24 de julio de 2023

MAL HUMOR NACIONAL

 

Por: Octavio Díaz García de León

  

     Está por terminar un sexenio, quizá de los más polémicos en varias décadas y se percibe un ambiente de mal humor en la sociedad, el cual se refleja en lo que leemos, escuchamos y vemos en  las redes sociales y los medios de comunicación.

  Quizá se deba al cansancio por cinco años de polémica y confrontación, de repetición de mentiras y clichés y de dividir a la sociedad. Todo ello a partir de las conferencias matutinas del presidente López Obrador.

  Incluso el buen humor de las mañaneras, involuntario en algunos casos, o deliberado con fines de entretenimiento, ya se ha ido perdiendo.  También allí, el mal humor está desplazando a la alegría y al optimismo con la que este gobierno inició, en función de las  grandes esperanzas que tenía la población que votó por él.   

  Mal humor que deriva también de la falta de resultados tangibles en muchos frentes, no solo de este gobierno, al que 30 millones de ciudadanos le dieron la confianza de que podía cambiar las cosas, sino por décadas previas en que los avances han sido magros y disparejos. Por ejemplo, al igual que la década perdida de los ochenta, no se espera que haya crecimiento económico en el actual sexenio.

  Mal humor por la tarea que implicará reconstruir áreas y servicios clave del gobierno, tales como la seguridad pública, la educación y los servicios de salud que proporciona el Estado o bien, en general, revertir el debilitamiento del aparato gubernamental afectado por los programas de austeridad. Todo lo cual tomará mucho tiempo volver a reconstruir o sustituir por alternativas privadas que suplan sus deficiencias.  

  No recuerdo otro sexenio similar desde el gobierno de Luis Echeverría. Su gobierno fue bastante contradictorio: manejaba un discurso supuestamente de izquierda mientras combatía con dureza a la guerrilla comunista. Propició un estatismo cada vez mayor, a la vez que protegía a la industria nacional que hacía productos de mala calidad y caros, al mantener cerradas las fronteras. Con su populismo atrajo la simpatía de los segmentos de población con menores ingresos , pero no los sacó  de la pobreza; sus programas de asistencia social solo servían para hacerlos dependientes del PRI y convertirlos en sus clientelas. Se confrontó con algunos empresarios poderosos mientras benefició a empresarios compadres que se enriquecieron con sus proyectos faraónicos. Tenía un discurso cotidiano que rayaba en la verborrea, el cual acaparaba la atención de todos los medios de comunicación. Al final de su sexenio, con una fuerte recesión económica y una devaluación significativa del peso, había ya un gran hartazgo y mucho mal humor que solo  mejoró con el cambio de presidente.

  El mal humor se estará acentuando conforme las campañas políticas aticen el fuego de la indignación popular al tratar de exponer todo lo que ocurrió mal en esta administración. Incluso los candidatos del partido del presidente, si quieren tener credibilidad y proponer una evolución que no sea más de lo mismo, tendrán en algún momento que pintar su raya.   

   También hay mal humor por algunos aspectos en donde las carencias y fracasos en la gestión gubernamental son más notorios. Por ejemplo, el pésimo manejo del sector salud en general. La pandemia produjo más de 800 mil muertos y a la fecha sigue siendo un peligro potencial por falta de vacunas. Pero la desaparición del Seguro Popular y el desmantelamiento de un sistema de adquisiciones de medicinas que funcionaba bien, han creado una crisis de dimensiones incalculables.

   Mal humor y también miedo, genera el fracaso en la seguridad pública ante los avances del crimen organizado. La geografía nacional está manchada de inseguridad y los niveles de violencia alcanzan niveles no vistos antes.

   Mal humor por el intento de ideologizar la educación a través de los libros de texto y suprimir de la enseñanza básica, conocimientos y habilidades que los niños requerirán en le futuro para competir con éxito en un mercado laboral global y ante el embate de la inteligencia artificial.

    Hace falta cambiar el humor nacional. El cambio de sexenio seguramente traerá una dosis de mejor humor al darle el beneficio de la duda al nuevo presidente. Pero antes habrá que escoger con mucho cuidado a quien vaya a conducir los destinos del país. Votar por gobernantes que nos regresen el optimismo y el buen humor pero que también demuestren que saben gobernar y atender los problemas más graves del país.

    Habrá que salir del ambiente sombrío en que está sumergida una buena parte de la sociedad después de tanto ataque y polarización y emprender un restañamiento de heridas con optimismo.  Por lo pronto la aspirante a la candidatura del Frente Amplio por México, Xóchitl Gálvez, está regresando el optimismo a buena parte de la población que no encontraba buenos candidatos en la oposición, salpicando  con una fuerte dosis de buen humor e ironía la contienda presidencial.

