Por: Octavio Díaz García de León
Los gobiernos paternalistas han acostumbrado a sus gobernados a esperar que les resuelvan todo. En México, que durante tantos años vivió el
estatismo, el populismo y el paternalismo gubernamental, la población espera que el gobierno resuelva todos los problemas. Pocos
se plantean, como lo dijo el presidente
Kennedy en su toma de posesión: “No pregunten que puede hacer su país por
ustedes; pregunten que pueden hacer ustedes por su país”.
Eso sucede con el problema de la
corrupción. Se prefiere dejar en manos
de la burocracia y los políticos la solución del problema. Pero dado que la
corrupción requiere dos partes, el que
da soborno y el que lo recibe, en este proceso participan de manera fundamental
los particulares. Por ello los
empresarios son parte esencial de la solución.
El 1 de octubre pasado, tuvo lugar en la Cd. de México un taller llamado “Cultura de la Integridad en
México. Combate a la Corrupción.” Organizado por el Centro de Estudios para la
Gobernabilidad Institucional (CEGI) y su presidente el Dr. Felipe González, del
Instituto Panamericano de Alta Dirección de Empresa (IPADE), junto con el Centro para la Empresa Privada
Internacional con base en Estados Unidos.
En este taller se reunió un grupo de egresados del IPADE, en su mayoría
empresarios, para compartir ideas acerca
de que se puede hacer en el ámbito empresarial, especialmente las pequeñas y
medianas empresas (PYMES), para combatir
la corrupción.
Las grandes empresas siempre tienen más
recursos para defenderse de la corrupción aunque en ocasiones ellas mismas la
propician (Casos Wal-Mart, Banamex, Oceanografía, HSBC, OHL, etc.). Pero las PYMES están más a merced de la
corrupción, acosadas por leyes complejas
y excesivas, de las cuales se aprovechan malos funcionarios
públicos para obtener un beneficio personal.
Está claro que la corrupción es mala
para los negocios. Primero porque no hay un juego competitivo justo; gana el
que coyunturalmente tiene el contacto con un funcionario corrupto. Segundo, porque
los empresarios que obtienen beneficios temporales corrompiendo a funcionarios
públicos, dañan a la comunidad y se dañan ellos mismos. Por ejemplo, los
precios excesivos que se pagan por bienes y servicios públicos obtenidos a base
de corrupción los pagan los causantes de impuestos. No le sale más caro al
gobierno. Le sale más caro a quien paga impuestos. Así, la corrupción, aunque parece beneficiarlos en el corto plazo,
va deteriorando el ámbito público y de negocios en el que todos salen perjudicados.
Además alimenta a una burocracia a la
cual nunca le alcanza el dinero y siempre requiere más impuestos o deuda para gastar más.
Durante el taller surgió el tema de la
extorsión en contraste con el soborno. Digamos que son dos caras diferentes de
la corrupción: cuando hay soborno de por medio se trata de un acuerdo de
voluntades. En el caso de la extorsión es una voluntad la que se impone a la
otra por la fuerza. Las soluciones a ambos problemas son diferentes. Para
evitar el soborno, se requiere una cultura de integridad que empieza por el
particular que evite corromper al funcionario público. Para el problema de
extorsión se requiere que haya un estado de derecho donde el particular pueda
denunciar la extorsión y la autoridad castigue al delincuente. Los funcionarios
públicos extorsionadores no son diferentes a la delincuencia
organizada que exige por ejemplo, derecho de piso. Para erradicar este delito
se requiere que el Estado ofrezca
seguridad a los particulares y si no la da, se le debe exigir.
Una
de las propuestas del Taller es que dado que los pequeños y medianos
empresarios difícilmente pueden incidir de manera individual contra la corrupción,
lo podrían hacer de manera colectiva. Ya sea a través de sus cámaras y
asociaciones o bien en coaliciones específicas para combatir la corrupción,
como ocurre en países como Tailandia o
Colombia. Para incidir contra el soborno existen herramientas como los pactos para la transparencia
y los pactos de integridad, entre otras. Algunas ideas que podrían ayudar a los
empresarios a combatir la corrupción por
soborno podrían ser:
1. Manifestar abiertamente al interior y hacia el exterior que sus empresas no pagan soborno bajo ninguna circunstancia.
2. No disfrazar a los sobornos como cortesías hacia clientes y funcionarios.
3. Pedir a sus empleados clave que manifiesten sus conflictos de interés.
4. Tener un código de conducta que guíe a sus empleados.
5. Capacitar a sus empleados en los programas de combate a la corrupción.
6. Desarrollar sistemas y controles a través de un gobierno corporativo profesional aunque sean empresas muy pequeñas.
1. Manifestar abiertamente al interior y hacia el exterior que sus empresas no pagan soborno bajo ninguna circunstancia.
2. No disfrazar a los sobornos como cortesías hacia clientes y funcionarios.
3. Pedir a sus empleados clave que manifiesten sus conflictos de interés.
4. Tener un código de conducta que guíe a sus empleados.
5. Capacitar a sus empleados en los programas de combate a la corrupción.
6. Desarrollar sistemas y controles a través de un gobierno corporativo profesional aunque sean empresas muy pequeñas.
Para incidir contra la extorsión, la
acción colectiva tiene que orientarse a presionar a las autoridades para que proporcione
un auténtico estado de derecho; que se combata por igual a los delincuentes que
secuestran, roban o piden derecho de piso así como a las autoridades corruptas
que extorsionan.
La
iniciativa del CIGE del IPADE es una buena noticia. Para combatir la corrupción,
está bien exigirle al gobierno que haga su parte, pero el sector privado no se
puede quedar con los brazos cruzados a que los políticos produzcan resultados.
La iniciativa de particulares y empresarios hará la diferencia en esta lucha.
Ojalá que las cámaras y asociaciones empresariales de todo el país tomen nota
y participen en esfuerzos como las que la
Universidad Panamericana realiza a través del IPADE y del CIGE.
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