25 de noviembre de 2017

UNO PUEDE HACER LA DIFERENCIA


Por: Octavio Díaz García de León

Para el Dr. Santaella

    En mi colaboración anterior mencionaba que es necesario no resignarse y protestar cuando los bienes y servicios que recibimos tanto del gobierno como del sector privado no reúnen las características que deberían tener. O bien, cuando vemos cosas que están mal, no quedarse callados ni caer en la indiferencia o resignación.

    Sin embargo, hay sectores de nuestra sociedad que han hecho de la protesta una forma de vida. Recurren a formas de reclamo que en ocasiones son violentas y en la mayoría de los casos perjudican al resto de la sociedad con sus acciones. Son formas organizadas de chantaje para beneficiar los intereses de unos cuantos en detrimento de los demás.

     Es necesario entonces diferenciar entre las protestas y reclamos legítimos y aquellos que se organizan para satisfacer intereses particulares. Algunas autoridades de nuestro país han acostumbrado a grupos clientelares a darles todo lo que piden. Estos grupos ya conocen el camino y saben que, mediante manifestaciones, obstaculización a las vías de comunicación, toma de instalaciones y otros métodos violentos, pueden presionar para pedir prebendas a cambio de apoyos políticos. Este clientelismo basado en la extorsión y la dádiva de recursos públicos no es el que va a mejorar al país pues solo beneficia a unos cuantos. Como ejemplo de estos grupos están: “Los 400 pueblos”, Antorcha Campesina, la CNTE, el SME y un largo etcétera.

    ¿Cómo entonces protestar de manera legítima y no ser confundidos con los protestantes profesionales? ¿Cómo ir más allá de la protesta para que las cosas cambien?

     Un primer principio podría ser el protestar sin hacer daño a los demás. Los protestantes profesionales o incluso en ocasiones los que lo hacen con razón, no piensan en cómo afectan a los demás (Los primeros lo hacen a propósito). Inclusive una causa que puede ser justa, se vuelve impopular por las afectaciones que produce. Muestra de ello son las decenas de manifestaciones diarias que ocurren en la CDMX y que hacen más difícil la vida de todos en esa ciudad.

    Otra forma de hacerlo, que no necesita grandes movilizaciones sociales, requiere que las personas vayan cambiando las cosas por pequeñas que sean. Requiere pequeños héroes que de manera cotidiana luchen en su ámbito de acción por cambiar lo que no está bien.  Thomas Carlyle decía que “De nada le sirve al hombre lamentarse de los tiempos en que vive, pero siempre le es posible mejorarlos.”  También decía que “El hablar que no termina en acción, mejor suprimirlo.” Para él los motores de la historia son los individuos a través de su acción; son quienes la escriben con sus actos. (Ver   http://stasiotika.blogspot.mx/2010/03/los-heroes-de-thomas-carlyle.html). 

   Así surgen individuos paradigmáticos que han señalado el rumbo a la humanidad. Por ejemplo, Sócrates, Buda, Confucio, Jesús, Mahoma o bien en tiempos más cercanos, personajes de acción como Napoleón, Churchill y Deng Xiaoping por nombrar algunos.  Pero no es necesario ser como estas figuras emblemáticas, sino imitarlas en pequeñas dosis. En la medida cotidiana de lo que cada uno tiene que enfrentar para mejorar lo que nos rodea.

    En México también tenemos a nuestros propios héroes que han sellado el destino de nuestro país con su influencia. Por ejemplo, Hidalgo, Iturbide, Juárez, Díaz y Madero, entre otros.  En ese sentido, no cabe duda que la influencia individual es capaz de forjar una nación. En una escala más cercana, en el artículo pasado mencionaba yo a María Elena Morera y Alejandro Martí, pero también hay muchas personas que de manera casi anónima luchan por cambiar las cosas en su entorno. Por ejemplo, fundaciones como “Unidos… Asociación Pro-Trasplante de Médula Ósea Francisco Casares Cortina, A.C.” o bien, la tarea que hace la familia Quintanar aquí en Aguascalientes con su casa hogar, en donde acoge a niños que viven en condiciones de violencia en sus hogares y les da sustento y formación.

    Hay otros ejemplos de valentía y coraje de personas que no están dispuestas a aceptar una injusticia. Así son los padres de familia que tienen años buscando a sus hijos desparecidos luchando contra amenazas y adversidades, o bien heroínas como Marisela Escobedo, asesinada a las puertas del Palacio de Gobierno de Chihuahua.

    A veces luchar contra lo que está mal requiere grandes sacrificios. Pero no se trata de eso. Se trata de realizar pequeños actos de mejora en nuestro entorno, los cuales, por pequeños que sean, se van sumando para hacer la diferencia. Por ejemplo, impedir que otros tiren basura en su calle, reclamar cuando un auto se estaciona mal, el peatón que regaña al automovilista que casi lo atropella, el pasajero que protesta ante el chofer del transporte público por manejar irresponsablemente. Esas pequeñas acciones de no resignación a la larga inciden positivamente en mejorar la convivencia.

     No hay que resignarse a lo que está mal, sino protestar cuando sea necesario para mejorar las cosas y no hacerlo a costa de los demás. Pero no basta protestar sino, con pequeñas acciones, mejorar lo que esté a nuestro alcance.  Si cada uno pasara a la acción en lugar de quejarse, tendríamos un país muy diferente.




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