LA
SILLA ROTA OPINIÓN
Por: Octavio Díaz García de León
Twitter:
@octaviodiazg
Recientemente se dio la noticia de que se va a limitar el número de
cajones de estacionamiento que tendrán los nuevos desarrollos inmobiliarios en
la Ciudad de México (CDMX). La idea es que haya menos coches circulando y se
supone que con esta medida se desalentará el uso del mismo. Otros efectos que
tendrá esta medida es el abaratamiento del costo de construcción de la vivienda
al requerirse menos cajones de estacionamiento por metro de construcción. Esto
también significa un importante estímulo a los desarrolladores inmobiliarios
que podrán construir vivienda de menor costo y, por lo tanto, incrementar sus
ganancias.
Esta medida, como otras que se están implementando en la CDMX pretenden
que las personas dejen de usar coches y recurran a otros medios para moverse,
tales como transporte público, bicicleta o a pie. Incluso en alguna nota vi que
la idea es que ni siquiera salgan y mejor trabajen en casa (Espero les hayan
avisado a las empresas y oficinas de gobierno). La razón es evidente. El
tráfico está imposible y el crecimiento en el número de vehículos impide crear
suficientes obras viales para solucionar el problema.
Pero no estoy seguro si de verdad las personas dejarán de usar el coche
con estas medidas que más bien están empeorando la situación vial al poner
obstáculos a la circulación reduciendo carriles para dárselos a bicicletas y quitando
estacionamientos para forzar a estacionar coches en las calles. Lo que sí se ve más claro es el beneficio para
los desarrolladores inmobiliarios al poder aumentar la densidad de vivienda en
sus edificios y reducir sus costos. A ellos les resultará más barato construir, pero eso no quiere decir
que al comprador le resultará más barato ya que si la zona tiene suficiente demanda,
los precios de la vivienda no bajarán. De ser así, las ganancias para el
constructor serán mayores. Lo que podría
abaratar estas viviendas es que para un segmento de la población se volverá
menos atractivo un edificio en donde no puedan estacionar sus coches.
Estas medidas también incentivan el aumento de población y por ende el
crecimiento de una CDMX que quizá hace ya mucho alcanzó sus límites de
viabilidad para proveer servicios. Desde manejo de basura, aprovisionamiento de
agua y desagüe, manejo de aguas negras, seguridad pública, transporte, fuentes
de empleo y tantos otros factores que le dan calidad de vida a una ciudad.
El uso de automóviles particulares no se hace por gusto sino porque las
otras opciones son mucho peores. Dudo que a personas en su sano juicio les guste
pasar horas en el tráfico infernal de esta ciudad; que prefieran transitar en
calles llenas de baches que destrozan sus autos; que les guste exponerse a terminar anegadas en un charco con riesgo de ahogarse; que piensen que es emocionante desaparecer
hundidas en un socavón; que estén esperando
a que las asalten en cualquier semáforo; que les guste pagar por gasolina muy cara
desperdiciada inútilmente sin desplazarse; que paguen con gusto los altos costos de los seguros y el
mantenimiento de sus vehículos dañados por el mal estado de las calles; que les
parezca bien un reglamento de tránsito mas hecho para generar foto multas que
para otra cosa. Tampoco es que los coches sean baratos y normalmente las
personas hacen grandes sacrificios, aunque haya “facilidades”, para adquirirlos.
A pesar de todo lo anterior, para millones de personas el auto representa la
mejor alternativa de transporte.
Y es que, si hubiese un transporte público de primer mundo, el coche
pasaría a segundo término. Pero no lo hay. El Metro hace años excedió su
capacidad y sus vagones están en mal estado
por falta de mantenimiento y exceso de uso; además tiene una tarifa excesivamente
subsidiada que lo único que hace es agravar su situación; los metrobuses ya se
saturaron y se asalta con frecuencia a los pasajeros; los taxis son caros,
carecen de condiciones de limpieza y mantenimiento y no garantizan la seguridad
y comodidad de los usuarios; los microbuses son una bomba de tiempo a punto de
estallar. Quizá la única buena noticia reciente son los servicios tipo Uber o
Cabify que vinieron a ofrecer servicios de taxi de calidad y esto no fue
gracias a una medida del gobierno, sino al contrario, en contra de los
intereses de funcionarios que viven de los taxistas que constituyen sus clientelas
y de quienes obtienen sobornos y apoyos electorales.
