Por: Octavio Díaz García de León.
La idea: Se ha puesto de moda el decir que la desigualdad económica es uno de
los grandes males de México y en general de todo el mundo. Aparece sobre todo
como bandera de movimientos supuestamente progresistas. El profesor Steven
Pinker, en un reciente libro, desmiente este mito cultivado por diversas
corrientes ideológicas. La desigualdad no es el problema sino la pobreza.
Todas las
personas somos diferentes. Nuestra genética y nuestras circunstancias son
únicas y eso nos permite lograr cosas muy distintas (Yo soy yo y mi
circunstancia, diría Ortega y Gasset). Por ello, la desigualdad económica no
necesariamente es algo negativo, sino que es producto de las capacidades, las habilidades
y la suerte de cada persona.
Hay que sentirnos
orgullosos de nuestra individualidad y de ser diferentes lo cual también es
signo de nuestra libertad. El sueño de las ideologías totalitarias es convertir
a los individuos en “masa” que obedezcan los designios de una élite a través de
uniformizar a las personas para dominarlas.
La
igualdad en los países comunistas, por ejemplo, se logró a base de empobrecer a
las grandes mayorías mientras una élite reducida gozaba de amplios privilegios.
El
profesor Steven Pinker en su libro más reciente “En defensa de la Ilustración:
Por la razón, la ciencia, el humanismo y el progreso” critica las creencias que
no se sustentan en la razón y que abogan por el regreso a un pasado
supuestamente mejor que el presente. Sin embargo, la humanidad ha ido mejorando
en todos los aspectos y estamos mejor que en el pasado.
En una de
las secciones del libro desmiente la creencia de que la desigualdad social es
uno de los males de la humanidad, aduciendo, entre otras cosas, que no es un
componente fundamental del bienestar de las personas como sí lo son otros
aspectos tales como salud, seguridad, paz, conocimiento y prosperidad.
Citando
al autor Harry Frankfurt, dice que la desigualdad no es objetable moralmente, sino
lo que hay que objetar es la pobreza. Es decir, lo importante no es que todos
tengan lo mismo, sino que tengan lo suficiente.
Pinker
indica que confundir pobreza con desigualdad viene de la falacia de la
“porción”. Esto es, se cree que la riqueza es finita y que tiene que ser
dividida. Una especie de juego de suma cero, donde alguien obtiene más a costa
de otro que obtiene menos.
Lo cual es
falso porque la riqueza ha venido creciendo exponencialmente en los últimos
siglos. En este sentido, cuando los ricos se vuelven más ricos, los pobres
también enriquecen, porque el “pastel” crece para todos.
Podemos
ver ejemplos de esta situación en México (https://octaviodiazgl.blogspot.com/2017/12/hoy-mejor-que-ayer.html). Si vemos cuantas personas tenían teléfono móvil
hace cincuenta años, estas no pasaban de 1400; hoy, más de 100 millones tienen
uno. O cuantos hogares tenían electrodomésticos, coches, televisión y otras
comodidades, que hoy gozan la mayoría de los hogares y hace cincuenta años eran
todavía un lujo.
Los
segmentos más pobres de la población actualmente tienen acceso a bienes y
niveles de bienestar que en algunos casos ni los más ricos de hace cien años
tenían. Por ejemplo, antibióticos y vacunas que aún no se habían descubierto y
que hoy han incrementado sustancialmente la esperanza de vida, especialmente de
los pobres.
La crítica contra la desigualdad
se puso de moda por el libro “El Capital en el Siglo XXI”
de Thomas Piketty. Pinker hace notar que uno de los hallazgos de Piketty es que
“la mitad más pobre de la población es tan pobre en 2010 como lo era en 1910
con solo el 5% de la riqueza” lo cual se presenta como algo negativo, pero no
lo es. La economía hoy es mucho más grande que en 1910; si los más pobres solo
tienen la misma proporción de la riqueza total, son mucho más ricos que en
1910.
Según el
historiador Scheidel, a quien cita Pinker, históricamente la desigualdad ha
disminuido drásticamente por cuatro razones: grandes guerras, revoluciones
devastadoras, colapso del Estado o pandemias letales: la igualdad se incrementa
debido a que muere una proporción importante de la población. Lo cual es un
camino que esperamos nunca transitar para lograr la igualdad.
Se le
atribuye a la globalización y a la tecnología el incremento de desigualdad.
Esto en parte es cierto, pero ambos factores han servido para disminuir de
manera sustantiva la pobreza y crear una clase media global, incrementando los
niveles de bienestar de todos. El mundo sigue progresando aún si los indicadores
de desigualdad no mejoran.
Sugiere
Pinker que para disminuir la pobreza y reducir la desigualdad hay que
incrementar el crecimiento económico mediante la economía de mercado,
tecnología y globalización, aunado a un gasto social como el Ingreso Básico
Universal que ayude a todos.
Ojalá en
el futuro los esfuerzos en nuestro país no se orienten a disminuir la desigualad,
sino a acabar con la pobreza, que no es lo mismo como ya vimos, elevando el
bienestar de toda la población sin excepción.
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@octaviodiazg
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