Por: Octavio Díaz García de León.
@octaviodiazg
Decía
un comentarista que solo una persona como Henry Kissinger puede titular a su
más reciente libro “Orden Mundial”, por lo arrogante que puede sonar. El Dr. Kissinger
nació y creció en Alemania hasta que su familia de raíces judías fue víctima de
la persecución nazi y tuvo que emigrar a Estados Unidos de donde se hizo
ciudadano. Participó en la Segunda Guerra Mundial en labores de inteligencia y
de allí pasó a la academia en Harvard donde estudió hasta su doctorado y luego
impartió clases. Ingresó a la política vía Nelson Rockefeller y a partir de
1969 se convirtió en Consejero de Seguridad Nacional y luego en Secretario de
Estado para los presidentes Nixon y Ford entre 1969 y 1977. Alcanzó dimensiones de Rock Star cuando en esa época hacía y deshacía en la política
exterior de su país.
Sus
ideas acerca de cómo debe establecerse el orden internacional parten de la
forma en que se organizaron las naciones europeas en 1648 después de la Guerra
de 30 Años y que se llamó la Paz de Westfalia. Estos tratados instituyeron la
igualdad entre los estados por encima de otros poderes como la iglesia y las
dinastías e introdujeron un equilibrio entre naciones. Dice Kissinger que
“cualquier orden internacional tarde o temprano tiene que alcanzar un
equilibrio o de otra forma estará en un estado de guerra constante”. Desde este
punto de vista la única manera de prevenir que una potencia depredadora
conquiste a sus vecinos y si puede, al mundo, es a base de equilibrios de
fuerza entre naciones.
Si Napoleón rompió los equilibrios europeos e
introdujo el pensamiento revolucionario por todo el continente, a su derrota, reunidos
en el Congreso de Viena, los países
europeos construyeron un nuevo equilibrio
entre naciones que duró un siglo y durante el cual Europa gozó en términos generales, de paz. A partir de la
Primera Guerra Mundial esos equilibrios han sido difíciles de lograr.
¿Cuáles
son ahora las amenazas al orden internacional según Kissinger? El surgimiento
del islamismo militante, la disputa por Palestina y los conflictos en Siria e
Irak. Dedica un capítulo completo al caso de Irán. Luego analiza Asia y a las
naciones dominantes en esa región: Japón, India y China.
La
gran preocupación de Kissinger es China a quien ya dedicó un libro
recientemente. Hay que recordar que el presidente Nixon y él realizaron una de las jugadas más espectaculares de la Guerra Fría al tener un acercamiento
con ese país con el cual los separaba la
ideología pero los unía su interés por contrarrestar a la Unión Soviética. A
raíz de las reformas de Deng Xiaoping en China se dio un crecimiento que ha convertido
a este país en la segunda economía del
mundo, en un rival geoestratégico de
Estados Unidos y un factor muy
importante en el nuevo orden mundial.
Kissinger
reflexiona sobre el papel de Estados Unidos en el concierto entre naciones y la ambivalencia de esa gran nación entre
promotor de valores como la democracia y la libertad y el ser un imperio. Este
país ha combatido cinco guerras desde la Segunda Guerra Mundial, en tres de las cuales ha decidido retirarse
porque el consenso interno se ha roto y en cuatro de ellas no ha logrado sus
objetivos. Dice Kissinger que “los
historiadores quizá concluyan que esto derivó de la incapacidad para resolver
la ambivalencia entre la fuerza y la
diplomacia, el realismo y el idealismo, el poder y la legitimidad, que cruza
por toda la sociedad”. Quizá Kissinger, creyente y practicante de la Realpolitik, hubiera preferido que el pueblo americano dejara de
lado las consideraciones morales.
Finalmente
describe las amenazas más recientes al orden mundial: la proliferación de las
armas nucleares en Corea del Norte o el intento de Irán por tenerlas. Los riesgos
de la cibertecnología y el papel del internet y las redes sociales como
alteradoras del orden mundial.
México
solo merece un par de menciones en el libro: cuando describe la Doctrina Monroe
y cuando explica la expansión territorial de ese país a costa del nuestro. En
la visión de Kissinger, los países al
sur de la frontera son territorio de
influencia de los Estados Unidos por
“Destino Manifiesto” y porque tiene el poderío militar para evitar que algún
otro país intente apoderarse de esta región. La Doctrina Monroe que data de
1823, tenía como propósito que Estados Unidos interviniera militarmente contra potencias europeas que
quisieran invadir nuestro continente pero luego fue usada como pretexto para la
intervención de Estados Unidos en diversos conflictos en América Latina.
Para
Estados Unidos, en todo caso, México representa solo la amenaza de la
desestabilización interna, la inseguridad y el tráfico de drogas pero no como
país que quiera disputarle territorios o competir por influencia en el mundo.
México
no puede rivalizar con nuestro vecino
por falta de vocación para ser una potencia siquiera regional, por falta de una fuerza militar que sea
relevante y por falta de visión geoestratégica o interés por ser una potencia.
No me imagino a alguno de nuestros intelectuales escribiendo un libro como el
de Kissinger presentando el papel que nuestra nación deba tener en el diseño del orden mundial. Si
ni siquiera podemos poner orden adentro de nuestras fronteras. Por ello es
natural que para Kissinger, México no
esté en el concierto de naciones capaz de influir en el mundo para bien o para
mal.
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