El problema de fondo son los límites de crecimiento de la ciudad.
Forzar a que siga creciendo su población mediante el aumento de densidad
habitacional la acerca cada vez más al colapso. El exceso de coches es solo un
síntoma de la enfermedad y no es con aspirinas que se cura un cáncer. Estas
medidas en materia de construcción empeorarán el problema al ignorar el fondo
del asunto.
Quizá desde los años
sesenta la CDMX se ha vuelto poco habitable por la sobrepoblación y su
crecimiento imparable, la falta continua de infraestructura urbana, la
falta de seguridad pública, las miles de toneladas de basura diarias sin
lugares adecuados para procesarla, las mafias que dominan gran parte de la
ciudad, la delincuencia organizada que atiende al mercado de drogas más grande
del país, la ausencia de autoridad del gobierno, el clientelismo,
el desbordamiento de vehículos y la contaminación que lleva asociada, la
construcción caótica y desordenada de edificios de oficina y habitacionales y
la corrupción asociada a todo esto. La CDMX ha estado en crisis por décadas
desde que la explosión demográfica y la inmigración explosiva del campo a la
ciudad desbordó todas sus capacidades. Si a ello le sumamos desgracias
naturales como terremotos e inundaciones, la CDMX tiene décadas de vivir al
borde del colapso y no ha habido gobierno capaz de superarlo.
Por ello, no es sostenible el que siga creciendo la Ciudad. La
CDMX tiene que dejar de crecer, reducir su tamaño incluso, para volverse
habitable; pero no hay una sola política gubernamental en ese sentido. Todo la
empuja a crecer en forma desmedida: desde la constante adición de
infraestructura urbana que sin embargo siempre es insuficiente, hasta el
aumento de la densidad poblacional de forma irresponsable y desmedida: donde
antes había una casa unifamiliar, hoy se construyen edificios multifamiliares que
saturan las colonias.
Teniendo
por todo el país ciudades de todos tamaños que compiten en infraestructura,
servicios, hospitales, industria, universidades, talento y, sobre todo, con una
calidad de vida muy superior a la de la CDMX como Querétaro, las empresas y el
gobierno federal deberían salir de la Ciudad y ubicarse en otros lugares mucho
más atractivos para no seguir agravando el problema de la CDMX.
El colapso de la
Ciudad de México no se resuelve con más infraestructura y más desarrollos habitacionales,
aunque sea sin estacionamientos, pues esto solo atrae más personas en busca de
trabajo. La solución es no permitir ya más crecimiento de la ciudad y
trasladarlo a las ciudades medias. No es posible que la Secretaría de Marina,
Pemex, la Secretaría de Agricultura y otras instituciones tengan oficinas en
una ciudad donde no tienen operaciones o que BBVA Bancomer y HSBC hayan
construido sus sedes en uno de los lugares más congestionados de la Ciudad,
pudiendo haberse instalado en Querétaro, como alguna vez lo pensaron otros
banqueros con mas visión. ¿Cuándo se volverá a repetir el exitoso ejemplo del
INEGI que se trasladó a Aguascalientes?
Para sobrevivir, la Ciudad de México debe detener su crecimiento
desenfrenado. Un crecimiento que se ha vuelto canceroso y enferma al resto de
México. No es impidiendo la libre circulación de las personas como se va a
salvar esta Ciudad.
Las
opiniones vertidas en esta columna son exclusivamente a título personal y no
representan puntos de vista de ninguna institución.
No hay comentarios:
Publicar un comentario