Por: Octavio Díaz García de León
Después de sismos, huracanes, inundaciones y nuevas erupciones del
Popocatépetl durante septiembre, octubre tampoco inicia bien: un desquiciado
causa la mayor masacre con arma de fuego en la historia de los Estados Unidos;
el gobierno de España se lanza con todo contra el intento independentista de
Cataluña y aquí en México se calienta la carrera presidencial con la salida del
PAN de Margarita Zavala, la implosión inminente de ese partido que tratará de
llevar a Anaya o a Mancera como candidato, el probable destape de Meade y la felicidad de
AMLO ante el desplome de sus rivales. Pero esto último será para otro artículo.
Veamos aquí los dos primeros.
Morir en Las Vegas. Un concierto de
música “country” atrae a más de 22 mil espectadores en Las Vegas. También atrae
a un tipo solitario, que le gustaba apostar fuerte, sabía pilotear aviones, era
un contador jubilado y no se metía en problemas con nadie. Una persona acerca de
la cual un observador agudo, también hubiera podido escribir un libro como el que
escribió Hannah Arendt acerca del anodino, pero mega genocida nazi Adolf
Eichmann y llamarse también como el de Arendt: “La Banalidad del Mal”.
Stephen Paddock podría haber pasado por el vecino de cualquiera, el
empleado sin chiste, el burócrata mediocre, el cuentachiles típico. Pero la
mente de este psicópata nos tenía preparada una sorpresa. Sabemos que había
comprado por lo menos 47 armas de fuego y explosivos. El contador tomó una
suite en el hotel con vista hacia el lugar del concierto, llevó consigo 16
armas largas que por cierto nadie en el hotel notó o se le hizo extraño que
tuviera ese arsenal en su cuarto, miles de cartuchos y algunos explosivos. Ya
instalado en su suite puso cámaras con lo que podía observar si alguien se
acercaba a su cuarto. El día del concierto, como a las 10 de la noche, empezó a
disparar sobre la multitud.
¿Por qué? Nadie sabe las razones. Pero lo hizo porque podía hacerlo.
Porque pudo comprar armas largas, municiones y explosivos sin ninguna
limitación. Porque todo ello es perfectamente legal en Estados Unidos. Porque
lo protege la Segunda Enmienda de la Constitución de ese país. Porque la
Asociación Nacional del Rifle piensa que todos deberían tener armas y el
derecho a portarlas en cualquier parte. Porque el presidente Trump y principalmente
los legisladores del partido Republicano creen que todos sus conciudadanos
deberían tener armas y usarlas para defenderse (De que enemigo imaginario, no
lo sé). Porque la venta de armas es un gran negocio para los fabricantes y por
supuesto no les importa que se usen para matar personas. Porque numerosos
centros de investigación, periodistas y líderes de opinión, comprados por los
intereses de los traficantes de armas, publican con frecuencia que es bueno
para el ciudadano común y corriente, para el ama de casa, para el estudiante,
tener armas de fuego, armas largas como cuernos de chivo, todas ellas muy
apropiadas para el hogar del americano típico.
Gracias a esas amplias
libertades que los asesinos en potencia gozan en el vecino país, el contador
Paddock pudo matar a 58 personas y herir a otras 527 quienes nada más
estuvieron en el lugar y la hora equivocados, a la vista de las armas del Sr.
Paddock. Por lo pronto, las acciones de las empresas fabricantes de armas
subieron de manera importante. ¡Qué gran país es Estados Unidos que privilegia
tanto la libertad de que todos tengan armas, para que psicópatas puedan matar
inocentes!
Independizarse de
España. Y no, no es deja-vu por las fiestas patrias que acabamos de pasar. En
pleno siglo XXI hay quien quiera independizarse de España. Pero no se trata de
una colonia en Ultramar que se cansó de enviar oro y plata de sus minas o que
perdió a su población indígena víctima de la explotación a manos de los
españoles. Se trata de Cataluña. La comunidad más próspera de España, cuyos
líderes desean plena autonomía para ahora así librarse de la molesta
interferencia del gobierno central y su Rey. (Se parece a los gobiernos
estatales de México; lo bueno es que aquí no se quieren separar todavía, pero
sí que los dejen “hacer”.)
Los líderes
catalanes han logrado persuadir a una parte importante de sus conciudanos
(Aunque quizá no a la mayoría) que, sin España, estarán mejor. Sin tener una
propuesta clara de la nación que serían separados de España, en la mejor
práctica de los populistas, apelan a los sentimientos de la población. Hacen
creer que mágicamente, con la independencia, estarán mejor que antes. Que,
levantando fronteras, barreras al comercio, saliendo de España y de la Unión
Europea y otras barbaridades, estarán mejor. Se equivocan.
Al Rey Felipe VI y al presidente
del gobierno español, Mariano Rajoy, por supuesto que no les ha hecho gracia y
ante el referéndum convocado por el presidente de la Generalidad de Cataluña,
Carles Puigdemont, han hecho todo por detenerlo debido a su carácter ilegal. Desafortunadamente
el gobierno español cayó en la trampa de la violencia y ahora se ha hecho de
cientos de mártires innecesarios. Ojalá que predomine la cordura y que no se
rompa la unidad de España.
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