Por: Octavio Díaz García de León
A poco más de un año
de las elecciones presidenciales en Estados Unidos, ya inició la disputa por la
candidatura de los dos principales partidos políticos en ese país. Los
demócratas se han concentrado prácticamente en la candidata Hillary Clinton
quien arrasa con las preferencias en ese partido, a menos que el vicepresidente
Biden decida competir por esa candidatura,
en cuyo caso se espera una contienda más
cerrada. En el campo de los republicanos hay 17 contendientes en una competencia
muy fragmentada. Entre los aspirantes está Jeb Bush, hijo de un ex presidente y
hermano de otro ex presidente por lo que el apoyo para su campaña es fuerte y está entre los favoritos.
Pero la gran sorpresa entre los republicanos la ha dado el
magnate de los bienes raíces y protagonista de programas televisivos, Donald
Trump. Basado en una campaña apoyada por su gran fortuna y con una propuesta
populista, estridente y radical ha captado la atención de todos los medios de
comunicación y especialmente de los
votantes.
Entre sus propuestas y dichos, podemos destacar los siguientes:
- Deportará a los 11 millones de indocumentados que viven en Estados Unidos.
- Construirá un muro en toda la frontera con México y hará que nuestro país la pague.
- Impondrá aranceles de hasta 35% en los vehículos que se construyen en México y se exporten a ese país.
- Dijo que México envía indocumentados a su país quienes llevan muchos problemas, transportan drogas, cometen crímenes y son violadores.
Si
sirve de algún consuelo, además de denigrar a los mexicanos y su gobierno, también
insulta a las mujeres (Ver nota) y a los afroamericanos. Incluso habló mal de uno de los políticos más
respetados de su país y ex candidato presidencial, el senador John McCain al
decir que no era un héroe de la guerra de Vietnam porque lo habían hecho
prisionero y para él los héroes no eran aquellos que caían prisioneros.
Por
todo esto, nadie le daba más de un mes de vida en las primarias republicanas. Pero los
expertos se han equivocado con él, así como se equivocaron destacados políticos
de la Alemania de los años treinta del siglo pasado cuando menospreciaron a un
tipo caricaturesco, demagogo y lleno de odios llamado Adolfo Hitler, que ganó
unas elecciones libres para en seguida acabar con la democracia e instaurar una
dictadura, llevar a su país a la destrucción y
asesinar a 6 millones de judíos. No hay que olvidar que al holocausto se
le disfrazó de una deportación masiva. Quizá Trump requiera a un nuevo Eichmann
que sea capaz de deportar a 11 millones de indocumentados. (Nota)
Pero
el problema no es Trump, sino quienes lo apoyan. De acuerdo a las más recientes
encuestas, es el candidato puntero
de su partido con más de 15% de ventaja
sobre su más cercano competidor (Nota). Encuestas recientes
muestran que se está consolidando como el favorito para ganar las primarias
republicanas, y aunque la convención republicana será hasta julio de 2016, por
lo pronto va a la delantera. (Nota)
Esto sucede porque sus posiciones encuentran respaldo. De
acuerdo a una encuesta, el 63% de los republicanos están a favor de deportar a los
11 millones de indocumentados, en su mayor parte mexicanos, que residen en los Estados Unidos. Es
preocupante el que haya un segmento de la población en los Estados Unidos que
piense que es factible deportar a 11 millones de personas, aspecto que el periodista Ramos cuestionó de
frente a Trump. ¿Se les pondrían en campos de concentración mientras aguardan
su deportación? ¿Se podrían diferenciar los indocumentados de los
ciudadanos americanos de origen hispano? ¿Cuántos elementos del ejército
americano se requerirían para arrestar a
11 millones de personas? ¿A dónde se enviarían esos deportados? ¿A México? ¿Podría
México decir que no?
Algo no anda bien en un segmento de la sociedad americana que
está de acuerdo en esas medidas que van contra los mejores principios que
defiende esa nación: democracia, derechos humanos y valores cristianos. Ante esto,
hace falta una reacción fuerte por parte de las comunidades políticamente sanas de ese
país y del nuestro. Pensar que Trump es
un payaso que se derrotará a sí mismo es
no ver que sus posturas encuentran eco en la sociedad americana.
Por otra parte es tiempo de replantearnos nuestra fortaleza
para mantenernos como nación independiente. De llegar Trump a la presidencia,
Estados Unidos tiene la fuerza para imponer a México cualquiera de sus
propuestas descabelladas. Ante esta amenaza, no tenemos capacidades que
permitan resguardar los intereses de
nuestra nación.
Lo único que nos ha salvado de ser invadidos por ese país es
que no desean hacerlo. Después de la guerra contra la invasión francesa, entre
1862 y 1867, México perdió cualquier pretensión de poder resistir a una intervención extranjera,
aspecto que se comprobó con las intervenciones norteamericanas a nuestro país
durante la Revolución.
Por remoto que resulte el triunfo de Trump y la
implementación de sus locuras, es tiempo
de replantear prioridades en la Agenda de Seguridad Nacional. Tradicionalmente
ésta se ha construido solo mirando hacia las amenazas que surgen en el interior
de nuestro país, en busca de disidentes o delincuentes, cuando históricamente las mayores amenazas han venido del exterior. Trump
y sus seguidores se pueden convertir en una amenaza a nuestra seguridad
nacional.
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