Por: Octavio Díaz García de León.
La idea: Las élites de nuestro país le han quedado a deber a la población. Por
ello, no es de extrañar el enojo antisistema que se manifiesta en la actualidad.
Ese encono se va a reflejar en las próximas elecciones y lo grave sería que en
lugar de que haya voto de castigo, sea de autocastigo.
Podríamos
llamar élites a aquellas personas que tienen la responsabilidad de dirigir a
otras o influyen con sus actos e ideas en la sociedad. Cuando las élites que
dirigen a un país fallan, la población lo resiente.
Si bien,
predominan los avances que ha tenido nuestro país, hay aspectos en donde existe
estancamiento desde hace décadas o fenómenos recientes que no han sido
atendidos adecuadamente, como, por ejemplo: la corrupción, la inseguridad, la pobreza y el bajo crecimiento
económico.
Y aquí es
donde las élites no han estado a la altura de las expectativas de la población.
Podemos mencionar a las siguientes élites y algunas de sus deficiencias:
Gobernantes. Los casos escandalosos de corrupción en muchas entidades
federativas y en el gobierno federal, han retrasado el progreso del país debido
a la cantidad de recursos desviados para beneficio personal.
De igual forma,
ha habido ineficacia para proporcionar seguridad pública a la población. El
número de asesinatos está rompiendo todos los récords, pero además el robo,
secuestro, extorsión y otros delitos agobian a todos. Recientemente, los robos
a ductos de hidrocarburos y asaltos a ferrocarriles han puesto en jaque la
viabilidad económica de PEMEX y algunas regiones del país.
Ocurre
también con la situación económica. Después de dos décadas de relativa
estabilidad macroeconómica, ahora observamos tasas de inflación que nos hacen
recordar a los años noventa, un peso muy devaluado, deuda pública elevada, bajo
crecimiento económico, falta de inversión pública y niveles de pobreza que no
disminuyen a pesar de tanto gasto público en programas sociales.
Partidos Políticos. Algunos partidos políticos y sus dirigencias no
se han dedicado a servir a la población sino a servirse de ella. En ciertos casos,
sus dirigentes han convertido a los partidos en negocios particulares
administrados por familiares. Por otra parte, la repartición de puestos públicos
en cuotas y cuates, que han propiciado los partidos, ha dañado la eficacia del
gobierno.
Empresarios. Si bien los empresarios a finales del siglo pasado jugaron
un papel clave para transformar un sistema político enfermo, en este siglo se
retiraron de la arena pública. Quizá se sintieron cómodos con los gobiernos en
turno, ya que pudieron hacer negocios fomentados por la estabilidad económica, la
liberalización de la economía y aprovecharon para venderle al gobierno. Pero dejaron de ser factor de cambio y en
algunos casos se volvieron cómplices y beneficiarios de la corrupción.
Medios de comunicación. Los medios tradicionales no han cambiado y por
eso podrían estar en vías de extinción. Los han venido a sustituir las redes
sociales de tal forma que los creadores de opinión pública ahora son aquellos que
tienen decenas de miles de seguidores. Muchos de estos nuevos líderes son jóvenes
disruptores ajenos al grupo de poder.
Desafortunadamente las redes no tienen
los autocontroles que tenían los medios tradicionales y dan lugar a que haya
noticias falsas, manipulación mediante bots
y otras estrategias de desinformación que utilizan todo tipo de interesados.
Líderes de opinión. Académicos, artistas, escritores,
intelectuales y otras personalidades no han querido o podido ser factor de
cambio. Hoy no tenemos un Vasconcelos, un Gómez Morín o un Lombardo Toledano,
quienes fueron intelectuales de alto nivel y además hombres de acción capaces
de competir en la arena política. Los actuales líderes de opinión prefieren
quedarse cómodamente en sus trincheras sin pasar a la acción.
El
resultado de las fallas de estos grupos que dirigen en gran medida al país es
un gran enojo social. Las fallas que percibe la población de sus dirigentes son
amplificadas por redes sociales histéricas. Si bien este descontento probablemente
no llegará a la acción, como ocurrió en la “Primavera Árabe” de 2011, el descontento
que solo se manifiesta en palabras no deja de ser preocupante, especialmente cuando
alimenta al proceso electoral.
Sin duda
habrá voto de castigo en las próximas elecciones: contra los gobernantes que no
han hecho bien su trabajo, contra los partidos políticos que se han alejado de
los ciudadanos, contra el “Sistema” que no ha satisfecho todas las expectativas
de la población. Lo peor sería que el voto sin razonar se convierta en voto de
autocastigo.
Es tiempo
de que se recompongan las élites incorporando a gente nueva con otros valores,
diferentes capacidades a los tradicionales, con ganas de crear disrupciones positivas,
orientadas hacia el futuro, basadas en nuevas tecnologías y abiertas al mundo.
Es tiempo del cambio generacional, que lleguen jóvenes líderes a dirigir al
país y los viejos se alejen de las esferas del poder, para que México no siga
atado al pasado.
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