Por: Octavio Díaz García de León.
"Ser de la izquierda es, como ser de la derecha, una de las
infinitas maneras que el hombre puede elegir para ser un imbécil: ambas, en
efecto, son formas de la hemiplejía moral"
José Ortega y Gasset
La idea: Hacer distinción hoy en día entre
derecha e izquierda es un ejercicio cada vez más difícil y quizás inútil. A la
derecha se le acusa de ser liberal o neoliberal cuando normalmente los
conservadores eran anti-liberales. La llamada izquierda revolucionaria se volvió
conservadora como ocurrió en la extinta
Unión Soviética donde sus dirigentes no querían que cambiara nada. Quizás es tiempo de abandonar las etiquetas y
enfocarse a las políticas que funcionan para la población.
Conservadores y liberales se han ido alejando de sus principios
originarios y las ideologías están mutando y diluyéndose. Por ello, el reto para los políticos actuales es diferenciarse
en un mundo donde el espectro ideológico
se ha vuelto fluido y las viejas etiquetas ya no describen las nuevas
posiciones políticas.
También han surgido populismos de “izquierda” o de “derecha” cuyo único objetivo es
mantener indefinidamente a sus líderes en el poder. Sus políticas públicas solo
son medios para manipular al electorado.
En un
artículo reciente, la revista The Economist habla de la agonía del conservadurismo
ante el embate de la nueva derecha
que se ha apoderado de los partidos
conservadores para destruirlos y aplicar medidas contrarias al espíritu que
los alimentaba.
Por
ejemplo, antes favorecían el libre comercio y ahora se oponen a él (Trump y sus
guerras comerciales); antes eran más tolerantes a los inmigrantes y hoy los
persiguen con denuedo (Estados Unidos y Europa); antes rechazaban y temían a
los líderes carismáticos con su culto a la personalidad y hoy apoyan a Trump,
Bolsonaro y Boris Johnson; antes, liberales y conservadores tenían puntos en
común; hoy la nueva derecha es implacablemente hostil hacia los liberales.
Los conservadores tienden a la nostalgia
por un pasado mejor y le temen al cambio y al desorden mientras la nueva derecha se ha vuelto
revolucionaria. La derecha se ha radicalizado según The Economist y esto se
debe al debilitamiento de los antiguos pilares del conservadurismo: familia, religión, sindicatos, asociaciones y un
enorme desprestigio de los partidos políticos.
En los países,
por lo general existen consensos en
cuanto a lo que quiere lograr una sociedad: un Estado de derecho; seguridad
para las personas y sus propiedades; niveles mínimos de bienestar; una educación
que prepare a las personas para ser exitosos en su vida; y una economía que
genere empleos o permita desarrollar el autoempleo.
Donde
difícilmente hay consensos es en el cómo lograr estos objetivos. Y allí es
donde diversas ideologías, como
recetas de cocina, se disputan la verdad sobre el cómo hacer las cosas. Algunas ideologías persisten a pesar de los
fracasos que han tenido.
Las ideologías rara vez funcionan porque suelen
ser utópicas y por lo tanto, impracticables, y quienes las aplican,
dogmáticos, porque excluyen ideas
contrarias.
Karl Popper
propugnaba por una “ingeniería social
gradual” que pruebe políticas públicas haciendo cambios graduales a base de prueba y error para
encontrar a las mejores, hasta que se
demuestre que no funcionan y entonces cambiarlas por otras más eficaces.
Existen
políticos como Macron, quien entiende
que para gobernar bien, no se puede ser dogmático y lo que conviene es aplicar
lo que mejor funcione para la población sin importar su etiqueta de izquierda o
derecha.
Le llaman
pragmático, pero las etiquetas no agregan nada a la discusión sobre cuáles
son las mejores políticas. Lo que prueba si son buenas, es si dan resultados.
Entonces,
un gobierno racional lo que buscaría
es dar resultados que beneficien a la población sin importar la ideología de
donde provienen y tener rendición de cuentas con mediciones que permitan constatarlo.
El artículo de The Economist habla de la muerte del conservadurismo
a manos de un nacionalismo reaccionario y violento. El comunismo
por su parte, emblema de la izquierda,
sufrió un golpe de muerte con la caída de la Unión Soviética y con el
capitalismo avanzado que existe en la China “comunista”.
Si bien los políticos siguen esgrimiendo etiquetas
para diferenciarse de sus adversarios y para tratar de desprestigiar políticas
que no les gustan, la realidad es que estas ya no dicen mucho y a veces solo
confunden.
En China gobierna el Partido Comunista aplicando
medidas liberales y teniendo un capitalismo muy desarrollado y en Estados
Unidos gobierna la extrema derecha con políticas anti liberales.
En pleno siglo XXI, es tiempo de que la humanidad
aplique más la razón a la actividad de gobierno y deje de lado camisas de
fuerza ideológicas, porque lo que importa es dar resultados y no que las políticas públicas
pertenezcan a algún lado del viejo
espectro ideológico.
Tenía razón Ortega y Gasset al invitar a no caer en
una hemiplejía moral.
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Twitter:
@octaviodiazg
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