20 de agosto de 2023

VIOLENCIA NACIONAL

 

Por: Octavio Díaz García de León

    Los videos del muy probable asesinato de cinco jóvenes en Lagos de Moreno han llenado los espacios informativos, las redes sociales y las conversaciones privadas. El grado de sadismo de los sicarios rebasa la imaginación más perversa de la mayoría de los mexicanos que,  asombrados, contemplamos estos hechos de violencia.

    Pero cada semana nos asomamos a los abismos del horror con acontecimientos de este tipo. Al mismo tiempo que circulaba esta noticia, también se supo de la aparición de 17 cuerpos mutilados en Poza Rica, depositados en hieleras, y el asesinato de una mujer en León, acuchillada por un criminal. Todo ocurriendo ante nuestros ojos a través de videos, en donde se puede observar la crudeza del mal.

    La violencia nos rodea y ahoga: 83 asesinados en promedio diariamente, 110 mil desaparecidos en este sexenio (Tan solo en Lagos de Moreno, 365), 2 mil 710 fosas clandestinas, 800 mil muertos por la pandemia, miles más de muertos por un sistema de salud desmantelado por este gobierno, asaltos en carreteras,  asaltos en calles y casas, extorsiones y amenazas a negocios y a productores del campo.

   México es víctima de una violencia nacional producida por los dirigentes criminales, sicarios, autoridades y una sociedad que permite que todo esto pase. El chiste que contó el presidente López Obrador cuando supuestamente no escuchó lo que le preguntaban reporteros sobre lo acontecido en Lagos de Moreno, o cuando se rio de un periódico que informaba de las matanzas cotidianas, es un reflejo de lo que ocurre con la autoridad: indiferencia, burla, sordera, incapacidad y, posiblemente, complicidad.

   Pero también hay una violencia oculta, cotidiana,  que ocurre en todas partes. Empieza por la violencia que ejercen los padres sobre los hijos con el pretexto de educarlos. La violencia intrafamiliar que afecta especialmente a las mujeres. La violencia del acoso escolar en escuelas primarias y secundarias,  de la cual también hemos sido testigos por videos donde vemos que niños matan a otros niños. La violencia que algunos maestros de educación media y superior ejercen sobre los alumnos y viceversa.

   Está también la violencia que se ejerce en los lugares de trabajo. El acoso laboral y sexual es un tema cotidiano en oficinas y todo tipo de centros de trabajo. Jefes que, una vez empoderados, abusan de sus subordinados. Funcionarios de alto nivel que usan la violencia desde sus posiciones de poder para lograr sus fines de beneficio personal.

   En todos los casos,  fallan los mecanismos institucionales para contener la violencia. Quienes rodean a los violentos se vuelven cómplices, con su silencio,  de las tropelías que cometen.  

   Las autoridades encargadas de la seguridad pública, hoy en día militarizadas a nivel nacional,  han fracasado para contener la violencia de los criminales organizados.

  Las autoridades de salud, responsables de la muerte de cientos de miles de mexicanos, siguen impunes y continúan haciendo de las suyas, sin importar las muertes ya sea en un quirófano bañado por goteras, en un elevador sin mantenimiento donde murió prensada una niña o por la simple carencia de medicinas y vacunas a nivel nacional, produciendo miles de víctimas por falta de atención médica.

   La sociedad se ve impedida de contener toda esta violencia porque, por ejemplo, no tiene las armas para defenderse de los criminales que matan, extorsionan, secuestran, cobran derecho de piso, etc. Tampoco las soluciones institucionales han sido eficaces. La impunidad prevalece y no hay justicia para los agraviados.

   El surgimiento de movimientos de autodefensa en lugares como Michoacán y Guerrero es una solución desesperada ante la incapacidad del Estado mexicano. ¿Será ese el camino que deba seguir la sociedad, armarse, entrenarse, crear grupos paramilitares para defenderse de los criminales?  ¿Hace falta en México un Bukele o un Duterte para frenar a los delincuentes?  

   Pero hace falta combatir no solo a la violencia externa que nos acongoja, sino también a la violencia soterrada que ocurre dentro de las familias, en las escuelas, en los centros de trabajo, en las oficinas regenteadas por desquiciados.

   La sociedad mexicana anhela paz y tranquilidad en todos los ámbitos de la vida. Estamos viviendo una escalada de violencia, desde la confrontación, la amenaza y el insulto que diariamente emite el presidente de la República desde sus conferencias mañaneras,  hasta la violencia cotidiana familiar y en los centros de trabajo.

   Tendremos que ser conscientes de cuando nosotros mismo ejercemos violencia para controlarla, y de cuando los que nos rodean la ejercen, para no permitirlo. Habrá que empezar en nuestra inmediatez y seguir luego por exigir a las autoridades que arreglen esta situación de violencia de la que estamos rodeados. Será una tarea monumental para el próximo presidente si no queremos que el país se acabe de incendiar y una tarea retadora en nuestro entorno, para no consentirla. 