10 de julio de 2023

ABUSOS EN TRANSPARENCIA

 

Por: Octavio Díaz García de León


   Las leyes de transparencia que se han promulgado en nuestro país son de vanguardia y permiten a los mexicanos acceder a prácticamente toda la información que se genera dentro del gobierno. También se puede solicitar a sindicatos y partidos políticos y, en general, a cualquier institución u organización que reciba recursos públicos. Pero gracias a la generosidad de estas leyes, también ha habido abusos.

   El derecho de todos los mexicanos al acceso a la información pública está protegido por órganos autónomos estatales y por el Instituto Nacional de Transparencia, Acceso a la Información y Protección de Datos Personales (INAI), éste último bajo grave acoso por parte del Congreso y la presidencia de la República, al habérsele dejado casi inoperante por no haber nombrado a tres de los siete comisionados de este Instituto.

   Estos órganos garantes están para que al ciudadano al que se le niegue información, tenga a quien recurrir para impugnar la decisión del sujeto obligado de no querer entregarla y, en su caso, obligarlo a que lo haga.

   La transparencia ha tenido una gran utilidad, en especial para académicos y periodistas que han podido realizar investigaciones de gran valor que van desde descubrir actos de corrupción hasta estudiar el funcionamiento del gobierno. Pero también para el ciudadano común y corriente que pide acceso a su expediente médico o algún otro documento en posesión del Estado que le es de utilidad.

   La Ley de Transparencia es muy generosa pues, para solicitar información,  pudiendo pedir lo que quiera sin importar su identidad, nacionalidad, edad,  propósito para el que desea la información o si tiene interés jurídico alguno.

  Los sujetos obligados deben atender estas solicitudes,  entregando los documentos públicos que se les soliciten, y para ello tienen que mantener estructuras humanas y tecnológicas para cumplir con dichas obligaciones. En algunas instituciones el costo asociado con este aparato de atención a la transparencia puede ser significativo. Más allá de las personas de tiempo completo que atienden las solicitudes, también se invierte tiempo y recursos de las áreas de las instituciones que tienen que responder.  

  Desafortunadamente, esta generosidad de la Ley de Transparencia se presta también a abusos. No solo por la cantidad descomunal de información que en ocasiones se llega a solicitar sin saber si va a servir para algo, o simplemente por tratarse de un ataque disfrazado a las instituciones, las cuales se pueden ver abrumadas por solicitudes de información y excedidas en su capacidad de atención.

   Los hackers informáticos aplican estos métodos cuando bombardean a un sitio de internet con enormes cantidades de solicitudes de acceso hasta que se colapsa.  Estos ataques se llaman de denegación de servicio.  Algo similar puede ocurrir con las solicitudes de información a los sujetos obligados.

  Algunas personas malintencionadas usan a las solicitudes de información como una forma de ataque. Lo hacen por venganzas laborales, políticas o personales. También se disfrazan de solicitudes de información, ataques personales, ya que estas solicitudes, al ser públicas, pueden dañar la reputación de los atacados.

   Para esta problemática que sufren algunas instituciones, no hay mucho margen de defensa. Aunque los organismos garantes han establecido criterios que evitan atender solicitudes irrazonables como puede ser, por ejemplo, “Entréguenme de manera impresa todos los correos electrónicos de la institución de los últimos 5 años”, existen otros casos en que la cantidad de trabajo que se requiere para atender algunas solicitudes de información, resulta onerosa para los sujetos obligados. 

   Este problema se podría resolver si, para ciertas solicitudes de información, los sujetos obligados pudieran denunciarlas como maliciosas ante los órganos garantes. Estos analizarían la viabilidad de la solicitud y los argumentos del sujeto obligado y, de proceder la petición, podrían pedir que el solicitante de la información se identificara  para luego validar su solicitud bajo ciertos criterios que legitimen la petición.  

   Esto no inhibiría las solicitudes de personas que temen represalias de las instituciones,  pues su identidad quedaría bajo resguardo del órgano garante,  pero el sujeto obligado sabría que es una solicitud legítima.

    Se ha cuestionado el valor de la transparencia y lo poco extendido que está su uso en la mayor parte de la sociedad. Uno de los señalamientos puede ser lo caro que les resulta a todos los sujetos obligados mantener este aparato de atención a peticiones de información,  en términos de recursos humanos, materiales y de tiempo de las personas que atienden las solicitudes, lo cual puede ser exacerbado por peticiones que no tienen legitimidad.

   Para eficientar el uso de los recursos dedicados a la transparencia, sería conveniente, ya sea modificar la Ley, o diseñar mecanismos que acoten el abuso. No se trata de coartar el derecho al acceso a la información pública, sino hacer más eficiente y útil para los sujetos obligados y para la sociedad, el ejercicio de esta obligación y este derecho, respectivamente, en bien de la transparencia.