21 de junio de 2020

LA PANDEMIA ESTÁ EN NUESTRA CANCHA



¨No vayas dócilmente hacia esa noche eterna”
Dylan Thomas

Por: Octavio Díaz García de León.
                                   
    La idea: Para el SARS-CoV-2 no hay vacuna y no existe remedio. Sin embargo,   se ha decidido abrir actividades económicas paulatinamente sin tomar medidas de precaución adicionales para la población. Con ello, probablemente la pandemia empeore. Quizá dentro de un año habrá vacuna y cura. Mientras, el número de muertes y enfermos seguirá creciendo, si no hay medidas para detener el contagio. No queda más que cuidarse cada quien y cuidar a los que nos rodean.

    Las enfermedades provocadas por virus han estado con la humanidad desde hace siglos, propiciadas por las aglomeraciones (La mayoría se contagian por contacto directo entre humanos) al crecer la población urbana. Han causado millones de muertes a lo largo de la historia, pero es hasta hace unas décadas que han podido ser atendidas con éxito aunque solo la viruela ha sido erradicada. Algunas aún no tienen cura ni vacuna, como el SARS-CoV-2.  

    A pesar de las circunstancias adversas que plantea este nuevo virus, algunos gobiernos tomaron medidas drásticas y oportunas y lograron contener la pandemia sin tener que cerrar las actividades productivas. Allí están los ejemplos: Corea del Sur, Taiwán, Vietnam, Nueva Zelanda, etc.

    La receta exitosa es conocida: aplicación masiva de pruebas, identificación y aislamiento de los enfermos, seguimiento a los sospechosos que estuvieron en contacto con ellos, aislar a todas las personas que ingresen al país, etc. Resultado: no hay hospitales saturados, hay pocos enfermos, muy pocas muertes y no sufre la economía.

   Otros países tomaron medidas inadecuadas, causando de paso grandes daños a sus economías. Hoy no les queda más remedio que abrir las actividades productivas sin haber logrado contener la pandemia.

   En el caso de México, la estafeta ha pasado a las autoridades locales. La Ciudad de México ha iniciado un programa de aplicación de pruebas para detectar enfermos. En el resto del país, los esfuerzos y prioridades dependerán de la voluntad y capacidad de las autoridades locales, las cuales además, será muy difícil coordinar.

   Por ejemplo, en Aguascalientes, con el retorno a la actividad de la industria automotriz y otras actividades esenciales, la movilidad de la población se ha incrementado y el riesgo de contagio es cada vez mayor. Habrá una saturación de hospitales y ante la carencia de atención médica, los decesos aumentarán.

   Pero era de esperarse la apertura. Después de una pérdida de alrededor de 12 millones de empleos y de una recesión sin precedentes, ahora la prioridad es reactivar la economía. Así que, independientemente de cómo evolucione la pandemia, es probable que para agosto ya se hayan reanudado todas las actividades económicas e incluso la asistencia a las escuelas, aun cuando el número de enfermos siga creciendo.  El precio en vidas humanas podría ser muy elevado.  

   Ante estas decisiones que privilegian a la economía, no queda más que tratar de cuidarse cada uno: primero, para evitar el contagio y luego, si se contrae la enfermedad, buscar la manera de maximizar las posibilidades de sobrevivir a la misma.

   Según las cifras de la Secretaría de Salud, el 12% de los contagiados, fallecen. Visto positivamente, se tiene un 88% de probabilidades de sobrevivir la enfermedad. Estas probabilidades de sobrevivir disminuyen con los factores de riesgo conocidos: edad, obesidad, hipertensión, diabetes, inmunodeficiencia, etc...

   Exponerse a contraer la enfermedad equivale a jugar ruleta rusa con una pistola que tenga una bala en un tambor con ocho recámaras. Nadie sensato querrá jugar a esa ruleta, aunque hay apostadores que les gusta el peligro.

   Por ello, los que puedan seguir confinados es mejor que lo hagan. El contagio se da básicamente a través del contacto con otro enfermo. Como se sabe, el infectado puede ser asintomático, por lo que es mejor pensar que cualquier persona con la que se interactúe físicamente, puede contagiar, especialmente si esa persona no trae el aislamiento necesario como son cubre bocas, caretas o googles.

   En caso de contraer la enfermedad las personas deberán encerrarse, avisar a aquellos con los que se haya estado en contacto, hacerse la prueba para determinar si los síntomas derivan del COVID-19, monitorear el desarrollo de la enfermedad mediante termómetro y oxímetro y de ser posible buscar consejo médico que ayude a sobrellevar la enfermedad.

   Si los niveles de oxigenación bajan a niveles peligrosos (para eso es el oxímetro) acudir inmediatamente a un hospital con la esperanza de que haya lugar para que lo reciban y atiendan.

   Si la pandemia se expande, como es de esperarse, debido a la renovación del contacto social que es el que transmite la enfermedad, cualquier autoridad o infraestructura sanitaria se podrá ver rebasada.

