20 de mayo de 2017

PERIODISMO Y JUSTICIA



Por: Octavio Díaz García de León

Para los periodistas que exponen la vida en su profesión y los que ya la perdieron.

     El periodismo puede ser un gran catalizador para lograr que se haga justicia. Especialmente en nuestro país donde la impunidad alcanza cifras escandalosas, el trabajo de los periodistas es un acicate para que las autoridades cumplan su cometido.  Pero no siempre las investigaciones periodísticas se convierten en castigo para los delincuentes, ya sea porque no existen las pruebas suficientes o las capacidades de las autoridades investigadoras son muy limitadas o incluso, porque existen complicidades que encubren los ilícitos.

     Existen por lo menos dos temas que cubren los periodistas a riesgo de su propia vida. Uno es el de seguridad pública, relacionado con narcotráfico y bandas criminales. El otro con actos de corrupción. Cubrir el tema de delincuencia organizada ha convertido a México en uno de los países más peligrosos del mundo para ejercer el periodismo. El asesinato de 6 periodistas en lo que va de 2017, el último de ellos, Javier Valdez en Sinaloa, es muestra de la gravedad de la situación y de la impunidad con que actúan los delincuentes. El tema de la corrupción si bien no es tan letal, no deja de ser también un tema riesgoso para los periodistas porque narcotráfico, delincuencia organizada y corrupción van de la mano.  

      Sin embargo, el reportar sobre estos temas puede resultar frustrante si lo que se busca es que haya justicia (También hay periodismo irresponsable que solo busca el escándalo para vender la nota). Los periodistas profesionales investigan, reúnen evidencias, sacan a la luz transacciones oscuras y luego no pasa nada. A veces por indiferencia o complicidad de las autoridades; otras veces porque judicializar un caso para condenar a alguien es sumamente complicado. Esto último ocurre porque para evitar acusar a inocentes, las pruebas tienen que ser contundentes y cuidar la legalidad de cómo se obtienen dichas pruebas. El sistema jurídico mexicano es muy “garantista”, como dirían los abogados. Esto es, protegen los derechos de los acusados de los posibles abusos de la autoridad y obligan a que las autoridades sustenten muy bien sus acusaciones y respeten minuciosamente los procedimientos que dicta la Ley, los cuales suelen ser complejos.

      Las cifras del combate a la delincuencia reflejan esta situación. El 98% de los delitos permanecen impunes y se entra en un círculo vicioso: ante la falta de castigo a los delincuentes, las víctimas prefieren no denunciar, con lo que la impunidad aumenta.  

     Desde luego la impunidad no se puede atribuir a un sistema jurídico “garantista” que protege más al acusado que a la víctima, pero este sistema pone un grado de exigencia en las autoridades investigadoras que, en algunos casos, es muy superior a sus actuales posibilidades. Y allí está el detalle. Si para acusar a una persona se requieren pruebas técnicas de mucha contundencia, entonces se requieren investigaciones muy profesionales. Desafortunadamente las autoridades encargadas de investigar delitos o faltas administrativas, en su gran mayoría no tienen las capacidades para hacerlo, lo cual alimenta la impunidad o bien solo condena al que no tiene la capacidad económica para defenderse.

     Las autoridades investigadoras se enfrentan todos los días a este problema. Las herramientas con las que cuentan suelen ser muy limitadas, no tienen recursos suficientes para el tamaño del problema; además, su personal está mal capacitado para atender las exigencias del sistema jurídico y expuesto a sobornos y amenazas para que no hagan su trabajo. Y eso sin considerar que ciertos casos llevados ante el Poder Judicial, se pierden por la corrupción de algunos jueces y magistrados.

     Muchas veces se diseñan las leyes pensando que, por solo emitirlas, las cosas van a mejorar mágicamente sin considerar el esfuerzo institucional que se requiere para ejecutarlas. Por ejemplo, una de las nuevas disposiciones de la Ley General de Responsabilidades Administrativas consiste en que cualquier acusado tendrá derecho a un defensor de oficio. A un par de meses de que entre en vigor esta Ley, aún no está claro de donde saldrán dichos abogados, porque el presupuesto de egresos de la federación no prevé las plazas y los recursos para ello.  

    Es importante que los periodistas y su público lector conozcan que no será sencillo que una investigación periodística se convierta en una condena automática de los denunciados. En un sistema jurídico garantista se requiere un esfuerzo de investigación muy profundo. Si bien no es el papel de los periodistas actuar como autoridades investigadoras, entre más sólidas, desde un punto de vista jurídico, sean las pruebas que aporten, más fácil será para las autoridades castigar a delincuentes, elevarán el costo de sus complicidades a las autoridades corruptas y hará que mejoren las ineptas.  

    Ayudaría también el considerar que las autoridades encargadas de investigar delitos no están preparadas para un sistema de justicia garantista, por lo que sería necesario ya sea, mejorar sustancialmente sus capacidades en un plazo corto o buscar que existan disposiciones legales menos orientadas al procedimiento y exigentes con las pruebas.  Algo difícil de lograr cuando el legislador ha pensado en un país ideal alejado de nuestras realidades, dando prioridad al respeto a los derechos humanos de los delincuentes sin darle suficiente peso a buscar justicia para las víctimas. Por lo pronto el papel del periodismo de investigación serio es muy importante para impulsar a legisladores y autoridades a actuar.

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Twitter: @octaviodiazg         http://heraldo.mx/tag/todo-terreno/                                     Correo: odiazgl@gmail.com

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