Por: Octavio Díaz García de León
La monumental novela “La Montaña Mágica” de Thomas
Mann se desarrolla en lo alto de una montaña en Davos, Suiza, en un sanatorio
para tuberculosos. La medicina de principios del Siglo XX, que es cuando se
desarrolla la trama, no contaba ni con vacunas ni con remedios para la
enfermedad.
En esas condiciones, uno de los principales temas de
la novela es la constante presencia de la muerte entre quienes allí tratan de
ir a curarse y a la que se enfrentan todos los días sus personajes. La
tuberculosis es una enfermedad que destruye los pulmones y paulatinamente a
otros órganos. Algo parecido a la enfermedad por Covid-19, aunque ésta actúa
mucho más rápida que la tuberculosis.
Así como la tuberculosis afectó a la humanidad por
siglos y fue protagonista de novelas como la de Mann, así quizá surgirá un libro
describiendo las trágicas escenas que por todo el país ha producido la pandemia
del Covid-19. Uno de los leitmotivs de este libro, como en la novela de Mann,
podría ser el encierro en que vivimos más de un año.
Si hoy se escribiera este hipotético libro, podría retratar
lo que ocurre en el micro mundo de los sanatorios mexicanos en donde, a
diferencia de la novela de Mann, fallecen por igual personal médico, que
pacientes. Contará quizá la historia de personas que han vivido la pandemia con
miedo, desesperación, depresión y angustia.
Describirá a los “afortunados” que pudieron conservar
su empleo para trabajar desde casa pero que tuvieron que hacerlo más
frenéticamente, sin tener horarios ni días de descanso y que, además, tuvieron
que ayudar a hijos sin escuela y realizar las labores domésticas de siempre.
Relatará la historia de millones de personas que
perdieron los ahorros invertidos en negocios que quebraron y quienes se
quedaron sin medios de subsistencia ante el encierro forzado, sin tener apoyos
del gobierno.
Narrará probablemente el espectáculo dantesco de
las personas que murieron asfixiadas en su casa, al fallarles los pulmones por
el COVID-19, porque no hubo suficientes hospitales para atenderlos y, si los
hubo, simplemente se les negó el acceso para pedirles que permanecieron en sus hogares
hasta que ya fuera demasiado tarde.
Hablará del peregrinar angustioso por las ciudades en
la madrugada, en busca de tanques de oxígeno para los enfermos y de la quiebra
económica que supuso atenderlos en casa.
El hipotético autor se quejará de la falta de
atención médica a quienes más lo necesitaban; de la falta de medicinas y
equipos básicos para la atención de enfermos, incluyendo la falta de camas en
hospitales; de la enorme lentitud en obtener y aplicar las
vacunas; de la inexplicable vacunación de población que no es prioritaria como a los
maestros de Campeche; de la falta de vacunas para todo el personal médico y
sanitario; del tráfico ilegal con
vacunas y la corrupción derivada de este tráfico; y un largo etcétera.
Relatará como autoridades políticas y de salud
ignoraron las recomendaciones de los científicos quienes han repetido que el
virus SARS-COV-2 se transmite mediante aerosoles expulsados por las personas
infectadas al hablar, estornudar e incluso respirar y no tomaron las medidas para
evitar contagios y muertes, obligando al uso de cubrebocas y prohibiendo la
presencia en lugares sin ventilación.
En la narrativa se hablará de políticos como los
presidentes Bolsonaro de Brasil y Trump de Estados Unidos, quienes se opusieron
siempre, a hacer mandatorias estas medidas y no quisieron ellos usar cubrebocas,
dando un pésimo ejemplo. Se relatará que esos países junto con México, en
tercer lugar, resultaron con la mayor mortalidad en el mundo (Con base a las
muy subestimadas cifras oficiales para México).
Lamentará que después de más de medio millón de
muertos por Covid-19 desde que inició la pandemia en México, estas muertes no son
meras estadísticas, sino una afrenta de carácter personal para medio millón de
familias que sufrieron esas pérdidas y para millones más que se enfermaron y que
van a arrastrar secuelas de por vida.
Concluirá, quizá, que no se trata solo de un mal manejo
de la pandemia, sino de que existen posibles responsabilidades graves de
quienes han llevado al país a este desastre sanitario. Especulará si habrá
demandas en las cortes internacionales para tratar de fincar responsabilidades
por tamaña negligencia, pero, reflexionará que tarde o temprano, millones de
deudos pedirán una rendición de cuentas justa.
Si se escribiera hoy este relato que refleje el
dolor de los millones de mexicanos víctimas de la pandemia y los errores que
condujeron a ella, apenas sería la primera parte de esta historia. La tragedia podría
llegar al millón de muertos, si continúa la misma política fallida. Al final de
estos volúmenes por escribir se clamará justicia por los que no debieron morir
y ojalá incluya el cómo se castigará a los culpables.
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