28 de diciembre de 2013

VEINTE AÑOS DEL TRATADO DE LIBRE COMERCIO


 
 

     Los años ochenta no solo fueron una década perdida para México sino una época de innumerables pequeñas tragedias personales. Venía el país de un periodo de crecimiento económico durante la década anterior, alimentado por el gasto excesivo del gobierno, por su endeudamiento y basado en los descubrimientos de petróleo. Un gobierno sin oposición y populista impuso políticas económicas que dañaron al país de forma extraordinaria. La falta de contrapesos propició una corrupción rampante que corroía a todos los sectores del gobierno y de la sociedad. La súbita caída de los precios internacionales del petróleo  hizo que el sistema implosionara ante la caída de los ingresos del gobierno y su incapacidad para pagar sus deudas. En 1982 inició la debacle que se extendió por el resto de la década y que provocó una serie de devaluaciones del peso, inflaciones que llegaron a superar el 120% anual, la estatización de la banca, el control de cambios, la ausencia total de crédito y el estancamiento económico entre otras calamidades. Ello también impulsó  el nacimiento de una oposición política de importancia ante el desastre que sufría el país.

 

     A escala personal, en las familias de la clase media y en general para el resto de la población, la tragedia aparecía en el día a día: los ahorros en dólares súbitamente fueron confiscados y se convirtieron a pesos a una tasa de cambio muy inferior a la de mercado.  No había divisas y, por ejemplo, era muy difícil viajar ante la escasez de moneda extranjera. No había empleo. Empresas endeudadas en dólares, quebraron. Todo se debía de adquirir en efectivo y rápido antes de que el peso perdiera valor. Las tiendas amanecían saqueadas después de las devaluaciones. En el mercado no había pasta de dientes por que el tubo que las contenía era importado. Pero en general  tampoco había  bienes importados. Comprar una casa o un departamento solo podía hacerse en efectivo. No había crédito. Se luchaba porque los ahorros no perdieran valor gastándolos en bienes que conservaran algo del valor. Los ahorros de muchas personas se perdieron destruidos por la inflación ya que los bancos pagaban tasas de interés  por debajo de la inflación.

 

     Varios cambios fundamentales lograron acabar con la pesadilla de los setenta y ochenta: la reducción del déficit del gobierno, la renegociación de la deuda, la autonomía del Banco de México para contener la inflación; la alternancia política y el Tratado de Libre Comercio para América del Norte (TLCAN). Este último con un éxito ampliamente documentado para los tres países. El comercio en 1993 en América del Norte ascendía a 290 mil millones de dólares. Hoy asciende a 1.1 billones de dólares (Cuatro veces más) y la economía en el subcontinente se duplicó en ese periodo pasando el PIB de 8 a 19 billones de dólares en ese período formando un mercado de 470 millones de personas. En el caso de México las exportaciones pasaron de 60 mil millones de dólares a 400 mil millones en 2013.

 

     A nivel familiar, gracias al TLCAN, se hizo posible encontrar en el mercado local bienes antes inalcanzables. Por ejemplo, en los supermercados se encuentran bienes de todo tipo, nacionales e importados. Existen decenas de marcas de automóviles y más de un centenar de modelos de donde escoger (En los ochenta había cinco o seis marcas de autos en México y unos pocos modelos por marca). Los productos electrónicos antes solo disponibles mediante contrabando hoy se encuentran en cualquier tienda. Con la estabilidad financiera regresó el crédito y con él planes de financiamiento de todo tipo para autos, compra de vivienda y  crédito al consumo no solo en tarjetas de crédito. También gracias al tipo de cambio libre no hay escasez de divisas. No todo fue consecuencia del TLCAN pero mucho influyó.

 

     Los beneficios para Estados Unidos y Canadá han sido muy importantes. Si bien para México hubo aspectos positivos como los antes mencionados, nuestro país no ha generado empleo suficiente ni de mayor valor agregado y continúan deteriorándose aspectos de  la relación entre México y E.U. tales como el migratorio con la construcción de muros que recuerdan más a la cortina de hierro soviética y al muro de Berlín o respecto al tráfico de drogas hacia el norte y de dinero y armas hacia el sur que han generado una escalada de violencia en nuestro país.  

 

     Hay pues una promesa incumplida del TLC. La promesa de una más fructífera unión con nuestros vecinos del norte, asunto que por lo pronto no está en sus prioridades ya  que prefieren mirar hacia otros intereses geopolíticos que hacia sus vecinos del sur. Por lo que hace a nuestro país, hace falta imaginación e iniciativa para cambiar la relación entre los dos países. Quizá ahora con la reforma energética  se despierte nuevamente el apetito de nuestros vecinos del norte por tener una relación más estrecha con México para hacer a Norteamérica autosuficiente en materia de energía. A veinte años del TLC la reforma energética puede ser el nuevo detonante para un mayor acercamiento entre los tres países. Aprovecho para desearles un muy feliz y próspero 2014 y que cumplan todas sus metas.

 

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