19 de julio de 2019

SE DILUYEN LAS IDEOLOGÍAS


Por: Octavio Díaz García de León.

"Ser de la izquierda es, como ser de la derecha, una de las infinitas maneras que el hombre puede elegir para ser un imbécil: ambas, en efecto, son formas de la hemiplejía moral"
              José Ortega y Gasset

     La idea: Hacer distinción hoy en día entre derecha e izquierda es un ejercicio cada vez más difícil y quizás inútil. A la derecha se le acusa de ser liberal o neoliberal cuando normalmente los conservadores eran anti-liberales. La llamada izquierda revolucionaria se volvió  conservadora como ocurrió en la extinta Unión Soviética donde sus dirigentes no querían que cambiara nada.  Quizás es tiempo de abandonar las etiquetas y enfocarse a las políticas que funcionan para la población.

      Conservadores y liberales se han ido alejando de sus principios originarios y  las ideologías están mutando y diluyéndose. Por ello,  el reto para los políticos actuales es diferenciarse en un mundo donde el espectro ideológico se ha vuelto fluido y las viejas etiquetas ya no describen las nuevas posiciones políticas.

     También han surgido populismos de “izquierda” o de “derecha” cuyo único objetivo es mantener indefinidamente a sus líderes en el poder. Sus políticas públicas solo son medios para manipular al electorado.

    En un artículo reciente, la revista The Economist habla de la agonía  del conservadurismo ante el embate de la nueva derecha que se ha apoderado de los partidos conservadores para destruirlos y aplicar medidas contrarias al espíritu que los alimentaba.

     Por ejemplo, antes favorecían el libre comercio y ahora se oponen a él (Trump y sus guerras comerciales); antes eran más tolerantes a los inmigrantes y hoy los persiguen con denuedo (Estados Unidos y Europa); antes rechazaban y temían a los líderes carismáticos con su culto a la personalidad y hoy apoyan a Trump, Bolsonaro y Boris Johnson; antes, liberales y conservadores tenían puntos en común;  hoy la nueva derecha es implacablemente hostil hacia los liberales.

    Los conservadores tienden a la nostalgia por un pasado mejor y le temen al cambio y al desorden mientras la nueva derecha se ha vuelto revolucionaria. La derecha se ha radicalizado según The Economist y esto se debe al debilitamiento de los antiguos pilares del conservadurismo: familia, religión, sindicatos, asociaciones y un enorme desprestigio de los partidos políticos.

     En los países, por lo general  existen consensos en cuanto a lo que quiere lograr una sociedad: un Estado de derecho; seguridad para las personas y sus propiedades;  niveles mínimos de bienestar; una educación que prepare a las personas para ser exitosos en su vida; y una economía que genere empleos o permita desarrollar el autoempleo.

     Donde difícilmente hay consensos es en el cómo lograr estos objetivos. Y allí es donde diversas ideologías, como recetas de cocina, se disputan la verdad sobre el cómo hacer las cosas.  Algunas ideologías persisten a pesar de los fracasos que han tenido.

     Las ideologías rara vez funcionan porque suelen ser utópicas y por lo tanto, impracticables, y quienes las aplican, dogmáticos,  porque excluyen ideas contrarias.

    Karl Popper propugnaba por una “ingeniería social gradual” que pruebe políticas públicas haciendo cambios  graduales a base de prueba y error para encontrar a las mejores,  hasta que se demuestre que no funcionan y entonces cambiarlas por otras más eficaces.

     Existen políticos como Macron, quien entiende que para gobernar bien, no se puede ser dogmático y lo que conviene es aplicar lo que mejor funcione para la población sin importar su etiqueta de izquierda o derecha.

    Le llaman pragmático,  pero las etiquetas  no agregan nada a la discusión sobre cuáles son las mejores políticas. Lo que prueba si son buenas,  es si dan resultados.

    Entonces, un gobierno racional lo que buscaría es dar resultados que beneficien a la población sin importar la ideología de donde provienen y tener rendición de cuentas con mediciones  que permitan constatarlo.

    El artículo de The Economist habla de la muerte del conservadurismo a manos de un nacionalismo reaccionario y violento. El comunismo por su parte, emblema de la izquierda,  sufrió un golpe de muerte con la caída de la Unión Soviética y con el capitalismo avanzado que existe en la China “comunista”.

    Si bien los políticos siguen esgrimiendo etiquetas para diferenciarse de sus adversarios y para tratar de desprestigiar políticas que no les gustan, la realidad es que estas ya no dicen mucho y a veces solo confunden. 

    En China gobierna el Partido Comunista aplicando medidas liberales y teniendo un capitalismo muy desarrollado y en Estados Unidos gobierna la extrema derecha con políticas anti liberales.

    En pleno siglo XXI, es tiempo de que la humanidad aplique más la razón a la actividad de gobierno y deje de lado camisas de fuerza ideológicas, porque lo que importa es dar resultados  y no que las políticas públicas pertenezcan  a algún lado del viejo espectro ideológico.  

