27 de marzo de 2021

LA REGIÓN MÁS LETAL DEL AIRE

 

Por: Octavio Díaz García de León

 

     La monumental novela “La Montaña Mágica” de Thomas Mann se desarrolla en lo alto de una montaña en Davos, Suiza, en un sanatorio para tuberculosos. La medicina de principios del Siglo XX, que es cuando se desarrolla la trama, no contaba ni con vacunas ni con remedios para la enfermedad.

   En esas condiciones, uno de los principales temas de la novela es la constante presencia de la muerte entre quienes allí tratan de ir a curarse y a la que se enfrentan todos los días sus personajes. La tuberculosis es una enfermedad que destruye los pulmones y paulatinamente a otros órganos. Algo parecido a la enfermedad por Covid-19, aunque ésta actúa mucho más rápida que la tuberculosis.

    Así como la tuberculosis afectó a la humanidad por siglos y fue protagonista de novelas como la de Mann, así quizá surgirá un libro describiendo las trágicas escenas que por todo el país ha producido la pandemia del Covid-19. Uno de los leitmotivs de este libro, como en la novela de Mann, podría ser el encierro en que vivimos más de un año.   

    Si hoy se escribiera este hipotético libro, podría retratar lo que ocurre en el micro mundo de los sanatorios mexicanos en donde, a diferencia de la novela de Mann, fallecen por igual personal médico, que pacientes. Contará quizá la historia de personas que han vivido la pandemia con miedo, desesperación, depresión y angustia.

   Describirá a los “afortunados” que pudieron conservar su empleo para trabajar desde casa pero que tuvieron que hacerlo más frenéticamente, sin tener horarios ni días de descanso y que, además, tuvieron que ayudar a hijos sin escuela y realizar las labores domésticas de siempre.

   Relatará la historia de millones de personas que perdieron los ahorros invertidos en negocios que quebraron y quienes se quedaron sin medios de subsistencia ante el encierro forzado, sin tener apoyos del gobierno.

    Narrará probablemente el espectáculo dantesco de las personas que murieron asfixiadas en su casa, al fallarles los pulmones por el COVID-19, porque no hubo suficientes hospitales para atenderlos y, si los hubo, simplemente se les negó el acceso para pedirles que permanecieron en sus hogares hasta que ya fuera demasiado tarde.

    Hablará del peregrinar angustioso por las ciudades en la madrugada, en busca de tanques de oxígeno para los enfermos y de la quiebra económica que supuso atenderlos en casa.

    El hipotético autor se quejará de la falta de atención médica a quienes más lo necesitaban; de la falta de medicinas y equipos básicos para la atención de enfermos, incluyendo la falta de camas en hospitales;   de la enorme lentitud en obtener y aplicar las vacunas; de la inexplicable vacunación de  población que no es prioritaria como a los maestros de Campeche; de la falta de vacunas para todo el personal médico y sanitario;  del tráfico ilegal con vacunas y la corrupción derivada de este tráfico; y un largo etcétera.

   Relatará como autoridades políticas y de salud ignoraron las recomendaciones de los científicos quienes han repetido que el virus SARS-COV-2 se transmite mediante aerosoles expulsados por las personas infectadas al hablar, estornudar e incluso respirar y no tomaron las medidas para evitar contagios y muertes, obligando al uso de cubrebocas y prohibiendo la presencia en lugares sin ventilación.

   En la narrativa se hablará de políticos como los presidentes Bolsonaro de Brasil y Trump de Estados Unidos, quienes se opusieron siempre, a hacer mandatorias estas medidas y no quisieron ellos usar cubrebocas, dando un pésimo ejemplo. Se relatará que esos países junto con México, en tercer lugar, resultaron con la mayor mortalidad en el mundo (Con base a las muy subestimadas cifras oficiales para México).  

    Lamentará que después de más de medio millón de muertos por Covid-19 desde que inició la pandemia en México, estas muertes no son meras estadísticas, sino una afrenta de carácter personal para medio millón de familias que sufrieron esas pérdidas y para millones más que se enfermaron y que van a arrastrar secuelas de por vida.

     Concluirá, quizá, que no se trata solo de un mal manejo de la pandemia, sino de que existen posibles responsabilidades graves de quienes han llevado al país a este desastre sanitario. Especulará si habrá demandas en las cortes internacionales para tratar de fincar responsabilidades por tamaña negligencia, pero, reflexionará que tarde o temprano, millones de deudos pedirán una rendición de cuentas justa.

    Si se escribiera hoy este relato que refleje el dolor de los millones de mexicanos víctimas de la pandemia y los errores que condujeron a ella, apenas sería la primera parte de esta historia. La tragedia podría llegar al millón de muertos, si continúa la misma política fallida. Al final de estos volúmenes por escribir se clamará justicia por los que no debieron morir y ojalá incluya el cómo se castigará a los culpables.  

 

Twitter:@octaviodiazg                 https://octaviodiazgl.blogspot.com/

 


13 de marzo de 2021

¿FRACASÓ LA LUCHA ANTICORRUPCIÓN?

