Por: Octavio Díaz García de León
La idea: En una conferencia matutina
reciente, el presidente López Obrador mencionó que, con la llegada del nuevo
secretario de la Función Pública, el Mtro. Salcedo, se iban a realizar cambios
importantes a dicha Secretaría. Sin embargo, lo que propuso tiene enormes retos
y las preguntas son: ¿podrán hacerse los cambios que propone? y ¿funcionarán?
Se ve difícil.
Lo que planteó el presidente como reformas a la
Secretaría de la Función Pública (SFP) representa el cambio mas radical desde
su creación. Sería unificar las adquisiciones y las de control interno y
fiscalización de todo el gobierno federal en una sola Secretaría. Todas las
contrataciones de bienes, servicios, arrendamientos y obra pública del gobierno
se llevarían a cabo en la SFP. Por cierto, en su alocución, el presidente ya no
habló de combatir la corrupción desde la SFP sino actuar como vigilante de la
honestidad de los servidores públicos.
El presidente también mencionó lo que sería un
cambio trascendente para cada institución del gobierno federal, si se lleva a
cabo: “En vez de que haya un director administrativo y aparte un director de la
función pública, va a ser uno. Esto se va a simplificar”. Lo que se entiende de estas palabras es que se
unirían las áreas administrativas y las de fiscalización bajo un solo titular
en cada institución del gobierno federal.
En sexenios anteriores las labores administrativas
estaban a cargo de los oficiales mayores que tenían nivel de subsecretario en
las secretarías y de los directores generales de administración en las
paraestatales. En este sexenio, se bajó el nivel salarial de los oficiales
mayores, se le cambio de nombre al puesto y ahora son Titulares de la Unidad de
Administración y Finanzas (TUAF).
Los TUAF teóricamente son nombrados por la oficial
mayor de la Secretaría de Hacienda y dependen de ella. En la práctica no
sucedió así. Los TUAF siguen siendo personas de confianza de los secretarios y
la oficial mayor de Hacienda no tiene mucha influencia sobre ellos.
Por otra parte, la fiscalización ha estado en manos
de los órganos internos de control (OIC) dependientes de la SFP a cargo de los titulares
de OIC, quienes ellos sí, en este sexenio han mantenido la independencia de los
secretarios.
Si la idea es consolidar en un solo puesto ambas
responsabilidades habrá que empezar por modificar la Constitución en todas
aquellas atribuciones que les da a los OIC y de allí en cascada a todas las
leyes que hacen referencia a esta figura, así como a las que hacen referencia a
las unidades de administración y finanzas lo que implicaría un enorme rediseño
institucional.
Algunos posibles problemas serían:
El concentrar en una sola institución todas las
contrataciones del gobierno representa un enorme cuello de botella. El
desabasto que ahora ocurre en el sector salud podría estar sucediendo en el
resto del gobierno federal. Cuando se planteó, antes de iniciar el sexenio, la
creación de la macro oficialía mayor, señalé los problemas que enfrentaría.
Al final quedó un híbrido que trató solo de consolidar ciertas compras generando
problemas de desabasto, y eso que solo se incluyeron las secretarías en el
esquema y no las paraestatales, pues el problema hubiera sido mayor para PEMEX,
y CFE, entre otras.
Tener bajo una misma cabeza a la fiscalización y a
las adquisiciones no solo a nivel secretaría sino en cada institución,
representa un gran conflicto de interés pues las áreas que más se fiscalizan
desde los OIC son las que manejan los recursos. Para el titular del área
administrativa, con todas las presiones que tiene, siempre será prioritario
atender a sus clientes internos y jefes y si puede, lo haría pasando por encima
de la normatividad. Esto podría ocurrir al quitársele el freno del organismo fiscalizador,
al tenerlo bajo su mando. Ni que decir de las oportunidades de corrupción que
sería sumamente fácil ocultarlas con una fiscalización simulada.
Lo que creo:
No se unirán el administrador y el fiscalizador en
cada institución. Por otra parte, sí se irá la oficialía mayor que estaba en
Hacienda a SFP, aunque no consolidarán compras de paraestatales. Me parece que
el nuevo secretario de Hacienda entendió que tener esa responsabilidad
representaba un lastre por apartarse de sus responsabilidades principales y a que,
además, las oficiales mayores no le respondían al secretario de Hacienda sino
al presidente.
Recordemos que al principio del sexenio se le
quitaron atribuciones a SFP en materia de normatividad en contrataciones y
recursos humanos para incorporarlas a la oficialía mayor de Hacienda. Esas
funciones estarían regresando a SFP junto con la enorme responsabilidad de
realizar todas las adquisiciones del gobierno federal y quizá, el presupuesto asociado.
La pregunta es, ¿quién va a fiscalizar las adquisiciones?, ¿ellos mismos? Así
parece.
Queda ver como resuelven operativamente toda esa
reestructura. Como dijo el presidente: “Por eso Roberto Salcedo va a estar
allí. Yo creo que ahora sí se las puse difícil.”
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