    Tenía razón Ortega y Gasset al invitar a no caer en una hemiplejía moral.
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Twitter: @octaviodiazg                                

6 de julio de 2019

PROTEGER A LA FRONTERA SUR




Por: Octavio Díaz García de León.

    La idea: La protección de nuestras fronteras y litorales es un elemento básico para la seguridad nacional. Se le presta menos atención a nuestra frontera sur que a la norte, por lo que es necesario enfocar esfuerzos hacia allá no solo para ordenar el flujo de inmigrantes sino para detener el tráfico ilegal de drogas, armas y otras mercancías ilegales. No es un asunto de coyuntura sino debe ser una tarea permanente.

     Solemos poner más atención a lo que ocurre en nuestra frontera norte y a las relaciones con Estados Unidos. Con nuestro vecino del norte hemos pasado en las últimas décadas desde una relación fría caracterizada como una vecindad distante, hasta una relación comercial más estrecha derivada del TLCAN. 

     Pero es importante no olvidar los retos que México tiene con su frontera sur. Son 956 km. de frontera con Guatemala y tres de nuestros estados colindan con ese país: Chiapas se lleva la mayor parte con  654 km, Tabasco con 108 km  y Campeche con  194 km. El otro país que colinda con México al sur es Belice, este último  con el estado de Quintana Roo a lo largo de 193 km.

     Para Estados Unidos su frontera sur conlleva problemas muy similares a los que México tiene con su propia frontera sur. Los temas que dominan en ambos casos son el paso de drogas, flujos migratorios descontroladas, flujos ilegales de armas y dinero y problemas ambientales que afectan a las regiones fronterizas.   
      La relación de fuerzas entre países es también, en ambos casos, asimétrica.  La mayor potencia del mundo comparte frontera con México que sigue siendo un país en vías de desarrollo y cuyas  instituciones no son tan fuertes como las del vecino del norte.  

    De manera similar, para nuestros vecinos del sur, México es el gigante del norte con una economía, territorio y población muy superior a la de ellos. Asimismo, las instituciones mexicanas son comparativamente  más sólidas.  

    Existe entonces una relación espejo: Estados Unidos con México y México con Centroamérica. Los retos que se enfrentan en ambas relaciones requieren soluciones regionales porque los problemas se van encadenando de sur a norte y afectan a todos.

    México ha intentado apoyar a Centroamérica desde hace décadas, a través de diversas iniciativas. Desde las iniciativas para pacificar Centroamérica en los años ochenta y noventa del siglo pasado, pasando por el Plan Puebla – Panamá en el gobierno de Fox y el Proyecto Mesoamérica en el de Calderón. Ahora, el presidente López Obrador promueve el Plan de Desarrollo Integral para  El Salvador, Guatemala,  Honduras (Triángulo Norte) y México.  

    El gobierno de México ha ofrecido estos apoyos porque sabe que para detener los flujos migratorios y disminuir la criminalidad asociada con el tráfico de drogas, es necesario desarrollar en el largo plazo la economía de las zonas expulsoras de personas y de producción o paso de drogas.

    Eso no quita que en el corto plazo se requieran medidas de carácter urgente para mitigar una crisis humanitaria derivada de las trabas que Estados Unidos ha impuesto para impedir la entrada a ese país de refugiados provenientes de Centroamérica.

    Pero las acciones que se están llevando a cabo no solo responden a la coyuntura ocasionada por Trump. La fragilidad de nuestra frontera sur es una amenaza a la seguridad nacional que debe ser atendida de manera permanente.

    Ya en sexenios anteriores se desarrollaron acciones para retomar el control de la frontera sur, con poco éxito. Aquellas iniciativas no tuvieron la publicidad que las actuales, pero también contemplaron el despliegue de fuerzas de seguridad e inteligencia para intentar recobrar el control de esa región.

   El despliegue de la Guardia Nacional en la frontera sur es necesario para atender la emergencia en el corto plazo. La solución de largo plazo podría estar en el Plan de Desarrollo Integral para el Triángulo Norte, que, de llevarse a cabo, daría estabilidad a la región al mejorar las condiciones de vida de millones de personas.

    Si se logra desarrollar esa región, los flujos comerciales también beneficiarán al sureste mexicano.  Por ello,  tiene sentido invertir en Centroamérica. Tal y como el TLCAN benefició a nuestro país con inversiones extranjeras y un incremento espectacular del comercio que benefició a los tres países, también fue un factor para disminuir la migración indocumentada de nuestros compatriotas hacia el norte.

    Se podría replicar con éxito esa experiencia con nuestros hermanos del sur. No solo desde el punto de vista económico, sino también con un fortalecimiento de las instituciones para fortalecer el estado de derecho, disminuir la corrupción y apoyar los esfuerzos para combatir los grupos delincuenciales que operan en nuestros países.

    Solucionar los problemas con nuestra frontera sur implica resolver también los que tenemos con nuestro vecino del norte porque los problemas son compartidos y requieren una solución regional. Ojalá, Estados Unidos y Canadá también participen en este esfuerzo por desarrollar Centroamérica para beneficio de toda la región.
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