  Pero es un hecho que  los mexicanos merecemos vivir en paz y sin miedo.

6 de agosto de 2023

TABLETAS EN LUGAR DE LIBROS DE TEXTO

 

Por: Octavio Díaz García de León

Para mi mejor maestro, mi papá, donde esté.


   La publicación y el escrutinio público de los nuevos libros de texto han causado una gran polémica entre especialistas, académicos, articulistas y en redes sociales. Se han evidenciado los múltiples errores que contienen y han sido objeto de discusión temas como los contenidos para educación sexual, la disminución de contenidos en matemáticas y la ideologización que permea en varios de ellos, la cual intenta adoctrinar a niños y maestros con la visión particular del segmento más radical de la administración morenista.

   En los años sesenta, la iniciativa del libro de texto único y gratuito tenía sentido porque no se tenían los medios tecnológicos con los que hoy contamos y los niños y maestros no tenían acceso a libros y otros materiales como ahora.

  Pero desde entonces, esos libros tuvieron un propósito ideológico para sostener al PRI a través de los mitos históricos que crearon y cuya herencia aún persiste. Esta visión sesgada de la historia nacional es la que ha favorecido el discurso ideológico del actual gobierno, que construye su apoyo social en base a aquellas mentiras y leyendas que se enseñaron en los libros de texto de hace décadas y que hoy influyen a millones de votantes. No es de extrañar que haya un interés por perpetuar esos errores e introducir otros para favorecer a la clase gobernante mediante la manipulación ideológica de las masas.

  La enseñanza en nuestro siglo debe fomentar el uso de la razón, la capacidad crítica, la voluntad, despertar el interés y la curiosidad de los alumnos y darles los medios y la orientación para satisfacer esas necesidades de conocimiento. Para ello se requieren herramientas flexibles que los libros de texto no proporcionan. Se necesitan,  además, maestros que sepan motivar, guiar y enseñar por lo menos lo básico,  para que sus alumnos puedan ir descubriendo por sí mismos lo que su deseo de saber los lleve a profundizar.

   Mas allá de los contenidos de los libros de texto que podrían ser muy mejorables y ayudar un poco más a los niños a aprender, el concepto en sí me parece obsoleto,  en el siglo de la internet, las redes sociales y la inteligencia artificial.

   Primero, porque los libros están hechos de papel. Los formatos electrónicos superan por mucho al uso de libros de papel ya que no tienen problemas de transporte y distribución, se actualizan de manera instantánea en millones de dispositivos, tienen una enorme flexibilidad, su capacidad de almacenar información es infinitamente mayor, etc.

   Segundo, porque son únicos. En un mundo que vive una enorme diversidad y en el cual la información y el conocimiento están ampliamente difundidos, pretender que haya un libro de texto único es un anacronismo absurdo.  

   Tercero, los contenidos de los libros de texto único siempre estarán sujetos a los sesgos ideológicos de los gobernantes en turno, y rara vez a las necesidades pedagógicas que se requieren para tener alumnos de alta calidad. Tampoco ofrecen la flexibilidad que les permita adaptarse a los modos de aprendizaje de las millones de mentes, cada una tan diferente, que estarán aprendiendo de ellos.  

   Quizá lo único rescatable es que sean “gratuitos”, es decir, pagados con los impuestos de todos, pero aún así,  ese dinero se podría utilizar de manera mucho más eficiente.

  Hoy esto es posible gracias a la tecnología. En lugar de repartir libros de texto de papel, se podrían repartir tabletas electrónicas que contuvieran una biblioteca de miles de libros, videos, música, podcasts,  encabezados por libros guía que enseñen a acceder a toda la vastedad de información disponible en internet.

   Si a estas tabletas se les agrega una conexión a internet, las posibilidades de aprendizaje se multiplican de manera exponencial al tener acceso a bibliotecas electrónicas, publicaciones científicas, museos, música clásica, juegos como ajedrez y las herramientas de inteligencia artificial. Estas tabletas podrían estar diseñadas para que les duraran toda la primaria.

   Todo esto es posible siempre y cuando el objetivo no sea satisfacer las necesidades políticas del gobernante en turno, sino enseñar a los niños a pensar y tener las habilidades que requiere el siglo XXI. En lugar de estar discutiendo contenidos rígidos de libros de texto mal hechos, podríamos discutir cómo aplicar la tecnología a la educación para facilitar realmente el aprendizaje.

   Seguir utilizando libros de texto únicos, impresos en papel, con contenidos rígidos, limitados e ideologizados, es condenar a la ignorancia y la pobreza a los más desfavorecidos de este país. Las familias de mayores ingresos ya tienen acceso a las tecnologías que les permiten a sus niños crecer intelectualmente cuando están bien orientados por sus padres. Si no eliminamos estas discrepancias en oportunidades para aprender, la brecha entre el México moderno y el ancestral seguirá creciendo y la ignorancia será el fertilizante para que florezcan malos gobiernos.