28 de septiembre de 2019

QUITAR EXÁMENES DE ADMISIÓN



Por: Octavio Díaz García de León.

    La idea: Quitar exámenes de admisión a las escuelas suena controvertido porque se plantea un falso dilema: ofrecer educación con calidad o dar educación para todos. Es posible tener ambos pero se requiere más infraestructura  y ofrecer una educación diferenciada. El problema entonces, no son los exámenes de admisión sino la falta de capacidad de escuelas y alumnos. En el caso de estos últimos,  se traduce en deserción. 

    Hace unos días el presidente López Obrador causó polémica al proponer que se eliminaran exámenes de admisión a las escuelas. Para él, el problema no es solo la calidad de la educación sino más bien, la cobertura. Dijo que hay que atender las dos pero garantizando que todos puedan estudiar.

    Por ello, dijo, no debería haber exámenes de admisión. Para que todos tengan posibilidades de estudiar, que la admisión no sea impedimento para acceder a la escuela. Y es que para el presidente López Obrador, la importancia de la escuela no solo es por la parte académica, sino que para él, la escuela es como un segundo hogar para los jóvenes.

    Dijo que la escuela no solo es una oportunidad para aprender, sino que es el espacio  que permite hacer relaciones y establecer comunicación entre alumnos y maestros. Resulta especialmente importante para los adolescentes que tienen problemas por la desintegración de sus familias.

   El presidente López Obrador se pregunta ¿si no pueden llegar a ese segundo hogar, adónde irán?

   Tiene razón. Hay que dar cobertura y calidad en la educación pública. Darles oportunidad a todos. Sin embargo, el primer obstáculo es que exista la infraestructura para incorporarlos. Luego, que tengan suficientes conocimientos para poder avanzar en la escuela, porque, de no ser así, más adelante el problema será su deserción.  

   Los exámenes de admisión en educación básica no deberían ser un instrumento para decidir quién podrá estudiar, sino para decidir qué tipo de educación es la que necesitan y asignarles a centros educativos que correspondan con sus capacidades y donde se les apliquen métodos de enseñanza adecuados a sus circunstancias.

   Las escuelas tendrían que ser más receptivas a las diferencias entre alumnos y por lo tanto ofrecer una educación más diferenciada. Por ejemplo, habrá alumnos de lento aprendizaje que requieran atención especial. Difícilmente podrán llevar los mismos cursos que  alumnos normales  porque se frustrarán al no poder avanzar y retrasarán al resto de sus compañeros.

   De igual forma los alumnos de alto rendimiento deberán tener otro tipo de atención  para aprovechar sus capacidades.

   Esta diferenciación también podría ayudar a abatir la deserción.

   Lo que no hay duda es la obligación que tiene el Estado de ofrecer  educación básica de calidad a toda la población.  

   En cuanto a los exámenes de admisión para educación superior, no necesariamente deberían ser para negar el acceso sino para identificar las deficiencias de los aspirantes y ofrecerles cursos remediales, que no pase automático. Sin embargo, esto no se puede lograr si no existe suficiente infraestructura para darles esa posibilidad a todos los que desean estudiar una carrera y para cubrir sus deficiencias antes de que ingresen.  

   También es importante ofrecer alternativas de educación que no sean carreras universitarias, tales como carreras técnicas, artes y oficios. En ocasiones este tipo de carreras son mejor pagadas que las universitarias.

   Aquellos alumnos que sean admitidos a educación superior sin tener una base mínima de conocimientos corren el riesgo de reprobar o desertar. En el peor de los casos, si no se tienen buenos filtros de calidad, se corre el riesgo de tener “profesionistas” sin los conocimientos necesarios y que los hará inempleables en sus profesiones.

   Por otra parte, para hacer de las escuelas un verdadero segundo hogar, también los maestros deberán estar preparados para asumir ese papel, que requiere no solo preparación pedagógica, sino psicológica.

   Habría que ver si los maestros estarían dispuestos a cumplir ese papel de segundos papás con todo lo que ello implica y ver si los padres de familia están dispuestos a ceder esa responsabilidad a los maestros.

   Para ofrecer cobertura más amplia y de mejor calidad,  la tecnología debe jugar un papel importante. Por ejemplo, es inadecuado el repartir cada año, 176 millones de libros de texto impresos en papel, por el costo enorme que representa, el daño a la ecología por el papel utilizado y la logística tan complicada que requiere.

   Además, el recurrir a enseñar mediante libros de texto impresos, representa una limitación para acceder a conocimientos.

   Una tableta podría ofrecerles a los educandos no un libro sino miles de libros, documentos, videos, audios y material interactivo para facilitar el aprendizaje, los cuales, además, se pueden actualizar de manera remota por internet.

    Tiene razón el presidente López Obrador en que debe haber cobertura universal en educación básica y una oferta suficiente para satisfacer la demanda en educación superior. Para lograr esto con calidad será necesario ofrecer una educación diferenciada y tener un alto uso de tecnología que permita que se estudie incluso de manera remota. Una vez resuelto esto, el siguiente gran reto será evitar la deserción, pues no solo es importante dar oportunidad a todos, sino que terminen sus estudios.  

