Por: Octavio Díaz García de León
La idea: Dos grandes
propósitos se han planteado en esta nueva administración: combatir la
corrupción y gobernar con austeridad. Ambas estrategias son muy importantes
ante los excesos que se dieron en administraciones anteriores. Pero solo son medios
para lograr un fin: tener un buen gobierno. Para lograrlo, no bastan los
recortes; hace falta mejorar los procesos.
No recuerdo, desde la administración de Miguel de la Madrid, un
programa de austeridad tan ambicioso como el que se está dando al inicio
de este sexenio.
De la Madrid no tuvo otra opción ante la crisis descomunal de deuda
derivada del gasto excesivo y el crecimiento desordenado de la burocracia en
los sexenios de Echeverría y López Portillo.
Sin embargo, a diferencia de las crisis de los ochenta y la de 1995, hoy
en día los niveles de endeudamiento y gasto público están dentro de
parámetros aceptables para las
calificadoras financieras internacionales. (https://www.eleconomista.com.mx/mercados/Dificil-que-Mexico-pierda-el-grado-de-inversion-calificadoras-20190214-0009.html)
La austeridad en este sexenio no proviene entonces de una crisis
macroeconómica, sino del estilo personal de gobernar del presidente López
Obrador, a quien le disgustan el boato y el abuso en la utilización de los
recursos públicos. Para él, la austeridad
es una forma de gobierno.
En sexenios anteriores se dio un
crecimiento descontrolado de la nómina del
gobierno, con plazas eventuales y contratación de personal por medio de “outsourcing”, esquemas que
proliferaron para darle la vuelta a la creación de plazas que supuestamente
estaba restringida.
También se crearon nuevos organismos con estructuras burocráticas
excesivas las cuales no todas proporcionan a la sociedad más valor de lo que
cuestan.
Además, existen redes clientelares añejas, que operan a través de intermediarios, beneficiando a
sus líderes, quienes ejercían el
poder político con dinero del erario y favoreciendo a los gobiernos en turno.
Por ello, resulta conveniente
reducir plazas de estructura, eliminar los esquemas de “outsourcing”,
quitar las plazas eventuales, desaparecer organismos gubernamentales que no le ofrezcan valor a la sociedad y entregar
el dinero directamente a los beneficiarios de los programas sociales para darle
a cada persona la posibilidad de decidir cómo usar su dinero sin que el
gobierno o sus intermediarios, dicten las reglas de como recibir y utilizar esos recursos.
Era necesario dar marcha atrás a esta inercia de gasto que iba
camino de convertirse en inmanejable y que, de continuar, nos hubiera llevado a
crisis similares a las que se vivieron a fines del siglo pasado.
Sin embargo, las medidas de
austeridad para eficientar al gobierno son necesarias pero no suficientes.
En la lógica de la burocracia se piensa que proporcionar más
servicios con mejor calidad solo se puede lograr a través de tener más
recursos. La petición siempre es la misma: si les dan más trabajo, requieren más plazas, más herramientas y más infraestructura. Es un
enfoque errado porque el dar resultados no se logra solo con más recursos, sino con el buen uso de los mismos.
Por eso, a los gobiernos que
quieren satisfacer las demandas de la población, se les acaba desbordando el gasto
sin dar mejores resultados porque solo se concentran en agregar recursos y no
en mejorar sus procesos.
Si esta lógica se aplicara en las empresas, estas quebrarían
rápidamente.
Los gobiernos también quiebran,
pero toma más tiempo y causa más daño. Así lo vivimos en los sexenios de
Echeverría, López Portillo, De la Madrid y Zedillo y las consecuencias para la
población fueron terribles.
Para vencer las inercias
burocráticas se requiere un cambio de mentalidad en los servidores públicos y
un cambio de paradigma en la forma de operar del gobierno.
No basta con recortar plazas, organismos gubernamentales y
eliminar gastos superfluos para que el gobierno funcione mejor. Si se sigue trabajando igual que siempre pero
ahora con menos recursos, la cantidad y calidad de los servicios se
deteriorarán.
Es necesario rediseñar los procesos del gobierno mediante técnicas de
optimización que incluyan el uso
extendido de automatización, inteligencia artificial, gobierno digital, y otros avances en la
gestión de instituciones. (https://www.heflo.com/es/blog/automatizacion-procesos/que-es-optimizacion-procesos/).
Expertos en investigación de operaciones
y optimización deberían revisar y mejorar todos los procesos del gobierno para que se usen mejor los recursos escasos y
derive en mejores servicios tanto en
cantidad como calidad.
Al inicio de este sexenio, con un presidente que promueve la austeridad,
es oportuno transformar al gobierno en
uno que haga verdaderamente más con menos, realizando una reingeniería a fondo de los procesos gubernamentales, para
hacerlos más eficientes y eliminar puestos de trabajo de manera ordenada y
racional. La austeridad burocrática será buena para el país, siempre y
cuando no se deteriore la acción del gobierno.
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