencillos, entendibles y aplicables cotidianamente.  Los más altos ejecutivos se dedicaban a recordárselos personalmente a los empleados y el código se acataba.

    En contraste, el código de ética del Poder Ejecutivo Federal cuenta con cinco principios constitucionales y once compromisos para el servicio público. Luego, de acuerdo con los lineamientos emitidos por la Secretaría de la Función Pública para que cada institución elabore un código de conducta propio, esto se traduce a un código de conducta que contiene 13 reglas de integridad y estas reglas se ejemplifican con 143 conductas a evitar. Algunas instituciones agregan principios legales adicionales y reglas propias para cada institución. Así, por ejemplo, un  código de conducta como el de la Secretaría de Relaciones Exteriores abarca 47 páginas.

     Se pueden imaginar la dificultad de que cada servidor público de cualquier nivel de responsabilidad recuerde lo que se pide de él en estos códigos. Aún para consultarlos, códigos tan extensos son poco prácticos.

    Además, en la Ley General de Responsabilidades Administrativas, se estableció que la violación al código de ética del gobierno federal era también una falta administrativa no grave. Así, se mezcló indebidamente el cumplimiento de un código de ética con el cumplimiento de esta Ley.

    Para agravar la confusión, en el código de ética del gobierno federal, los artículos 17 al 20 se refieren a conductas que, de no cumplirse, de todas maneras, ya están contempladas en esta Ley de Responsabilidades como faltas administrativas.

    Así, se producen contradicciones en dicha Ley: por una parte, la violación al código de ética es una falta no grave, pero de configurarse conductas violatorias de los artículos 18 y 20 de dicho código, serían una falta grave bajo la misma Ley de Responsabilidades.

    Los códigos de ética y conducta deberían ir más allá de las leyes pues lo que pretenden es orientar ciertos comportamientos sin necesariamente ser sancionables sus incumplimientos. Por ello, además, resulta difícil sancionar violaciones al código de ética como pretende la Ley de Responsabilidades, ya que es complejo tratar de encuadrar estas conductas como faltas administrativas.  

    También se ha tratado de usar a los comités de ética para atender casos de hostigamiento sexual y laboral, los cuales la Ley de Responsabilidades no tiene contemplados como faltas administrativas, tratando de compensar las omisiones de dicha Ley. Sin embargo, el alcance del comité es limitado porque no puede sancionar a los servidores públicos.

   Para mejorar el control interno en las instituciones del gobierno sería conveniente tener códigos de ética muy sencillos, que los servidores públicos recuerden y apliquen en su quehacer cotidiano y descartar aquellos tan largos y complejos que se vuelven inoperantes y, por lo tanto, letra muerta.

  

 Twitter: @octaviodiazg