 


Por: Octavio Díaz García de León

 

    La idea: El impulso al combate a la corrupción en el mundo lleva ya más de treinta años. Pero en México no ha habido los resultados deseados.  Desde el año 2001 se han creado y modificado leyes que han resultado ineficaces e instituciones que han visto surgir una nueva burocracia con esquemas institucionales barrocos que, además, se han quedado incompletos. Quizás es tiempo de replantear el enfoque.

 Benjamín Hill en un artículo reciente (https://elfinanciero.com.mx/opinion/benjamin-hill/el-fracaso-de-la-industria-anticorrupcion) cita el libro de Michael Johnston donde este autor habla de una “industria anticorrupción” que no ha funcionado (The conundrum of corruption: reform for social justice, Michael Johnston y Scott Fritzen, Routledge, 2021).

   Efectivamente, a partir de la década de los noventa, con el impulso de organizaciones de la sociedad civil como Transparencia Internacional, surge en nuestro país una “industria anticorrupción” que no ha logrado abatir el problema de la corrupción ante su contraparte, la “industria de la corrupción”, la cual sigue prosperando con impunidad.   

    Más recientemente se puso de moda el combate a la corrupción ante los excesos cleptocráticos del sexenio del presidente Peña. Así, aparecieron nuevas organizaciones de la sociedad civil interesadas en combatir la corrupción, a la que se le sumaron universidades y centros de investigación quienes le han dedicado tiempo y recursos a estudiar el fenómeno.  

   De ese impulso nació la Reforma Anticorrupción del 2016, con la creación del Sistema Nacional Anticorrupción y su réplica en las entidades federativas, una iniciativa fértil en crear burocracia, mediante una estructura que a la fecha sigue incompleta.

   En suma, como dice Hill, citando a Johnston, se ha creado una “industria anticorrupción” que ha perdido de vista los objetivos reales de su tarea y que ha desarrollado una agenda de intereses más vinculada a su propia supervivencia” y la cual no ha hecho mella en la “industria de la corrupción”.

    Quizás estén muy desgastados los esfuerzos de carácter preventivo contra la corrupción, pues se han intentado muchas cosas desde el sexenio del presidente Fox, el más creativo de todos a este respecto.

   Podría ser que estos esfuerzos tampoco han dado resultados por falta de continuidad y voluntad política. Tampoco ha habido un ánimo por establecer una base empírica para determinar qué funciona y qué no, sobre la cual se hubieran podido consolidar algunas de estas herramientas.

    En lugar de tener una estrategia en su mayor parte preventiva que poco o nada ha logrado, la estrategia debería encaminarse a combatir la corrupción con un enfoque correctivo y punitivo, lo cual pudiera ser un disuasor más eficaz.

    La labor de combate a la corrupción en este sexenio la ha venido realizando la Unidad de Inteligencia Financiera (UIF), al descubrir innumerables casos de corrupción. La UIF ha tenido éxitos mediáticos porque su enfoque para detectar actos de corrupción es el correcto: hay que seguir la pista del dinero.  (https://octaviodiazgl.blogspot.com/2017/06/seguir-la-pista-del-dinero.html).  Pero no han logrado encarcelar a los grandes corruptos porque la UIF no es una agencia anticorrupción.

    En lugar de distraerse con mecanismos de coordinación interinstitucional que cada vez funcionan menos; con querer que la Secretaría de la Función Pública, encargada del control interno, realice funciones anticorrupción para las cuales no está diseñada; con intentar  perseguir la corrupción con la Ley de General de Responsabilidades Administrativas en lugar de por la vía penal;  con insistir en que la transparencia por sí misma ayudará a combatir la corrupción sin desarrollar capacidades de vigilancia en la sociedad; con medidas de austeridad que disminuyen las capacidades institucionales de actuación;  y un largo etcétera, se podría combatir mejor la corrupción  fortaleciendo a la Fiscalía Anticorrupción.

    Esta agencia anticorrupción deberá tener autonomía total, con capacidades de investigación de todo tipo, con recursos suficientes para llevar a cabo su tarea, con un enfoque que permita encontrar y castigar a los corruptos y dejando de lado el complejo esquema del Sistema Nacional Anticorrupción. Para ello, la Fiscalía Anticorrupción deberá sumar las capacidades de la UIF, el Centro Nacional de Inteligencia y la Auditoría Superior de la Federación.

   Para que una agencia anticorrupción sea exitosa, requiere de una total independencia. Como estas instituciones por lo general dependen del presidente o de los partidos políticos a través del Congreso, una alternativa podría ser el tener una agencia del tipo de la CICIG, que es un organismo de la ONU que combatió con mucho éxito la corrupción en Guatemala. (https://octaviodiazgl.blogspot.com/2015/09/guatemala-y-el-combate-la-corrupcion.html)

  Podremos segur derramando tinta, intentando que funcionen instituciones que no aportan mucho a combatir la corrupción, pero esta no disminuirá porque hay que cambiar el enfoque y encargar el combate a la corrupción a una agencia diseñada exprofeso.

   Los enfoques preventivos deben continuar, pero habrá que ser selectivos para aplicar aquellos que realmente funcionen y no continuar alimentando una “industria anticorrupción” que se preocupa más por sobrevivir que por dar resultados.

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