26 de abril de 2019

AUSTERIDAD Y BUEN GOBIERNO




Por: Octavio Díaz García de León

    La idea: Dos grandes propósitos se han planteado en esta nueva administración: combatir la corrupción y gobernar con austeridad. Ambas estrategias son muy importantes ante los excesos que se dieron en administraciones anteriores. Pero solo son medios para lograr un fin: tener un buen gobierno. Para lograrlo, no bastan los recortes; hace falta mejorar los procesos.

    No recuerdo, desde la administración de Miguel de la Madrid, un programa de austeridad tan ambicioso como el que se está dando al inicio de este sexenio.

   De la Madrid no tuvo otra opción ante la crisis descomunal de deuda derivada del gasto excesivo y el crecimiento desordenado de la burocracia en los sexenios de Echeverría y López Portillo.  

    Sin embargo, a diferencia de las crisis de los ochenta y la de 1995, hoy en día los niveles de endeudamiento y gasto público están dentro de parámetros  aceptables para las calificadoras financieras internacionales. (https://www.eleconomista.com.mx/mercados/Dificil-que-Mexico-pierda-el-grado-de-inversion-calificadoras-20190214-0009.html)

   La austeridad en este sexenio no proviene entonces de una crisis macroeconómica, sino del estilo personal de gobernar del presidente López Obrador, a quien le disgustan el boato y el abuso en la utilización de los recursos públicos. Para él,  la austeridad es una forma de gobierno.

    En  sexenios anteriores se dio un  crecimiento descontrolado de la nómina del gobierno, con plazas eventuales y contratación de personal  por medio de “outsourcing”, esquemas que proliferaron para darle la vuelta a la creación de plazas que supuestamente estaba restringida.

    También se crearon nuevos organismos con estructuras burocráticas excesivas las cuales no todas proporcionan a la sociedad más valor de lo que cuestan.  

   Además, existen redes clientelares añejas, que operan a través de  intermediarios,   beneficiando a  sus líderes,  quienes ejercían el poder político con dinero del erario y favoreciendo a los gobiernos en turno.

   Por ello,  resulta conveniente reducir plazas de estructura, eliminar los esquemas de “outsourcing”, quitar las plazas eventuales, desaparecer organismos gubernamentales  que no le ofrezcan valor a la sociedad y entregar el dinero directamente a los beneficiarios de los programas sociales para darle a cada persona la posibilidad de decidir cómo usar su dinero sin que el gobierno o sus intermediarios, dicten las reglas de como recibir y  utilizar esos recursos.

  Era necesario dar marcha atrás a esta inercia de gasto que iba camino de convertirse en inmanejable y que, de continuar, nos hubiera llevado a crisis similares a las que se vivieron a fines del siglo pasado.

   Sin embargo,  las medidas de austeridad para eficientar al gobierno son necesarias pero no  suficientes.

   En la lógica de la burocracia se piensa que proporcionar más servicios con mejor calidad solo se puede lograr a través de tener más recursos. La petición siempre es la misma: si les dan más trabajo,  requieren más plazas,  más herramientas y más infraestructura. Es un enfoque errado porque el dar resultados no se logra solo con más recursos,  sino con el buen uso de los mismos.

   Por eso,  a los gobiernos que quieren satisfacer las demandas de la población, se les acaba desbordando el gasto sin dar mejores resultados porque solo se concentran en agregar recursos y no en mejorar sus procesos.

   Si esta lógica se aplicara en las empresas, estas quebrarían rápidamente.

    Los gobiernos también quiebran,  pero toma más tiempo y causa más daño. Así lo vivimos en los sexenios de Echeverría, López Portillo, De la Madrid y Zedillo y las consecuencias para la población fueron terribles.

    Para  vencer las inercias burocráticas se requiere un cambio de mentalidad en los servidores públicos y un cambio de paradigma en la forma de operar del gobierno.  

    No basta con recortar plazas, organismos gubernamentales y eliminar gastos superfluos para que el gobierno funcione mejor.  Si se sigue trabajando igual que siempre pero ahora con menos recursos, la cantidad y calidad de los servicios se deteriorarán.

   Es necesario rediseñar los procesos del gobierno mediante técnicas de optimización que incluyan el  uso extendido de automatización, inteligencia artificial,  gobierno digital, y otros avances en la gestión de instituciones.  (https://www.heflo.com/es/blog/automatizacion-procesos/que-es-optimizacion-procesos/).

   Expertos en investigación de operaciones y optimización deberían revisar y mejorar todos los procesos del gobierno para que se usen mejor los recursos escasos y derive en mejores servicios tanto en cantidad como calidad.

  Al inicio de este sexenio, con un presidente que promueve la austeridad, es oportuno  transformar al gobierno en uno que haga verdaderamente más con menos,  realizando una reingeniería  a fondo de los procesos gubernamentales, para hacerlos más eficientes y eliminar puestos de trabajo de manera ordenada y racional. La austeridad burocrática será buena para el país, siempre y cuando no se deteriore la acción del gobierno.

