23 de diciembre de 2017

HOY MEJOR QUE AYER



Por: Octavio Díaz García de León

Para Mamá en sus 95

      Mis papás nacieron en su casa y en condiciones que han de haber sido muy difíciles para mis abuelas, sin la higiene y la infraestructura que proporciona un hospital. Ambas familias no eran pobres sino de clase media, pero así eran las condiciones del país hace 100 años.  Los niños se tenían en casa en un entorno de salud muy precario y había una enorme mortalidad tanto de los niños como de las mujeres que daban a luz en esas condiciones.

     Además, llegar a adultos ya era un gran logro por la gran mortalidad infantil. Basta recordar que no había antibióticos y las personas morían de enfermedades que hoy nos parece increíble que hubieran podido ser mortales.

     A mi Mamá, que ya casi alcanza el siglo de vida, le ha tocado ver muchas cosas. En sus recuerdos están los relatos de sus papás respecto a las correrías de bandidos en épocas de la Revolución que asolaban Michoacán (Todavía, desafortunadamente); el haber jugado con casquillos de bala que habían caído en el patio de su casa después de algún enfrentamiento, ya en épocas postrevolucionarias; la escasez y hambre que sufrían las familias por aquellos tiempos revueltos, en donde el campo estaba devastado.

     Pero el México de entonces ya no es el México de hoy. Vivimos en un país mucho mejor a pesar de algunos aspectos en donde no hemos avanzado.

     México ha pasado de ser un país rural a uno predominantemente urbano y altamente industrializado. La infraestructura es infinitamente mejor que la que existía entonces, con la excepción de los ferrocarriles, cuyo desarrollo ha sido un fracaso en este periodo.

     La electricidad era un lujo y solo las ciudades grandes contaban con ella. El teléfono y los automóviles, eran solo para los muy ricos. La clase media de entonces vivía muy precariamente comparada con la clase media actual. Difícilmente tenían casas propias y sus posesiones eran muy limitadas. La ropa y el calzado se hacía artesanalmente, se compraba poca, rara vez y se cuidaba mucho, porque no alcanzaba para más.   

     Hoy no es así. Una familia de clase media vive en mejores condiciones que los ricos de hace cien años. Se tiene electricidad, agua corriente, drenaje, teléfono individual, por lo menos un automóvil por familia, casa propia, enseres domésticos de todo tipo, acceso a educación universitaria, ropa accesible, posibilidades de viajar por todo el mundo y un largo etcétera que los ricos de hace 100 años difícilmente podían tener.

    No faltará quien me recuerde que sigue habiendo pobres que viven en condiciones muy precarias. Pero incluso los más marginados, como los Rarámuris en la sierra de Chihuahua, hoy ya casi no viven en cuevas como antaño, sino en pequeñas casas de piedra. Aún los más marginados han mejorado sus circunstancias.  

     Los que tenemos el privilegio de escribir en algún medio de comunicación somos dados a criticar lo que no está bien, porque con ello pensamos que se pueden mejorar las cosas en México y porque nos falta un gran trecho para alcanzar niveles y calidad de vida que ya tienen otros países.

     Pero viendo al país en una perspectiva de tiempo amplia, como lo puede atestiguar mi Mamá en su larga vida, podemos encontrar que hemos mejorado enormemente. Desde el contar con muchos años más de expectativa de vida, tener una calidad de vida muy superior, hasta contar con una democracia que permite cambios de gobierno en paz.  

    Por esta ocasión, aunque habría que hacerlo más seguido, les propongo ver el lado bueno de todo lo que tenemos. El resto del año seguiremos señalando lo que no está bien para cambiar lo que sea necesario para mejorar.

    Pero esta Navidad les propongo un alto en el camino de la insatisfacción. Desintoxicarnos de todo lo malo que nos abruma y observar que hay cosas buenas que debemos apreciar mejor.

     Agradecer el estar vivos, lo cual es una gran oportunidad de participar de una experiencia extraordinaria y quizá única en todo el universo y, además, tener conciencia de ello.

     Darnos cuenta de lo extraordinario que resulta viajar en esta nave espacial llamada Tierra (Como le llamó Buckminster Fuller) que se desplaza junto con el Sol y la Vía Láctea por el Universo.

     Dar gracias por estar en este planeta, en este país, a pesar de sus defectos, y apreciar que, en el lapso de una vida, en México hemos mejorado nuestros estándares de vida de una forma extraordinaria, como lo puede atestiguar Mamá.

     Y no perder la esperanza de que mañana siempre estaremos mejor.

    Les deseo muy felices fiestas y un extraordinario año 2018. Que sean siempre mejores los años por venir, para todos.


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  Correo: odiazgl@gmail.com                                       Twitter: @octaviodiazg

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