Por:
Octavio Díaz García de León.
@octaviodiazg
Los
impuestos deberían ser donaciones voluntarias. Tal es la propuesta que aventuró
el filósofo alemán Peter Sloterdijk hace unos cinco años y fue víctima de la
reacción virulenta de muchos comentadores. Algunas de las razones que le dieron
para desvirtuar su propuesta es que si
no fueran obligatorios los impuestos nadie los pagaría; que las personas son
por naturaleza egoístas y que si pueden evitar ayudar a otros lo harán; que es
imposible pensar que las personas que tienen más dinero quieran donar parte de sus ingresos de manera
voluntaria para dedicarlos a apoyar a
quienes tienen menos.
Usted
puede agregar una larga lista de razones por la cual esto no funcionará. Después de todo la
creencia generalizada es, como cita Sloterdijk a Benjamín Franklin, “En este
mundo solo hay dos cosas seguras: la muerte y pagar impuestos”. Nadie pone en
duda si debe o no haber impuestos, como
si fuera una verdad esculpida en piedra. Que se quieran o no pagar, es otra
cosa. Se da por descontado que los impuestos son necesarios y que siempre
existirán.
Sloterdijk
piensa que no debe ser así. El filósofo alemán propone una sociedad solidaria en
donde las personas otorguen voluntariamente parte de sus ingresos para mejorar
el bienestar de la sociedad. Esto no es utópico. De alguna manera lo vivimos en México cotidianamente. No es el
gobierno el que otorga la mejor red de protección social, sino la familia, en donde sus miembros contribuyen
al bienestar de sus parientes con dinero o con servicios no remunerados.
También en el círculo de los amigos la solidaridad se manifiesta con
generosidad. Y hemos visto como en casos de desastres, la solidaridad de nuestra población es
extraordinaria.
Las
cantidades de dinero que recauda el gobierno mexicano son estratosféricas desde
el punto de vista de un mortal común. Para 2015, la Ley de Ingresos prevé ingresos
por impuestos por 1.9 billones de pesos. En estas cifras enormes donde los
errores de redondeo se dan en millones de pesos, se pierde de vista el sacrificio y la
contribución individual de las personas. En esa gran masa de contribuyentes el
individuo es solo un RFC más y su aportación, insignificante.
Pero
la carga de los impuestos no se reparte uniformemente. La clase media es la que
paga la mayor parte. La mayor parte del
pago de impuestos recae en el 30% de los hogares con más ingresos quienes pagan
el 88.8 del impuesto sobre la renta, el 73.3% de las cuotas de seguridad
social, el 53.1% del IVA, y el 95.4% del impuesto sobre automóviles nuevos.
Estos hogares prácticamente mantienen al otro 70% de los hogares.
El
contribuyente individual se desvincula del bienestar que con su donación
forzosa hace a la sociedad como si el
dinero nunca hubiera sido suyo y siempre del gobierno. Otro aspecto que
desvincula a los contribuyentes de lo que aportan, es el cómo y en qué se gasta, porque el común
de las personas tampoco tiene ninguna influencia en decidir a donde se va ese
dinero. Además, para empeorar las cosas, el desperdicio en el gasto es enorme,
la corrupción se lleva una buena parte y casi no existe rendición de cuentas. Por si fuera poco, cuando el gasto es
desmedido, se opta por endeudar al gobierno, que es una forma de que futuras
generaciones paguen por un beneficio que nunca verán.
Desafortunadamente
el objetivo de todos los gobiernos es recaudar más para gastar más; muy rara vez para gastar mejor o inclusive menos y para obtener más rendimiento por el dinero
que todos aportan.
Rara
vez las preocupaciones de la sociedad son escuchadas cuando se trata de los
impuestos. Ante la premisa de que los impuestos son inevitables casi nadie
protesta contra su pago o lo hacen débilmente. Los empresarios tratan de defenderse y a veces lo logran,
pero el asalariado que paga impuestos como contribuyente cautivo, no tiene
opciones para manifestar su desacuerdo. La sociedad recurre entonces a dos
formas de protesta ilegales: la informalidad y la evasión.
Los
impuestos en México representan el 19.6% del PIB según un estudio de la OCDE (Artículo) y estamos en el último lugar como si
fuera algo deshonroso porque existe la creencia que solo el gobierno puede
proporcionar bienestar a la población y por ello requiere siempre más dinero. En la lógica de gastar más y de que el
gobierno sea quien provea más y mejores
servicios, la única forma de alimentar al ogro filantrópico es dándole cada vez
más recursos. Sin embargo, el gobierno ha demostrado históricamente que no es
un buen administrador. Por lo menos en nuestro país. Habrá otros países en
donde si luzcan más los impuestos que se pagan y entonces quizá tendrá sentido el
pagar más.
Sloterdijk
propone que en lugar de una confiscación de parte de los ingresos de las
personas y las empresas, por parte del Estado, se les dé más voz y opciones de como ceder su dinero. Decidir,
por ejemplo, a que destinar una parte de los impuestos que cada quien paga. En
todo caso, el pago de impuestos no debe ser visto como dogma y se podría, tal y
como lo propone Sloterdijk, aspirar a
una sociedad solidaria en donde todos aporten voluntariamente al bienestar de
los demás.
Bibliografía:
1. "Fiscalidad Voluntaria y Responsabilidad Ciudadana". Peter Sloterdijk. Biblioteca de Ensayo Siruela. Madrid, 2014.
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