Por: Octavio Díaz García de León
La película más reciente de Alfonso Cuarón ha causado revuelo. Quizá
por la nostalgia que despierta entre los que vivieron esa época en la ciudad de
México o por situaciones familiares similares,
pero más aún, porque es una gran
película.
Este film es un retrato de la vida cotidiana de una familia
de clase media que vive en la Colonia Roma de la ciudad de México entre 1970 y
1971. Una historia centrada en una de las muchachas que ayuda en las labores
domésticas de esa casa, Cleo, entrelazada con la historia de la familia a la
que atiende.
La película se aproxima a una observación antropológica dado que sigue
la vida de los protagonistas de manera muy realista. Contiene muchas claves del cineasta, como por ejemplo
cuando los niños van al cine a ver aquella película de un astronauta en el
espacio, que quizá luego fue su inspiración para Gravity.
Dos tragedias familiares se entrelazan en la película y ambas tienen
que ver con figuras paternas que
abandonan a sus mujeres. La historia de Cleo es también la de miles de
muchachas que dejan sus pueblos en busca
de mejores oportunidades de trabajo en la capital.
A veces estas trabajadoras se integran de tal forma a la familia que se
vuelven parte de ella y en otros casos sufren discriminación y malos tratos. En
la película se da el primer caso. Se crean afectos y ligas emocionales entre la
empleada y sus patrones borrándose la división entre la trabajadora y la familia
que atiende.
La
película de Alfonso Cuarón no es una película para el entretenimiento sino para
la reflexión. En su historia, extraída de las memorias de su infancia, hay elementos que cruzan con la biografía de
muchas otras personas.
Y es que
en la historia personal de algunas familias como la de Cuarón o como la mía, también existió una Cleo. Seguramente también muchas Cleo se verán en
ese espejo.
En mi familia tuvimos a nuestra
propia Cleo. Vivían mis suegros en una zona indígena Mazahua en el Estado de
México con exceso de población y falta de trabajos, por lo que había abundancia
de jovencitas para quienes ser trabajadora doméstica era la oportunidad para
tener techo, comida y un ingreso que permitiera ayudar a sus familias en sus
pueblos de origen.
Cuando me casé y mi esposa y yo trabajábamos, mi suegra vio la
conveniencia de enviarnos ayuda. Así llegó nuestra Cleo, quien quizá tenía 18
años y estuvo con nosotros otros 18 años, hasta que decidió irse a Estados Unidos.
En la película de Cuarón encuentro muchas escenas similares a las que
nosotros vivimos con ella. Su cercanía con mis hijos a quienes cuidó desde que
nacieron, su dedicación a las labores domésticas, la confianza absoluta que le
tuvimos siempre, y la convivencia cotidiana en una casa pequeña.
¿Trabajadora doméstica? Sí, pero se fue mimetizando con la familia y
acabó siendo parte de ella. Trataba a mis hijos como propios; las vacaciones la
incluían a ella también; la llevábamos a su pueblo; mi esposa la llevaba a la escuela hasta que
terminó la secundaria; se le atendió en enfermedades; tenía un horario de
trabajo que terminaba después de la comida y un lugar digno para vivir. Cuando
se fue por su propia voluntad, la indemnizamos. A la fecha seguimos en contacto
con ella.
¿Se trató de un caso de explotación? Ella tendría que decirlo en todo caso. Desde
mi punto de vista se trató de una relación especial de trabajo. La adoptamos y nos adoptó a cambio de un
salario. Quizá era una relación especial de conveniencia para ambas partes.
¿Hasta qué punto esta práctica es adecuada? Sin duda sigue existiendo
en nuestra sociedad la expulsión de sus lugares de origen de jóvenes sin
preparación y sin trabajo para quienes el trabajo doméstico es una buena opción.
Siguen existiendo miles de familias que tienen a una trabajadora doméstica de
planta.
En la relación con estas trabajadoras se dan actitudes racistas y condiciones
de explotación, donde estas no tienen
horarios justos, no tienen protección de salud, no tienen salarios adecuados al
trabajo que realizan y no reciben indemnización en caso de despido.
Pero también se dan los otros
casos en donde ambas partes ganan, no solo en términos económicos, de
desarrollo personal, sino incluso, en términos emocionales.
Lo que requieren las Cleo, mientras las haya, es respeto como personas,
no discriminarlas y darles un trato justo, incluyendo sus derechos laborales.
La película de Cuarón, aparte de su gran arte, nos invita a reflexionar
sobre la condición de las trabajadoras domésticas y recordar una época que
parece lejana pero cuyos fantasmas aún transitan por nuestra realidad actual.
Actitudes racistas, clasismo, populismo, autoritarismo, violencia gubernamental,
pobreza extrema y machismo. Un gran recordatorio para erradicar estos males.
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