Por: Octavio Díaz García de León.
La idea: La protección de nuestras fronteras y
litorales es un elemento básico para la seguridad nacional. Se le presta menos
atención a nuestra frontera sur que a la norte, por lo que es necesario enfocar
esfuerzos hacia allá no solo para ordenar el flujo de inmigrantes sino para
detener el tráfico ilegal de drogas, armas y otras mercancías ilegales. No es
un asunto de coyuntura sino debe ser una tarea permanente.
Solemos poner
más atención a lo que ocurre en nuestra frontera norte y a las relaciones con
Estados Unidos. Con nuestro vecino del norte hemos pasado en las últimas
décadas desde una relación fría caracterizada como una vecindad distante, hasta
una relación comercial más estrecha derivada del TLCAN.
Pero es
importante no olvidar los retos que México tiene con su frontera sur. Son 956
km. de frontera con Guatemala y tres de nuestros estados colindan con ese país:
Chiapas se lleva la mayor parte con 654
km, Tabasco con 108 km y Campeche con 194 km. El otro país que colinda con México al
sur es Belice, este último con el estado
de Quintana Roo a lo largo de 193 km.
Para Estados
Unidos su frontera sur conlleva problemas muy similares a los que México tiene
con su propia frontera sur. Los temas que dominan en ambos casos son el paso de
drogas, flujos migratorios descontroladas, flujos ilegales de armas y dinero y
problemas ambientales que afectan a las regiones fronterizas.
De manera
similar, para nuestros vecinos del sur, México es el gigante del norte con una
economía, territorio y población muy superior a la de ellos. Asimismo, las
instituciones mexicanas son comparativamente
más sólidas.
Existe
entonces una relación espejo: Estados Unidos con México y México con
Centroamérica. Los retos que se enfrentan en ambas relaciones requieren
soluciones regionales porque los problemas se van encadenando de sur a norte y
afectan a todos.
México ha intentado apoyar a Centroamérica desde
hace décadas, a través de diversas iniciativas. Desde las iniciativas para
pacificar Centroamérica en los años ochenta y noventa del siglo pasado, pasando
por el Plan Puebla – Panamá en el gobierno de Fox y el Proyecto Mesoamérica en
el de Calderón. Ahora, el presidente López Obrador promueve el Plan de
Desarrollo Integral para El Salvador,
Guatemala, Honduras (Triángulo Norte) y
México.
El
gobierno de México ha ofrecido estos apoyos porque sabe que para detener los
flujos migratorios y disminuir la criminalidad asociada con el tráfico de
drogas, es necesario desarrollar en el largo plazo la economía de las zonas
expulsoras de personas y de producción o paso de drogas.
Eso no
quita que en el corto plazo se requieran medidas de carácter urgente para
mitigar una crisis humanitaria derivada de las trabas que Estados Unidos ha
impuesto para impedir la entrada a ese país de refugiados provenientes de
Centroamérica.
Pero las acciones
que se están llevando a cabo no solo responden a la coyuntura ocasionada por Trump.
La fragilidad de nuestra frontera sur es una amenaza a la seguridad nacional
que debe ser atendida de manera permanente.
Ya en
sexenios anteriores se desarrollaron acciones para retomar el control de la
frontera sur, con poco éxito. Aquellas iniciativas no tuvieron la publicidad
que las actuales, pero también contemplaron el despliegue de fuerzas de seguridad
e inteligencia para intentar recobrar el control de esa región.
El
despliegue de la Guardia Nacional en la frontera sur es necesario para atender
la emergencia en el corto plazo. La solución de largo plazo podría estar en el
Plan de Desarrollo Integral para el Triángulo Norte, que, de llevarse a cabo, daría
estabilidad a la región al mejorar las condiciones de vida de millones de
personas.
Si se
logra desarrollar esa región, los flujos comerciales también beneficiarán al sureste
mexicano. Por ello, tiene sentido invertir en Centroamérica. Tal y
como el TLCAN benefició a nuestro país con inversiones extranjeras y un
incremento espectacular del comercio que benefició a los tres países, también fue
un factor para disminuir la migración indocumentada de nuestros compatriotas
hacia el norte.
Se podría
replicar con éxito esa experiencia con nuestros hermanos del sur. No solo desde
el punto de vista económico, sino también con un fortalecimiento de las
instituciones para fortalecer el estado de derecho, disminuir la corrupción y apoyar
los esfuerzos para combatir los grupos delincuenciales que operan en nuestros
países.
Solucionar
los problemas con nuestra frontera sur implica resolver también los que tenemos
con nuestro vecino del norte porque los problemas son compartidos y requieren
una solución regional. Ojalá, Estados Unidos y Canadá también participen en
este esfuerzo por desarrollar Centroamérica para beneficio de toda la región.
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@octaviodiazg
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