7 de octubre de 2017

DESCENTRALIZAR, NO RECONSTRUIR

LA SILLA ROTA

Por: Octavio Díaz García de León
@octaviodiazg

     El sismo del pasado 19 de septiembre tocó una fibra muy sensible en la capital, por ocurrir precisamente en el 32 aniversario del terremoto de 1985 y por los daños que provocó, que, si bien no fueron tan importantes como los de aquel año, sí fueron significativos. La respuesta de la población de la ciudad de México (CDMX) nuevamente fue admirable y los sitios de desastre se vieron rebasados por el número de voluntarios que acudieron. Las historias de heroísmo, entrega y participación se repitieron nuevamente. De igual forma, la ayuda empezó a fluir de manera generosa de todas partes de la ciudad y del resto de la república. Sin embargo, una vez más se notó que no existe un protocolo adecuado para atender este tipo de emergencias y las autoridades dieron muestra de improvisación, falta de equipo adecuado y no supieron que hacer con la avalancha de donativos y voluntarios.  

      Ahora sigue el largo proceso de rehacer la vida de todos los afectados física y emocionalmente y el encontrar a los responsables de los daños en inmuebles, que pudieron ser evitables. Nuevamente el protagonista más dañino en las tragedias de los inmuebles derrumbados o afectados sigue siendo la corrupción. El cambio de uso de suelo que han permitido los gobiernos en turno, con el consecuente aumento de densidad poblacional, ha generado gran cantidad de construcción de edificios sin asegurar el acceso a servicios, vialidades, estacionamientos y en algunos casos, sin respetar las normas de construcción.  Sobre esto último, la Procuraduría de la CDMX ya abrió más de 140 investigaciones para deslindar responsabilidades, pero mientras no se detenga el crecimiento desmedido de la ciudad, no haya mecanismos para erradicar la corrupción y supervisar adecuadamente las obras, las tragedias seguirán ocurriendo.

      Hace algunas semanas la delegada de Tlalpan, Claudia Sheinbaum, en una plática dentro de un foro cerrado, decía que en su delegación estaba erradicada la corrupción. Ante el derrumbe de una escuela que tenía irregularidades en la construcción, causando la muerte de 32 niños y 5 adultos y otros edificios como el Campus del Tecnológico de Monterrey que fueron afectados en su demarcación, tendrá que revisar si verdaderamente su delegación está libre de corrupción.  Y eso mismo tendrán que hacer otros delegados y el propio gobierno de la CDMX, ante tantas muestras de irregularidades.

      La Dra. Ana Lucía Hill, experta en materia de protección civil, me decía hace tiempo que el origen de estas tragedias está en permitir asentamientos en lugares de alto riesgo. Por ejemplo, en el lecho de un río aparentemente seco, en la ladera de un cerro sin estabilidad de suelo, en una barranca, o como la CDMX, en una zona que fue un lago y tiene ahora un suelo fangoso y poco estable, que además es muy propensa a sufrir terremotos e inundaciones, está en un valle que acumula contaminación que mata en el largo plazo y al pie de una zona volcánica, por lo que es inevitable que ocurran tragedias como la que acabamos de vivir. Ir contra la naturaleza tiene su costo y desafortunadamente la zona metropolitana de la CDMX con sus 20 millones de habitantes es un área de alto riesgo y solo es cuestión de tiempo de que ocurra una tragedia mayor.

     Por lo pronto el costo de reparación de los daños causados en CDMX y los demás estados afectados se estima en alrededor de 40 mil millones de pesos, mismos que sin necesidad de pasar por las discusiones absurdas que se han dado en estos días entre los partidos políticos, pueden salir del presupuesto 2018 que asciende a 5.2 billones de pesos ya que solo representa el 0.8% del mismo. Sin embargo, ahora el reto será usar mejor esos recursos y no es reconstruyendo en los mismos lugares afectados como se aprovechará mejor el dinero.

