Por: Octavio Díaz García de León.
@octaviodiazg
Recientemente el presidente Peña Nieto
sufrió lo que Freud llamaría un “acto fallido”, una mezcla de lapsus
linguae y olvido, en donde confundió
ciudades con estados. El video de su discurso se hizo viral en las redes
sociales. No es la primera vez que el Presidente comete errores de carácter
geográfico cuando hace capitales de estados a ciudades que no lo son o a una
ciudad fronteriza del estado de Chihuahua, la convierte en isla japonesa. También se
recuerda el caso de la confusión con el nombre del presidente Chino. El presidente
Peña tiene razón cuando él mismo, con humor,
se burla de sus errores y dice que es de humanos cometerlos.
Seguramente sus errores pueden ser
materia de estudio para psicólogos a quienes interese el fenómeno de los actos
fallidos. Freud los estudió y propuso
que había una relación con el inconsciente en situaciones que según los psicoanalistas, se dan en condiciones de estrés, angustia,
déficits de atención o ansiedad. Seguramente estos acontecimientos darán a los
expertos materia para dilucidar por qué le ocurren estos errores. Todas las personas cometemos
estos actos fallidos pero desde luego son
más visibles en las figuras públicas y por ello despierten mayor atención en el
caso del Presidente.
Estos errores pueden tener orígenes psicológicos
pero quizá pudieran tener causas físicas
o neurológicas. Hay que recordar que el
presidente de Estados Unidos, Ronald Reagan que sufría de Alzheimer y que murió
con esa enfermedad, ya tenía síntomas cuando era presidente de su país y en
esas condiciones tomaba decisiones de importancia; o bien las migrañas que
sufría el presidente López Mateos y que se dice, lo incapacitaban.
¿Inconsciente o enfermedad? En su ciudad
de origen, lugar más bien pequeño,
supuestos allegados al presidente Peña dicen que el nódulo tiroideo del
que fue operado el 31 de julio de 2013 no es un cáncer controlado sino que ha seguido
su evolución y que no se trata de un problema de tiroides sino de un problema
de garganta. Quizá la imaginación popular confunda ambos aspectos por su
cercanía anatómica. Los problemas de tiroides son mucho más manejables. También
circulan videos en You Tube sobre un
posible cáncer donde se especula con su
aspecto demacrado, su aparente pérdida de peso y posiblemente también los actos fallidos.
Caer en la especulación sin más elementos
que una sospecha es irresponsable. Pero no lo es el contemplar que pudiese
ocurrir algo así. Desde el punto de vista del derecho al acceso a la
información pública gubernamental, ¿el estado de salud del Presidente de la República
podría clasificarse como confidencial por tratarse de datos personales que solo
le incumben a él o de carácter reservado
por tratarse de un asunto que podría afectar a la seguridad nacional? O
bien, dada su trascendencia para el país
y que de ser el caso, el presidente
tuviera que abandonar su cargo, ¿debería informarse a los ciudadanos para
arreglar una transición pacífica? La respuesta no es fácil. Pero si lo que
estuviera en juego fuera el futuro del país, esa información debería abrirse al
público para prepararlo a lo que sigue.
No es la primera vez que se hacen este
tipo de reflexiones. El presidente Fox fue intervenido quirúrgicamente cuando
estaba en ejercicio de sus funciones y por algunas horas no hubo quien
estuviera formalmente a cargo de sus atribuciones y en caso de que algo hubiese
salido mal, no había nada previsto en la Constitución en caso de su ausencia
absoluta. Afortunadamente las reformas a la Constitución realizadas en agosto
de 2012 han venido a cubrir este vacío legal.
La Constitución, en su artículo 84, dice
que en caso de falta absoluta del Presidente, el Secretario de Gobernación asumirá la Presidencia
por un periodo de hasta 60 días en tanto
el Congreso nombre al presidente interino o substituto y no podrá remover a
secretarios o Procurador sin autorización del Senado. Pasando los dos primeros años de gobierno, procede el
nombramiento de un presidente substituto, designado por el Congreso de la Unión
para terminar el periodo presidencial correspondiente.
El hecho de que al nuevo Presidente lo
tenga que elegir el Congreso de la Unión no es sencillo por la división que
existe entre partidos e incluso al interior de los grupos parlamentarios más
grandes. No me queda claro cuál sería el procedimiento, si en una sesión de
ambas Cámaras en donde cada voto de senadores o diputados tuviese el mismo
valor o en votaciones separadas; en este último caso sería complicado si
hubiese votaciones encontradas. Así que
no es trivial el que pudiera quedar acéfala la Presidencia. El esquema
constitucional, desafortunadamente no garantiza una transición suave.
Por lo pronto esperamos que el presidente
Peña Nieto goce de cabal salud y que sus lapsus solo sean asuntos sin
importancia derivados de la cantidad de temas y problemas que debe resolver
todos los días. Pero nunca está demás estar preparado para lo inesperado. Nadie
esperaba que en los últimos diez años murieran dos secretarios de gobernación y
un secretario de seguridad pública en accidentes de aviación. Afortunadamente
en esos casos todo se mantuvo en paz y bajo control porque había un Presidente
que podía nombrar de inmediato al reemplazo de funcionarios de esa relevancia.
Pero si llegase a faltar el Presidente de la República, los demonios podrían
desatarse.
http://octaviodiazgl.blogspot.mx/ Correo: odiazgl@gmail.com
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