Por: Octavio Díaz García de León.
La idea: Se cumplen cincuenta años del movimiento del 68 que culminó en la
matanza del 2 de octubre. Un capítulo lamentable en la historia de nuestro
país, especialmente por la fuerza utilizada por el gobierno para desmantelar
dicho movimiento. A todos los que vivimos ese año, nos marcó de alguna forma. Lo
importante es que la represión contra la oposición política legítima no se repita
y que las vías democráticas permanezcan abiertas.
En el
verano de 1968 pasé unas vacaciones en la ciudad de México. Se percibía peligroso el acercarse a la ciudad universitaria,
especialmente por el despliegue de soldados por todas partes. Había mucha
tensión y preocupación entre los habitantes de la ciudad.
Mi tío,
Porfirio García de León, entonces director del plantel número 9 de la Escuela
Nacional Preparatoria de la UNAM y ex rector de la Universidad Michoacana de
San Nicolás de Hidalgo, acompañó al rector Barros Sierra en la marcha del 1 de
agosto del 68 junto con otros 100,000 participantes. Mi tío, a pesar de que
caminaba con muletas, lo hacía con una agilidad asombrosa y estuvo todo el
trayecto cerca de Barros Sierra, en esa marcha histórica en defensa de la UNAM,
ante la presencia ominosa del Ejército que apuntaba con sus armas a los
manifestantes.
Mamá
interrogaba al tío Porfirio por teléfono y él se mantenía discreto: la
Dirección Federal de Seguridad (DFS) lo espiaba y tenía intervenido su teléfono.
De hecho, cualquier militante de la izquierda (Él militaba en el Partido Popular
Socialista, fundado por Lombardo Toledano) lo hacía sospechoso de ser enemigo del
gobierno de Díaz Ordaz.
Efectivamente
lo espiaban, como años después lo pude constatar al obtener su expediente de
los archivos de la DFS, los cuales estuvieron abiertos al público en los
sexenios de Fox y Calderón. En este sexenio que termina, Osorio Chong y Eugenio
Ímaz (Director General del CISEN) decidieron cerrar los archivos de la DFS al
público. Ojalá el presidente López Obrador los abra de nuevo.
Acabaron
mis vacaciones en el D.F. y regresé a la escuela a principios de septiembre. A
los pocos días se formó un comité de huelga en la Universidad Autónoma de
Chihuahua (UACH) a donde pertenecía la escuela preparatoria donde estudiaba. Impulsado
por una de las maestras que me vio cara de que no causaría mucho daño, me
nombraron representante de mi salón. No recuerdo en que acabó mi efímero paso
por ese comité de huelga, pero a los pocos días la UACH y el resto de las
universidades del país entraron en suspensión de labores.
Recuerdo
que uno de los líderes de este movimiento en la UACH era Marco Rascón quien, en
las elecciones pasadas de julio, fue candidato a jefe de gobierno de la CDMX
por el Partido Humanista. Su entonces esposa nos daba clase de historia, estaba
muy guapa, iba de minifalda (La memoria es muy selectiva) y nos decía que ya
venía la revolución. No era de extrañarse. Los movimientos de inspiración cubano-comunista
estaban en auge y Marco Rascón sería partícipe en ellos.
Había una
gran efervescencia política en Chihuahua a raíz de movimientos guerrilleros
inspirados en la Revolución Cubana. Uno de estos grupos encabezado por el
profesor rural Arturo Gámiz asaltó al cuartel de Ciudad Madera el 23 de
septiembre de 1965. Allí murieron él, otros siete guerrilleros y seis soldados.
El evento dejó una gran impresión en la sociedad chihuahuense.
Luego del
68 se formaron otros grupos guerrilleros en el estado tal como el que asaltó tres
bancos en la ciudad de Chihuahua en enero de 1972 y donde participó Rascón. Varios
de los guerrilleros perdieron la vida al enfrentarse con soldados disfrazados
de civil (Probablemente la DFS los había infiltrado). Uno de ellos fue
asesinado por la policía judicial o elementos de la DFS en la cárcel. Recuerdo
ver llegar a la preparatoria a policías judiciales a llevarse a compañeros
detenidos a raíz de estos asaltos.
Si bien
en Chihuahua el 68 se vivió de manera menos intensa que en el D.F., algunos universitarios
se radicalizaron para unirse a guerrillas que intentaron derrocar al régimen
del PRI por la vía armada. Echeverría acabaría con ellos ya fuera matándolos,
exiliándolos, apresándolos o cooptándolos. La mayoría, en esta última
categoría.
Uno de
los peores aspectos del 68 fue el uso del Ejército Mexicano para acabar con el movimiento
estudiantil. Me quedan las imágenes, conocidas tiempo después, del Ejército
entrando a bayoneta calada a Tlatelolco acompañados de tanquetas, arremetiendo
contra una multitud desarmada y respondiendo el fuego contra soldados o paramilitares
disfrazados de civiles, disparando hacia ellos y la multitud, desde el edificio
Chihuahua, en una emboscada perversa orquestada por el propio gobierno.
Lamentablemente
los culpables quedaron en la total impunidad. Entre ellos, uno de los
principales responsables, fue elegido como presidente. Luis Echeverría, para alejar sus culpas, sumió
al país en el caos del populismo y la irresponsabilidad económica.
No se
debe permitir que nuevamente un gobierno trate de acabar con la oposición por
la fuerza. Sobre todo, que el Ejército no se vuelva a usar contra los
opositores legítimos del gobierno y que no se vuelva a recurrir al populismo
para disfrazar de progresista a un régimen autoritario y represor como lo fue
el de Echeverría. _______________________________________________________________
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@octaviodiazg
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