      La CDMX está en el límite de sustentabilidad desde hace décadas. Por ello y por el riesgo que representa vivir en esta ciudad, debería pensarse en un agresivo programa de descentralización. El gobierno federal debería poner el ejemplo y enviar secretarías y paraestatales fuera de la CDMX. Por ejemplo, ahora que se afectó la sede de la Secretaría de Comunicaciones y Transportes debería aprovecharse para instalarla en otra ciudad. Luego deberían seguir el mismo camino los bancos, aseguradoras, corporativos de empresas y tantas otras fuentes de empleo, las cuales se podrían trasladar a ciudades más pequeñas con mejor calidad de vida y, sobre todo, con menor riesgo para sus habitantes.

    El caso del INEGI, que se fue a Aguascalientes a raíz del sismo de 1985, es un caso de éxito. No solo se llevó a aquella ciudad a alrededor de 3 mil familias, sino que se convirtió en fuente de empleo y derrama económica para una ciudad que en aquella época no tenía muchas opciones. La calidad de vida de que disfrutan los colaboradores de INEGI no solo se da en términos de estar en una ciudad segura, con todos los servicios, mejores incluso que en CDMX (Por ejemplo, el tratamiento de la basura es mucho mejor), vialidades desahogadas, estacionamientos abundantes y muchas otras ventajas, sino que una administración inteligente del INEGI permite que sus empleados trabajen de las 8:00 A.M. a las 4:30 P.M. por lo  los trabajadores aprovechan las tardes para estudiar, hacer deporte, estar con sus familias y disfrutar tiempo libre. ¿Qué no se podría repetir esa experiencia en otras dependencias del gobierno federal, empezando por los organismos autónomos como BANXICO, INAI, IFT, COFECE, CONEVAL, INEE, y el INE? Si a los altos funcionarios de estas instituciones les preocupa la cercanía con el presidente de la República y otros colegas de alto nivel, eso se resuelve con pequeñas oficinas alternas en la CDMX y uso de tecnología para evitar desplazamientos. El INEGI tiene décadas siguiendo este esquema con una reducida oficina alterna y un avanzado sistema de videoconferencia que le permite minimizar la presencia de los miembros de su Junta de Gobierno en la CDMX.

    Otro aspecto que se puede usar es la tecnología de información y comunicaciones que no requiere presencia física en oficinas. Por ejemplo, el Instituto Federal de Telecomunicaciones tiene un programa muy exitoso de trabajo en casa.  Con este enfoque las personas ya ni siquiera tienen que estar en la misma ciudad para trabajar.

     La CDMX por su parte podría cambiar su vocación de ser la sede del gobierno federal y estar lleno de corporativos, empresas prestadoras de servicios e incluso industria (Que afortunadamente hay cada vez menos) y transformarse en un centro cultural. Con sus numerosos museos, salas de concierto, restaurantes, centros comerciales y otros atractivos, la capital se podría convertir en una ciudad turística, más peatonal, con más uso de bicicletas y orientada al turismo que va y viene, pero no reside aquí.

     Antes de que la Ciudad de México sufra una tragedia mayor que podría darse pronto si ocurre el macro sismo que se espera por la fricción acumulada en una franja de la placa tectónica que está a un lado del estado de Guerrero; antes de que lluvias aún más intensas acaben anegando la ciudad y el lago que fue regrese por sus fueros; antes de que vuelva a surgir un volcán como el Xitle en esa sierra que es una zona volcánica activa  (http://www.repsa.unam.mx/documentos/Siebe_2009_volcan_xitle.pdf); antes de que el tráfico, la contaminación, la falta de agua potable y la inseguridad hagan crisis por el crecimiento de la densidad poblacional; antes de que todo eso ocurra,  sería bueno aprovechar esta coyuntura para reducir el tamaño de la CDMX con un proceso acelerado de descentralización.

    No es reconstruyendo en los mismos lugares donde se derrumbaron edificios, ni seguir saturando a la CDMX con nuevas construcciones como se va a lograr solucionar los problemas de la CDMX. Es tiempo de emigrar a otras ciudades antes de que una nueva tragedia nos incluya entre sus víctimas.



    

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