Por:
Octavio Díaz García de León
Ilusiones perdidas. Cada
cuatro años se crea la expectativa de que nuestros atletas podrán ganar
medallas en las Olimpiadas y se hace un recuento anticipado de ganadores que
luego no resultan. Lo mismo sucede con los campeonatos mundiales de fútbol
donde se impulsa la creencia de que la selección nacional podrá hacer un buen
papel. Todo ello para generar audiencias televisivas, ventas de publicidad y lo
que conlleva el negocio del fútbol. Pero la realidad siempre nos alcanza. Por
una parte, el fútbol mexicano es mediocre como lo demuestra el que la selección
mayor haya pasado a cuartos de final en campeonatos mundiales solo en un par de
ocasiones y por otra parte hay poquísimos atletas que hayan ganado medallas en
las Olimpiadas: solo 13 de oro en más de un siglo de participar en ellas. Estas
Olimpiadas en Río de Janeiro no han sido la excepción, aunque ahora la cosecha
de medallas es aún más pobre que de costumbre, a pesar de una delegación de 126
atletas que han tenido oportunidad de utilizar los servicios de la “agencia de
viajes CONADE”, como caracterizó su director Alfredo Castillo a esta
institución.
En
la cima del mundo. Quizá
habrá que poner las cosas en perspectiva. Destacar a nivel mundial en cualquier
campo, estar entre los mejores tres del mundo, no es trivial. Muy pocos
mexicanos en cualquier campo lo han logrado. Carlos Slim es uno de ellos (Uno
de los tres más ricos del mundo); los tres ganadores de Premio Nobel que ha
tenido México (García Robles, Octavio Paz y Mario Molina) y probablemente
algunos otros que se me escapan. En el deporte no es la excepción. Por cada
atleta que llega a los juegos olímpicos, ¿cuántos decenas o centenas de miles
no llegan? Llegar a los juegos tiene ya mucho mérito. Estar entre los cien
mejores del mundo o entre los veinte mejores, habla ya de ser muy destacados.
Estar entre los tres primeros del mundo es la cúspide de una enorme pirámide,
el club de lo más selecto de lo más selecto. Así que los atletas mexicanos que
no alcanzaron medalla, pero están unos pocos lugares abajo, son parte de ese
destacado club. Por ello hay que valorar a adecuadamente a todos los atletas mexicanos
que no ganaron medallas pero que están entre los mejores del mundo y que además
lo lograron a pesar de los obstáculos que las instituciones del deporte les
pusieron en lugar de ayudarles.
Ser
los mejores. Todos
los países aspiran a tener a los atletas más destacados y una forma de medirlo
es que lleven una de esas disputadas medallas a casa. Para los gobiernos de los
países es una forma de demostrar sus capacidades y para los habitantes de las
naciones, un motivo de orgullo.
Como
sea. Hay países que
son capaces de todo para obtener medallas. Desde los rusos que quedaron fuera
de algunos deportes por usar drogas prohibidas, hasta países totalitarios que
quieren compensar sus carencias internas impulsando a sus deportistas con todo
tipo de prebendas y apoyos. Los países comunistas lo hacían cuando eran más y
lo siguen haciendo los pocos que quedan como Cuba y China.
Así
son de buenos. Para
los países desarrollados, tales como Estados Unidos, Gran Bretaña, Alemania y Francia,
los logros de sus deportistas simplemente reflejan lo bien que funcionan sus
instituciones del deporte
Enfocarse
a lo que saben. Otro
grupo de países saben en qué disciplinas están sus fortalezas y se vuelven potencias
mundiales en ciertas especialidades a pesar de su pequeñez territorial y poblacional
como Jamaica, que en estos Juegos Olímpicos ya es el segundo país de América
con más medallas de oro obtenidas.
Ninguno
de los anteriores. Al
momento de escribir estas líneas México estaba en el lugar 64 con solo dos medallas ganadas ante el disgusto de los
aficionados y las críticas generalizadas hacia los responsables. El malestar de
los aficionados ya encontró eco en el extranjero como lo comenta el Washington
Post en un artículo reciente (https://www.washingtonpost.com/news/worldviews/wp/2016/08/17/mexicos-miserable-olympics/).
No
me ayudes compadre.
Para México siempre es una aspiración el querer destacar en las Olimpiadas,
pero sus instituciones, públicas o privadas, llámense federaciones deportivas, Comité
Olímpico Mexicano, CONADE o la Secretaría de Educación Pública, no funcionan
para lograr este propósito. Es un caso más en México donde las instituciones no
dan los resultados que se espera de ellas. Mientras no haya rendición de cuentas, ni consecuencias
para sus directivos continuará el desperdicio de recursos y el fracaso en
materia deportiva. Tampoco ayuda a la rendición de cuentas que sean los propios
titulares de las instituciones quienes coloquen como titulares de sus Órganos
Internos de Control a sus amigos. Así lo hizo Alfredo Castillo, director de
CONADE, quien colocó allí a una amiga suya. Son aspectos que el nuevo Sistema Nacional
Anticorrupción deberá cambiar para evitar problemas de corrupción y fortalecer
la rendición de cuentas. (http://www.eluniversal.com.mx/entrada-de-opinion/columna/bajo-reserva-periodistas-el-universal/nacion/2016/08/19/misteriosa-mujer)
Para
ganar, hay que cambiar.
El estado del deporte en México es un reflejo de las carencias del país. Si
queremos que el país mejore en este tema y en muchos otros aspectos de la vida pública,
deberá asegurarse de que las instituciones cumplan sus objetivos y rindan
cuentas con consecuencias para sus directivos que no lo hagan. Se podría
empezar por la CONADE.
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