Por: Octavio Díaz García de León
Para mi mamá, in memoriam
La idea: Si bien la violencia que sufre nuestro país no es un fenómeno nuevo,
los acontecimientos recientes lo han hecho más alarmante. El Estado mexicano ha
fracasado para contenerla y se pone en riesgo la seguridad nacional. Pero
también hay un factor de indiferencia en la sociedad que se ha acostumbrado a
ella. No debemos permitirlo.
La violencia en
nuestro país se refleja por una parte en las estadísticas de homicidios dolosos
que arrojan alrededor de 36,000 muertos al año, equivalentes a
toda la población, por ejemplo, de Jiquilpan, Michoacán. Por otra parte, una serie de acontecimientos
recientes parecen señalar que la violencia es cada vez peor.
Tenemos el caso de las
17 personas fusiladas en San José de Gracia, Michoacán, una desgracia de la que nos enteramos
gracias a algún valiente que grabó la escena y la difundió en las redes
sociales. Por ello pudimos observar como un grupo de personas alineadas ante
una pared fueron fusiladas. Luego, los mismos asesinos se encargaron de no
dejar huella y limpiaron el lugar con todo el tiempo que necesitaron. Pero no
es el único caso en Michoacán. El asesinato de dos alcaldes en lo que va del
año, los enfrentamientos en Parangaricutiro, las minas antipersonales colocadas
en brechas, las batallas en Tierra Caliente, etc. Michoacán está en guerra.
Otro caso lamentable es
lo que ocurre en Zacatecas donde han ocurrido hechos como el asesinato de cinco
jóvenes universitarios, el asesinato constante de policías, los ejecutados
colgados en los puentes y el desplazamiento de 30,000 personas que han tenido que huir de sus pueblos, ante las amenazas de la delincuencia
organizada y ante la impotencia de las
fuerzas del orden que en lugar de combatir y dar seguridad a esas poblaciones,
los escoltan para abandonar sus hogares. Zacatecas también está en estado de guerra.
Un hecho de violencia
extrema que también se pudo observar gracias a las redes sociales fue la
agresión que sufrieron los aficionados del equipo de futbol Atlas a manos de delincuentes,
algunos de ellos aparentemente dedicados al huachicol, con playeras del equipo Querétaro
en el estadio de esta ciudad.
Pero la violencia contra
la población también se da de otra manera: por el desabasto de medicinas, la
falta de insumos hospitalarios y otras deficiencias en la operación de los
servicios de salud pública que han ocasionado miles de muertes. O bien por el
pésimo manejo de la pandemia por las autoridades de salud que ocasionaron el
fallecimiento de 800,000 personas en nuestro país y que hicieron que millones más quedaran con
secuelas de por vida.
Durante la pandemia se
manifestó esa violencia con el viacrucis que padecieron millones de familias
que no encontraron tratamiento, ni hospitales, ni médicos y tuvieron que salir
desesperados a buscar oxígeno para sus seres queridos. Esta violencia derivó en
parte de la inutilidad de las medidas preventivas tales como los semáforos o de
medidas absurdas como desalentar el uso de cubrebocas o alentar la convivencia.
En otros países habría
una respuesta de la sociedad mucho más contundente contra este tipo de
acontecimientos. Pero no en México. ¿A que se debe este fenómeno? ¿Indiferencia?
¿Impotencia? ¿Resignación?
Me recuerda la
tragedia del pueblo judío durante la Segunda Guerra Mundial cuando millones de
ellos caminaron dócilmente a la muerte engañados por los nazis con mentiras que
les hicieron creer que se trataba solo de reubicarlos. Solo en algunos casos, como
en la rebelión en el gueto de Varsovia, se vio una lucha contra los designios
de los genocidas alemanes. Quizá escapaba a su imaginación que seres humanos
pensantes y educados fueran capaces de matarlos a todos.
¿Será que algo similar
está pasando en nuestro México donde somos indiferentes al grado de violencia
que ya existe en determinados territorios del país? ¿Será que estamos
hipnotizados ante algo que está ocurriendo ante nuestros ojos y preferimos cerrar
los ojos, creer que no pasa nada y dejarnos llevar por quienes nos mienten cotidianamente
sobre lo que ocurre?
Si seguimos el ejemplo
del pueblo judío que en Israel se ha convertido en un Estado fuerte y exitoso,
a lo mejor podemos tener la esperanza de que algún día los mexicanos no permitiremos
más muertes, ni por el mal manejo de la salud pública, ni porque los delincuentes
tomen pueblos, cobren piso, secuestren y gobiernen grandes territorios.
Hace falta llegar al
punto de quiebre que venza la indiferencia y que impida seguir viendo como
normal los cientos de miles de muertes evitables ocasionadas por una pandemia o
las pequeñas guerras que están ocurriendo ante nuestros ojos. Hace falta para que las autoridades salgan de
su incapacidad y actúen también antes de que sea demasiado tarde. No debemos esperar
que ese punto de quiebre arribe cuando la muerte llegue a nuestro propio hogar o
cuando veamos a los vecinos caer en una refriega.
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