Por: Octavio Díaz García de León
La idea: El impulso al combate a la
corrupción en el mundo lleva ya más de treinta años. Pero en México no ha
habido los resultados deseados. Desde el
año 2001 se han creado y modificado leyes que han resultado ineficaces e
instituciones que han visto surgir una nueva burocracia con esquemas
institucionales barrocos que, además, se han quedado incompletos. Quizás es
tiempo de replantear el enfoque.
Benjamín Hill en un artículo reciente (https://elfinanciero.com.mx/opinion/benjamin-hill/el-fracaso-de-la-industria-anticorrupcion) cita el libro de Michael
Johnston donde este autor habla de una “industria anticorrupción” que no ha
funcionado (The conundrum of corruption: reform for social justice, Michael
Johnston y Scott Fritzen, Routledge, 2021).
Efectivamente, a partir de la década de los
noventa, con el impulso de organizaciones de la sociedad civil como
Transparencia Internacional, surge en nuestro país una “industria
anticorrupción” que no ha logrado abatir el problema de la corrupción ante su
contraparte, la “industria de la corrupción”, la cual sigue prosperando con
impunidad.
Más recientemente se puso de moda el combate a la
corrupción ante los excesos cleptocráticos del sexenio del presidente Peña. Así,
aparecieron nuevas organizaciones de la sociedad civil interesadas en combatir
la corrupción, a la que se le sumaron universidades y centros de investigación quienes
le han dedicado tiempo y recursos a estudiar el fenómeno.
De ese impulso nació la Reforma Anticorrupción del
2016, con la creación del Sistema Nacional Anticorrupción y su réplica en las
entidades federativas, una iniciativa fértil en crear burocracia, mediante una estructura
que a la fecha sigue incompleta.
En suma, como dice Hill, citando a Johnston, se ha
creado una “industria anticorrupción” que ha perdido de
vista los objetivos reales de su tarea y que ha desarrollado una agenda de
intereses más vinculada a su propia supervivencia” y la cual no ha
hecho mella en la “industria de la corrupción”.
Quizás estén muy desgastados los esfuerzos de
carácter preventivo contra la corrupción, pues se han intentado muchas cosas
desde el sexenio del presidente Fox, el más creativo de todos a este respecto.
Podría ser
que estos esfuerzos tampoco han dado resultados por falta de continuidad y
voluntad política. Tampoco ha habido un ánimo por establecer una base empírica
para determinar qué funciona y qué no, sobre la cual se hubieran podido
consolidar algunas de estas herramientas.
En lugar de tener una estrategia en su mayor parte
preventiva que poco o nada ha logrado, la estrategia debería encaminarse a
combatir la corrupción con un enfoque correctivo y punitivo, lo cual pudiera
ser un disuasor más eficaz.
La labor de combate a la corrupción en este sexenio
la ha venido realizando la Unidad de Inteligencia Financiera (UIF), al
descubrir innumerables casos de corrupción. La UIF ha tenido éxitos mediáticos
porque su enfoque para detectar actos de corrupción es el correcto: hay que
seguir la pista del dinero. (https://octaviodiazgl.blogspot.com/2017/06/seguir-la-pista-del-dinero.html). Pero no han logrado encarcelar a los grandes
corruptos porque la UIF no es una agencia anticorrupción.
En lugar de distraerse con mecanismos de
coordinación interinstitucional que cada vez funcionan menos; con querer que la
Secretaría de la Función Pública, encargada del control interno, realice
funciones anticorrupción para las cuales no está diseñada; con intentar perseguir la corrupción con la Ley de General
de Responsabilidades Administrativas en lugar de por la vía penal; con insistir en que la transparencia por sí
misma ayudará a combatir la corrupción sin desarrollar capacidades de
vigilancia en la sociedad; con medidas de austeridad que disminuyen las
capacidades institucionales de actuación; y un largo etcétera, se podría combatir mejor la
corrupción fortaleciendo a la Fiscalía
Anticorrupción.
Esta agencia anticorrupción deberá tener autonomía
total, con capacidades de investigación de todo tipo, con recursos suficientes
para llevar a cabo su tarea, con un enfoque que permita encontrar y castigar a
los corruptos y dejando de lado el complejo esquema del Sistema Nacional
Anticorrupción. Para ello, la Fiscalía Anticorrupción deberá sumar las
capacidades de la UIF, el Centro Nacional de Inteligencia y la Auditoría
Superior de la Federación.
Para que una agencia anticorrupción sea exitosa,
requiere de una total independencia. Como estas instituciones por lo general
dependen del presidente o de los partidos políticos a través del Congreso, una
alternativa podría ser el tener una agencia del tipo de la CICIG, que es un
organismo de la ONU que combatió con mucho éxito la corrupción en Guatemala. (https://octaviodiazgl.blogspot.com/2015/09/guatemala-y-el-combate-la-corrupcion.html)
Podremos segur derramando tinta, intentando que
funcionen instituciones que no aportan mucho a combatir la corrupción, pero esta
no disminuirá porque hay que cambiar el enfoque y encargar el combate a la
corrupción a una agencia diseñada exprofeso.
Los enfoques preventivos deben continuar, pero
habrá que ser selectivos para aplicar aquellos que realmente funcionen y no
continuar alimentando una “industria anticorrupción” que se preocupa más por
sobrevivir que por dar resultados.
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