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12 de abril de 2019

ALERTA CONTRA EL FASCISMO



Por: Octavio Díaz García de León

   La idea: Existe una ola de gobiernos fascistas elegidos democráticamente. El fascismo entendido no como una ideología, sino como un método político para implantar regímenes autoritarios de izquierda o de derecha cuyos líderes lo que pretenden es perpetuarse en el poder.  El mundo debe estar alerta para evitar que haya más de estos regímenes.

  En su más reciente libro, “Fascismo. Una advertencia”,  Madeleine Albright hace un  recuento histórico de los gobiernos fascistas y pasa a analizar a los actuales gobiernos del mundo que han seguido el camino inaugurado por Mussolini en Italia en los años veinte del siglo pasado, terminando su recuento con Trump.

  A continuación, cito algunos de los aspectos más importantes que identifica la autora en su libro.

  Inicia con una descripción del régimen de Mussolini:  

-       Logró el apoyo inicial de las masas ofreciendo trabajos, apoyando a ancianos y discapacitados, creando infraestructura y tratando de mejorar el gobierno.

-       Llevó a cabo una campaña para “drenar el pantano” de la burocracia (Palabras que usa Trump)  despidiendo a más de 35,000 servidores públicos y castigando al resto.  Lo hizo aprovechando el disgusto popular por lo que se percibía como un mal gobierno. 

En contraposición a la lucha de clases, buscó unir a trabajadores y empresarios,  creando un Estado corporativo bajo su dirección, que resultó ineficaz.

Trató de  hacer de Italia un país autosuficiente, sin éxito.

-  Llegó a decir que “A veces me gustaría estar equivocado, pero hasta ahora no ha ocurrido.

 -     Consolidó su poder aboliendo a todos los partidos, eliminó la libertad de prensa, neutralizó al movimiento obrero y nombró autoridades municipales.

 Se unió a Hitler en la segunda guerra mundial, fue derrotado y acabó asesinado por sus enemigos.

Hitler retomó muchos de los conceptos de Mussolini, a quien admiraba, para destruir la democracia en Alemania sin perder el apoyo de las masas. La autora también lo describe:

-  Hitler decía que la mayoría de las personas deseaban fervientemente tener fe en algo y que no estaban equipados intelectualmente para determinar sobre qué. Por lo tanto, lo mejor era reducir los problemas a términos que eran fáciles de entender, haciéndoles creer que detrás de todos sus problemas había un grupo de personas que los ocasionaban: los judíos.

-   Entendió que sus compatriotas querían  a un hombre que expresara su enojo, entendiera sus miedos y los supo manipular a través de la propaganda, logrando su apoyo irrestricto.

-   Hitler terminó derrotado y suicidándose, después de ocasionar  el holocausto,  decenas de millones de muertos por la guerra y destruyendo a su país.

   Albright hace mención de personajes fascistas tales como Franco (España), Stalin (URSS), el Sen. McCarthy (E.U.A.), Perón (Argentina), el Gral. Velasco (Perú),  y más recientes, como  Milosevic (Serbia),  Duterte (Filipinas), Chávez (Venezuela), Erdogan (Turquía),  Orbán (Hungría), Putin (Rusia), Kaczynski (Polonia), Kim Il-sung y Kim Jong-un (Corea del Norte) y  Trump (E.U.A.).

   La autora describe lo que  el primer ministro de Hungría, Viktor Orbán,  ha bautizado como democracia iliberal, quien dice haberla copiado de los regímenes de Putin y de Erdogan. Para él, una democracia iliberal está centrada en las supuestas necesidades de la comunidad, en lugar de los derechos inalienables de los individuos. Es democrática porque respeta la voluntad de las mayorías: es iliberal porque no atiende a  las minorías.

   Orbán usa la consulta popular para diseminar y validar falsedades. Hace consultas basadas en mentiras de tal forma que la mentira entra al debate nacional. Esto lo hace tomando el ejemplo de los nazis quienes la perfeccionaron, para darle visos de legalidad al régimen de Hitler.

   Albright cita a Primo Lévi, escritor sobreviviente del holocausto, que decía que cada época tiene su fascismo y que el punto crítico puede ser alcanzado “no solo a través de la intimidación de los policías, sino negando y distorsionando información, debilitando el sistema de justicia, paralizando el sistema educativo y diseminando  una sutil nostalgia por un pasado donde existía orden”.

   Albright dice que el fascismo empieza con personajes como Mussolini o Hitler quienes en sus inicios eran irrelevantes y quienes van construyendo al fascismo con pequeños pasos sucesivos,  de tal manera que el tránsito al fascismo es sutil y las personas no se dan cuenta hasta que es demasiado tarde.

   Los fascistas suelen llegar al poder  democráticamente y luego se dedican a debilitar a los poderes que  les hacen contrapeso, como el Congreso, el Poder Judicial, los partidos de oposición y la prensa independiente.

   Según Albright, no es la ideología la que define al fascismo,  sino las prácticas autoritarias para destruir a la democracia, implantar creencias de carácter discriminatorio hacia las minorías,  polarizar a las sociedades entre buenos y malos y quitando libertades a los opositores, hasta destruirlos.

   La advertencia del libro de Albright va dirigida a los riesgos que plantea el gobierno de Trump y es un llamado para que Estados Unidos no caiga en el fascismo. Es oportuno también para que el resto del mundo no caiga en la trampa de elegir gobernantes fascistas. ________________________________________________________________
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