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12 de septiembre de 2019

RIESGOS DEL APACIGUAMIENTO




Por: Octavio Díaz García de León.

    La idea: Intentar apaciguar a los violentos confrontándolos con la no violencia puede dar resultados. Allí están los ejemplos de Gandhi, Martin Luther King y Mandela. Pero también se corre el riesgo de que personajes como Hitler, quien se aprovechó del temor de las naciones europeas a confrontarlo, vean en ello un signo de debilidad para cometer más fechorías.

    En su interesante libro “Apaciguamiento. Chamberlain, Hitler, Churchill y el Camino a la Guerra” de Tim Bouverie, el autor hace un recorrido histórico de los intentos de Gran Bretaña por apaciguar a Hitler hasta antes de que estallara la Segunda Guerra Mundial, cediendo en todo lo que pedía el dictador alemán, pensando que con eso se evitaría otra guerra mundial.

    Hitler actuó impunemente para violar las condiciones del Tratado de Versalles que dieron fin a la Primera Guerra Mundial y para invadir otros países. Remilitarizó sin permiso la Renania, su ejército se rearmó rápidamente y se anexo a Austria y a  Checoslovaquia.

    Cuando invadió Polonia, británicos y franceses vieron que no habría nada que detuviera a Hitler para satisfacer sus ambiciones territoriales por lo que le declararon la guerra. Pero se dieron cuenta muy tarde, sufriendo Francia la invasión y derrota total, mientras que  Gran Bretaña  estuvo a punto de sucumbir.

    El Primer Ministro británico, Neville Chamberlain, tenía razones poderosas para tratar de apaciguar a Hitler. Después de tan solo 15 años de haber terminado la Primera Guerra Mundial, gran parte de la población aún tenía muy vivos en la memoria, los horrores de esa guerra. Lo menos que querían británicos y franceses  era una nueva conflagración.  

   Winston Churchill fue uno de los pocos que se atrevieron a oponerse a la política de apaciguamiento del Primer Ministro Chamberlain. El tiempo acabó dándole la razón  a Churchill y ambos pasaron a la historia. El primero como  estadista y  héroe que salvó a su país y el segundo como un personaje débil que fue chantajeado y engañado por Hitler.

    La historia de México nos habla de resistencia heroica contra enemigos más poderosos. Con sus muchos defectos, López de Santa Anna no dejó de combatir a los texanos secesionistas y a los americanos que nos arrebataron la mitad del territorio.

    Juárez no se dejó amedrentar por la invasión francesa y los combatió hasta que derrotó a los imperialistas. De no haber tenido esa firmeza y convicción quizás hubiéramos sido colonia francesa por un largo tiempo.

    En contraste, el Gral. Pershing pudo recorrer con su ejército todo el Estado de Chihuahua en busca de Villa sin encontrar mayor resistencia por parte del gobierno.

Hoy se está planteando una política de apaciguamiento, tanto en el trato con Trump, como para  enfrentar el problema de la violencia,  la inseguridad y la protesta social. 

     Este enfoque para abatir la inseguridad por la vía pacífica o tolerar la protesta pública sin usar la fuerza, podría tener sus raíces en el  trauma del 2 de octubre de 1968 o debido a casos como el de Tanhuato, donde aparentemente hubo excesos por parte de las fuerzas de seguridad. Sin duda también, después de 13 años de un número creciente de asesinatos dolosos, la población está harta de tanta violencia.

     Existen notables ejemplos de cómo vencer a los poderosos mediante el uso de la no violencia. Tal es el caso de Gandhi, King y Mandela entre otros. Pero les tomó muchos años de lucha y un gran sacrificio por parte de sus seguidores. Además, los dos primeros acabaron asesinados.

    ¿Será la no violencia la solución para combatir a las fuerzas delincuenciales que están desangrando al país y para atemperar la inseguridad que afecta a la gran mayoría de la población víctima de secuestradores, ladrones, estafadores y otros delincuentes?

    La prudencia en el uso de la fuerza es necesaria, sobre todo para no causar víctimas inocentes. Pero renunciar al uso de la fuerza pública, como hemos visto en algunos  videos que circulan en redes sociales donde se aprecia como soldados son atacados por turbas dedicadas a actividades ilícitas, sin responder la agresión, puede no ser el mejor camino. Afortunadamente ya advirtió el Secretario de la Defensa que los soldados podrán usar la fuerza en defensa propia.

    ¿Será la vía del apaciguamiento la mejor forma de tratar a Trump? Probablemente sea lo más prudente, pero también se corre el riesgo de que sus demandas no cesen y quiera imponer al país situaciones desventajosas.

   Los  capos del narco o personajes como Trump, podrían no apreciar esta apertura como una invitación a la paz y a una cooperación mutuamente constructiva, sino como un signo de debilidad y una señal para aumentar sus actividades en contra de México.  

    No hay que confiar demasiado en la vía del apaciguamiento porque podría resultar contraproducente. Desafortunadamente, la mayoría de las veces la única manera de apaciguar a los violentos o a personajes intimidantes como Trump, es confrontándolos. Allí están los dilemas que plantea la historia: decidir si seguir el camino de  Chamberlain o el de Churchill.
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