20 de agosto de 2016

DECEPCIÓN OLÍMPICA


Por: Octavio Díaz García de León


      Ilusiones perdidas. Cada cuatro años se crea la expectativa de que nuestros atletas podrán ganar medallas en las Olimpiadas y se hace un recuento anticipado de ganadores que luego no resultan. Lo mismo sucede con los campeonatos mundiales de fútbol donde se impulsa la creencia de que la selección nacional podrá hacer un buen papel. Todo ello para generar audiencias televisivas, ventas de publicidad y lo que conlleva el negocio del fútbol. Pero la realidad siempre nos alcanza. Por una parte, el fútbol mexicano es mediocre como lo demuestra el que la selección mayor haya pasado a cuartos de final en campeonatos mundiales solo en un par de ocasiones y por otra parte hay poquísimos atletas que hayan ganado medallas en las Olimpiadas: solo 13 de oro en más de un siglo de participar en ellas. Estas Olimpiadas en Río de Janeiro no han sido la excepción, aunque ahora la cosecha de medallas es aún más pobre que de costumbre, a pesar de una delegación de 126 atletas que han tenido oportunidad de utilizar los servicios de la “agencia de viajes CONADE”, como caracterizó su director Alfredo Castillo a esta institución.

     En la cima del mundo. Quizá habrá que poner las cosas en perspectiva. Destacar a nivel mundial en cualquier campo, estar entre los mejores tres del mundo, no es trivial. Muy pocos mexicanos en cualquier campo lo han logrado. Carlos Slim es uno de ellos (Uno de los tres más ricos del mundo); los tres ganadores de Premio Nobel que ha tenido México (García Robles, Octavio Paz y Mario Molina) y probablemente algunos otros que se me escapan. En el deporte no es la excepción. Por cada atleta que llega a los juegos olímpicos, ¿cuántos decenas o centenas de miles no llegan? Llegar a los juegos tiene ya mucho mérito. Estar entre los cien mejores del mundo o entre los veinte mejores, habla ya de ser muy destacados. Estar entre los tres primeros del mundo es la cúspide de una enorme pirámide, el club de lo más selecto de lo más selecto. Así que los atletas mexicanos que no alcanzaron medalla, pero están unos pocos lugares abajo, son parte de ese destacado club. Por ello hay que valorar a adecuadamente a todos los atletas mexicanos que no ganaron medallas pero que están entre los mejores del mundo y que además lo lograron a pesar de los obstáculos que las instituciones del deporte les pusieron en lugar de ayudarles.  

      Ser los mejores. Todos los países aspiran a tener a los atletas más destacados y una forma de medirlo es que lleven una de esas disputadas medallas a casa. Para los gobiernos de los países es una forma de demostrar sus capacidades y para los habitantes de las naciones, un motivo de orgullo.
Como sea. Hay países que son capaces de todo para obtener medallas. Desde los rusos que quedaron fuera de algunos deportes por usar drogas prohibidas, hasta países totalitarios que quieren compensar sus carencias internas impulsando a sus deportistas con todo tipo de prebendas y apoyos. Los países comunistas lo hacían cuando eran más y lo siguen haciendo los pocos que quedan como Cuba y China.
Así son de buenos. Para los países desarrollados, tales como Estados Unidos, Gran Bretaña, Alemania y Francia, los logros de sus deportistas   simplemente reflejan lo bien que funcionan sus instituciones del deporte
Enfocarse a lo que saben. Otro grupo de países saben en qué disciplinas están sus fortalezas y se vuelven potencias mundiales en ciertas especialidades a pesar de su pequeñez territorial y poblacional como Jamaica, que en estos Juegos Olímpicos ya es el segundo país de América con más medallas de oro obtenidas.
Ninguno de los anteriores. Al momento de escribir estas líneas México estaba en el lugar 64 con solo dos   medallas ganadas ante el disgusto de los aficionados y las críticas generalizadas hacia los responsables. El malestar de los aficionados ya encontró eco en el extranjero como lo comenta el Washington Post en un artículo reciente (https://www.washingtonpost.com/news/worldviews/wp/2016/08/17/mexicos-miserable-olympics/).

     No me ayudes compadre. Para México siempre es una aspiración el querer destacar en las Olimpiadas, pero sus instituciones, públicas o privadas, llámense federaciones deportivas, Comité Olímpico Mexicano, CONADE o la Secretaría de Educación Pública, no funcionan para lograr este propósito. Es un caso más en México donde las instituciones no dan los resultados que se espera de ellas.  Mientras no haya rendición de cuentas, ni consecuencias para sus directivos continuará el desperdicio de recursos y el fracaso en materia deportiva. Tampoco ayuda a la rendición de cuentas que sean los propios titulares de las instituciones quienes coloquen como titulares de sus Órganos Internos de Control a sus amigos. Así lo hizo Alfredo Castillo, director de CONADE, quien colocó allí a una amiga suya.  Son aspectos que el nuevo Sistema Nacional Anticorrupción deberá cambiar para evitar problemas de corrupción y fortalecer la rendición de cuentas. (http://www.eluniversal.com.mx/entrada-de-opinion/columna/bajo-reserva-periodistas-el-universal/nacion/2016/08/19/misteriosa-mujer)


Para ganar, hay que cambiar. El estado del deporte en México es un reflejo de las carencias del país. Si queremos que el país mejore en este tema y en muchos otros aspectos de la vida pública, deberá asegurarse de que las instituciones cumplan sus objetivos y rindan cuentas con consecuencias para sus directivos que no lo hagan. Se podría empezar por la CONADE.



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