   No queda más que cada quien se cuide, cuidar a la familia y estar atentos para ayudar al círculo de amigos y compañeros de trabajo. El protegerse contra la enfermedad ha quedado ahora en nuestra cancha, hasta en tanto no haya remedio y vacuna.   
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7 de junio de 2020

MORIR EN MINNEAPOLIS



Por: Octavio Díaz García de León.
                                   
     La idea: La violencia que se desató en muchas ciudades de Estados Unidos por la muerte de George Floyd a manos de la policía, es una manifestación de frustración y descontento de grupos de población tradicionalmente discriminados, en un momento en que la pandemia y el desempleo se ensaña con ellos y agravada por la acción polarizadora del Presidente Trump y sus seguidores.  

    Todo empezó en Minneapolis cuando cuatro policías acudieron a detener a una persona afroamericana, quien al resistirse al arresto, fue asfixiada hasta que falleció. Quizás el evento hubiera pasado desapercibido de no ser por el escalofriante video filmado por una transeúnte, en donde se aprecia la muerte lenta de George Floyd.

    Ahora los desórdenes se han extendido por toda la Unión Americana y varios estados han llamado a la Guardia Nacional para contenerlos; incluso el presidente Trump ha pedido que intervenga el ejército de ese país, a lo que se oponen los propios militares pues no se justifica que intervengan en asuntos de seguridad pública.
    Minnesota en sus orígenes acogió inmigrantes que venían de los países escandinavos, de Alemania y del centro de Europa.  Quizás allí encontraron un clima similar al de sus helados orígenes. Su índice de calidad de vida es el tercer mejor de Estados Unidos y su población está entre la más educada y rica de esa nación. 
   Entre las compañías más importantes del estado están Target, Cargill, Best Buy, 3M, la Clínica Mayo y Medtronic. Este estado es un importante centro de alta tecnología y financiero. Cuenta con excelentes escuelas. Por ejemplo, la Universidad de Minnesota, donde tuve la oportunidad de estudiar, es un centro educativo y de innovación, destacando en áreas como economía, medicina, tecnología y agricultura.  

   Su población es en su mayoría blanca (84.3%) y los afroamericanos representan un 5.7% de la misma. Las tensiones raciales son similares a otros lugares del vecino país debido a la desigualdad en ingresos y la falta de oportunidades que sufren los afroamericanos. Sin embargo, este fenómeno es relativamente reciente. Hace 42 años que viví allí, no se percibían problemas de discriminación racial.

  En un artículo (https://www.bbc.com/mundo/noticias-internacional-52857912)  se describe lo que llaman “la paradoja de Minnesota” ya que este estado cuenta con una población educada, liberal, con altos ingresos y  que vota por los demócratas, vamos, no es territorio de Trump,  pero que sin embrago,  por políticas equivocadas,  los afroamericanos no han tenido las mismas oportunidades que los blancos. Esto se refleja en que la mayor parte de ellos no son dueños de sus casas y tienen empleos inferiores que los hacen tener ingresos más bajos, creando niveles de desigualdad importantes.

   Pero en el fondo de este lamentable incidente, hay otros factores: el clima de odio y discriminación que ha fomentado el presidente Trump desde que estaba en campaña; la pandemia que se ha ensañado con los afroamericanos (Incluso se acusa a Trump de impulsar el retorno a la normalidad al darse cuenta que esta enfermedad afecta más a las minorías) y la crisis económica derivada de las medidas contra la pandemia.

   En este espacio he mencionado que una pandemia mal manejada puede poner en riesgo la gobernabilidad del país. Esta ola de violencia en Estados Unidos no se explica solo por la violencia policial, sino por los factores antes mencionados. Con la apertura a actividades económicas que se está dando en ese país, el problema puede empeorar, si no se contiene con eficacia la pandemia.  

   También la crisis económica ha afectado más a las minorías. Hay que recordar que otros países, al ser más exitosos en el manejo de la pandemia no han tenido necesidad de cerrar la economía y no han sufrido el daño que están sufriendo países como Estados Unidos que reaccionaron tarde y mal,  creando un doble problema de salud y económico que, además, continúa agravándose.

   No creo que haya riesgo de que Estados Unidos pierda la gobernabilidad dada la fortaleza de sus instituciones. Quizá países con menos fortalezas sí estén en riesgo de perderla. Pero lo que ya se puede detectar es que la popularidad de Trump ha caído y las encuestas en este momento favorecen por un amplio margen a Biden en la lucha por la presidencia.

   Quizás un segmento más amplio de la población de Estados Unidos ya se dio cuenta de lo que es tener un gobernante populista que se ha dedicado a dividir al país, a generar odio entre la población de unos contra otros, a ignorar la amenaza de la pandemia al no tomar medidas a tiempo y que ha mostrado su incompetencia para gobernar.

   Lo de Minneapolis fue solo la chispa, el incendio es la cosecha de quienes gobiernan a nuestro vecino del norte. Ojalá llegue pronto un cambio de fondo para salvar vidas ante la pandemia, recuperar empleos y reducir la discriminación.
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