29 de septiembre de 2017

SISMO, HARTAZGO Y CIRCO

Por: Octavio Díaz García de León

      Los recientes sismos del 7 y 19 de septiembre afectaron los estados de Oaxaca, Chiapas, Morelos, Puebla y la Cd. de México (CDMX). Aunque el del 7 de septiembre afectó a más personas, el del 19 tocó una fibra muy sensible en la capital, por darse precisamente en el 32 aniversario del terremoto de 1985. Si bien este último no fue tan fuerte como el del 85, la cercanía de su epicentro causó muchos daños cuya historia y tragedia seguramente ya conocen. La respuesta de la población de la CDMX, nuevamente fue admirable y los sitios de desastre se vieron rebasados por el número de voluntarios que acudieron. También la ayuda empezó a fluir de manera generosa de todas partes de la ciudad y del resto de la república. Desafortunadamente no existe un protocolo adecuado para atender este tipo de emergencias y nuevamente las autoridades dieron muestra de improvisación, falta de equipo adecuado y no supieron que hacer con la avalancha donativos y voluntarios.  

        Sin embargo, el problema no ha terminado y apenas empieza el largo camino de la reconstrucción y del encontrar responsables de las afectaciones. Para los sobrevivientes que resultaron con sus inmuebles dañados, el volver a la normalidad podrá tomar años. Muchos de ellos ni siquiera podrán regresar a los lugares que habitaban porque serán derribados. En la afectación de un buen número de inmuebles, nuevamente el culpable fue la corrupción. Por lo pronto la Procuraduría de la CDMX ya abrió más de 40 investigaciones para deslindar responsabilidades.

     La Dra. Ana Lucía Hill, experta en materia de protección civil, me decía hace tiempo que el origen de estas tragedias está en permitir asentamientos en lugares de alto riesgo. Por ejemplo, en el lecho de un río aparentemente seco, en la ladera de un cerro sin estabilidad de suelo, en una barranca, o como la CDMX, en una zona que fue un lago y tiene ahora un suelo fangoso y poco estable, que además es muy propensa a sufrir terremotos y está al pie de una zona volcánica, por lo que es inevitable que ocurran tragedias como la que acabamos de vivir. Por ejemplo, al sur de la CDMX, a unos 5  kilómetros del Periférico, hizo erupción el Xitle hace 2000 años, volcán que es parte de una zona volcánica activa y que es de esperarse que surja otro volcán en esta zona (http://www.repsa.unam.mx/documentos/Siebe_2009_volcan_xitle.pdf).

    Ir contra la naturaleza tiene su costo y desafortunadamente la zona metropolitana de la CDMX con sus 20 millones de habitantes es un área de alto riesgo y solo es cuestión de tiempo de que ocurra una tragedia mayor. Si el sismo del pasado 19 de septiembre hubiese sido de magnitud mayor a 8 grados (Que no es infrecuente), dada la cercanía del epicentro, probablemente se hubiera derrumbado buena parte de la ciudad.

      Por lo pronto el costo de reconstrucción se estima en alrededor de 40 mil millones de pesos y como siempre, la falta de visión y previsión hará que se vuelva a construir en los mismos lugares, para la siguiente tragedia. La CDMX está en el límite de sustentabilidad desde hace décadas. Por ello y por el riesgo que representa vivir en esta ciudad, debería pensarse en construir en otras ciudades, no en reconstruir en las mismas zonas. Es urgente sacar oficinas de gobierno, empresas y otras fuentes de trabajo y llevarlas a ciudades más pequeñas con mejor calidad de vida y menor riesgo.

     A la tragedia vivida viene a sumarse un gran encono social contra el gobierno y los partidos políticos, el cual se manifestó a través de las redes sociales o en persona, como cuando los ciudadanos tomaron las bodegas del DIF en Morelos al pensar que el gobierno de dicha entidad se quería apoderar de las ayudas que fluían de todas partes.

       Parte del encono se tradujo en un circo mediático y de redes sociales. Se propuso quitarles a los partidos políticos el dinero, o desaparecer a los diputados plurinominales para dedicar esos recursos a la reconstrucción, sin reflexionar si eso tenía sentido. Lo peor es que fue impulsado por los propios partidos políticos en una carrera por ganar el aplauso del público que lo único que pedía era la aniquilación del sistema político. Por ejemplo, al quitarle dinero a los partidos, los orillan a que se alleguen recursos provenientes de corrupción e intereses oscuros como desvío de recursos públicos, narcotráfico o empresarios corruptos. Además, lejos de ser propuestas “altruistas” la propuesta de quitar diputados plurinominales beneficiaría solo al partido que lo propuso.  (http://www.eluniversal.com.mx/columna/ricardo-raphael/nacion/proposito-del-terremoto-hablemos-de-mi).

     Y es que no es un problema de dinero, pues con un presupuesto para 2018 de más de 5.2 billones de pesos, la reconstrucción costaría el 0.8% del mismo. Dinero que la Secretaría de Hacienda podría obtener sin que nos enteráramos y sin afectar nada importante, tal es el nivel de discrecionalidad, desperdicio y dinero perdido en corrupción.

     Ante la tragedia que enlutó tantos hogares, se requiere seriedad para pensar en cómo evitar realmente que las tragedias vuelvan a ocurrir y no es reconstruyendo en los mismos lugares donde se derrumbaron edificios, ni seguir saturando a la CDMX con nuevos edificios, como se va a lograr. Se requiere un plan serio de descentralización y de reubicación de población fuera de la CDMX.



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