Por: Octavio Díaz García de León
Termina la presidencia de Gustavo Madero
al frente del PAN con resultados nada halagüeños. Bajo su mando, el PAN perdió
las elecciones presidenciales, perdió terreno en las intermedias y perdió gubernaturas o no pudo recuperar las que antes eran bastiones
del PAN. Se ahondó la división en las
filas del panismo al acentuarse las disputas entre los diversos grupos internos
y las acusaciones de corrupción crecieron salpicando los más altos niveles de la
dirigencia de ese partido. Madero encabezó una era de pragmatismo político al
unirse al PRD en candidaturas en estados donde por si solo el PAN no era
competitivo y fue uno de los pilares del Pacto por México que han dado lustre a
la gestión del PRI y pocos beneficios al
PAN.
El pragmatismo ha desdibujado al PAN como
oposición creíble. Los otrora fuertes principios ideológicos del PAN han pasado a segundo término. Por ejemplo, el
PAN defendía los intereses de la libre empresa, la economía de mercado, la
desregulación, menores impuestos, reducción de la intervención gubernamental en
la esfera privada, aunado a un alto contenido de solidaridad social conforme a
los principios de la doctrina social de la Iglesia Católica y una defensa de la
persona humana desde la concepción. Estas posiciones lo presentaban como un
partido liberal en lo económico y conservador en lo moral, por lo que era atractivo para amplios sectores
de la clase media y en especial para los empresarios quienes fueron uno de los
grandes motores en los triunfos del PAN.
Los empresarios, cansados de las crisis
económicas recurrentes y la corrupción endémica de los gobiernos en turno, dejaron
la comodidad para unirse a la lucha por el cambio en el país hasta que lo
lograron en 2000. Pero en 2012, ante el desgaste y el desprestigio del PAN, los empresarios le apostaron al regreso del PRI, quizá con la
esperanza de que la vieja práctica del capitalismo de compadrazgos les podía
beneficiar más que el capitalismo de libre empresa que los obligaba a competir
y ser eficientes; cansados también de la inseguridad y la violencia que se
había disparado por todo el país ante la
impotencia de las autoridades.
Pero hay otras fuerzas autodestructivas en
este partido, entre las que llama la atención que el PAN haga a un lado a sus mejores líderes para
favorecer a los burócratas del partido. Mientras que el PRI invita y suma a
todos sus viejos liderazgos sin importar rencores, en el PAN se excluye a sus políticos
más destacados. Empezando por los ex presidentes: Fox que optó por renunciar al
PAN y Calderón que probablemente esté en vías de hacerlo. Lo mismo sucede con
ex secretarios de estado, ex gobernadores, ex alcaldes y otros líderes
políticos de relevancia que se han ido alejando del PAN sin que su dirigencia
intente o quiera recuperarlos. Algunos de ellos han tenido que seguir sus
aspiraciones políticas en otros partidos porque no tienen cabida en su partido
o han optado por la vía independiente.
Ante este panorama, el PAN tuvo elecciones para elegir a su nuevo presidente.
Cuando parecía que el candidato Anaya, representante del maderismo, no iba a tener contrincante, surgió la candidatura de Javier Corral, periodista con más de 33 años de militancia y
destacadas posiciones en el PAN. Corral fue un candidato de protesta sin posibilidades de ganar; es
como una especie de “Bronco” del PAN, no
solo por ser de Chihuahua en donde la gente se caracteriza por su reciedumbre,
sino por su propio talante combativo, aspecto que hacia adentro de su partido
no le atrajo simpatías.
Anaya por su parte, queretano, abogado y
doctor en ciencias políticas, con 15 años de militancia, es un orador muy articulado, excelente para el
debate en la mejor tradición del PAN, fue subsecretario en el gobierno federal
y presidente de la Cámara de Diputados donde se le reconoció su labor.
Ambos tuvieron un debate muy reñido de
esos que solo se pueden ver en el PAN (Video). La votación de los militantes del PAN no fue
muy concurrida y Anaya ganó con el 81% de los votos.
El calderonismo fue el gran ausente de
la contienda interna del PAN. Debido a la división entre maderistas y
calderonistas el PAN hizo a un lado en sus aspiraciones para ser diputada
plurinominal a Margarita Zavala, a pesar
de la simpatía que despierta la ex primera dama en amplios sectores de ese
partido. Cerrarle la puerta al calderonismo y a lo que quede
del foxismo, hará que las divisiones sean más pronunciadas alimentando las
tendencias autodestructivas de ese partido.
Anaya y su partido tendrán el reto de
recuperar el apoyo de sus bases
tradicionales que los llevaron a ganar la presidencia de la república: la clase
media, el empresariado y un sector del catolicismo, entre otros. Tendrá que dejar atrás el pragmatismo que no
les ha producido beneficios y dejar de
ser vistos como oposición “leal” al gobierno en turno; recuperar sus valores
ideológicos y evitar caer en manos de los oportunistas sin convicciones o
coincidencia con los valores de ese partido; y si son generosos e inteligentes,
reincorporar a los líderes que le dieron grandes triunfos y buenos gobiernos al
PAN. Si Anaya no logra revertir estas tendencias que están destruyendo su
partido, tendrá garantizado el fracaso
en las próximas elecciones.
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