Por: Octavio Díaz García de León
Los candidatos
ganadores a puestos de elección popular prometen cosas atractivas, importantes,
novedosas; el electorado cree que lo
irán a cumplir y votan por ellos. Pero como todos sabemos, es más fácil
prometer que llevar a cabo lo prometido. Como dijo el ex congresista americano
Tip O’Neill “Es más fácil postularse para un puesto que ejercer el puesto”
(Citado por Michael Barber en su libro “Como Gobernar” (Ver artículo)).
Muchos gobiernos fracasan a la hora de querer cumplir lo prometido (Si son
serios). El ex primer ministro ruso Víctor Chernomyrdin dijo “Tratamos de hacer mejor las cosas, pero
todo salió como siempre.” (Citado por M. Barber). Frase que una gran cantidad
de nuestros gobernantes hubieran podido hacer suya.
En el libro
antes mencionado, el autor dice que aún
en países relativamente bien gobernados,
el gobierno es ineficaz e ineficiente lo cual tiene un enorme impacto negativo en la economía de esos países; además hace que los ciudadanos estén menos dispuestos
a pagar impuestos, los vuelve escépticos de los gobiernos en general y en el
peor de los casos, incluso los hace dudar acerca del valor de la democracia.
¿Suena conocido? Basta ver los resultados de la más reciente encuesta de
Latinbarómetro 2015 publicada en el periódico Reforma este 26 de septiembre y
en donde solo 19% de los mexicanos están satisfechos con la democracia, cuando
el promedio en la región anda en un 37%.
¿Por qué los
gobiernos no dan resultados? Hay muchas razones: no tienen claridad en los objetivos
o simplemente no tienen objetivos; son incapaces de fijar metas realistas; no pueden medir los
avances y no saben si se cumplieron las metas. Esto se debe a que no hay los directivos
con las capacidades y habilidades gerenciales necesarias para conducir a organizaciones
tan complejas como son las instituciones de gobierno. Además, al no haber
rendición de cuentas, no existen consecuencias
ante la falta de resultados por
lo que tampoco hay incentivos para cumplir.
En la
iniciativa privada los resultados se tienen que dar por necesidad. De otra
forma, a menos que sean empresas protegidas por el gobierno, no podrán competir
y estarán condenadas a desaparecer del mercado. Por ello hay excelentes
escuelas de negocios por todo el mundo preparando futuros líderes empresariales.
En México, el Instituto Panamericano de
Alta Dirección de Empresa (IPADE) hace énfasis no solo en las técnicas de la administración
sino, como su nombre lo indica, en la dirección,
lo cual le da la debida importancia a
la dimensión humana de cualquier institución ya que las organizaciones están hechas de
hombres y mujeres a las que hay que conducir para lograr resultados. Escuelas
así escasean para el sector público y sus egresados rara vez llegan a la
cúspide de los gobiernos.
Los políticos
prefieren colocar en los niveles más altos de sus administraciones, en el peor de los casos a sus amigos sin
importar sus capacidades y en el mejor
de los casos a personas de una alta especialidad técnica, a veces con
doctorados en las mejores escuelas del mundo. Por lo general, ninguno de los
dos grupos sabe dirigir personas.
Por ello es
muy frecuente encontrar funcionarios del más alto nivel sin las necesarias
capacidades gerenciales. Esto se manifiesta, por ejemplo, en los horarios de
trabajo absurdos que tienen algunos. Empiezan a las 7 de la mañana y terminan a
las 2 o 3 de la mañana del día siguiente, incluyendo sábados y domingos. Lo
único que demuestran estos horarios es su
incapacidad para ser líderes, delegar tareas y responsabilidades a sus equipos
de trabajo, descentralizando la toma de decisiones y empoderando a niveles más
bajos de su organización. En otras palabras, no saben dirigir.
Los casos son
bastante patéticos para ciertas administraciones que se llenan de este tipo de funcionarios “trabajo
adictos” con el consecuente desgaste para ellos en su vida personal llegando a
destruir a sus familias, pero además, sin capacidad para dar resultados. Sus
colaboradores se frustran al no poder tomar decisiones, no realizan un trabajo significativo sino solo
subordinado, sus horarios de trabajo son
inútilmente largos y sus jefes se
convierten en enormes cuellos de botella.
Ante la falta
de resultados que aqueja a tantos gobiernos del mundo, se ha venido tomando la
experiencia que M. Barber describe en su libro, para tratar de que los gobiernos cumplan lo
que se proponen. En Gran Bretaña y otros 58 países, de acuerdo con datos del
Banco Mundial, se han creado “Unidades
para Dar Resultados” o “Unidades de Implementación” emulando la que se creó en
el gobierno de Tony Blair en Gran Bretaña y que encabezó Michael Barber.
En México,
plagado de reformas legislativas, proyectos faraónicos y ocurrencias de todo
tipo, sería muy provechoso que se creara una Unidad similar para enfocar los
esfuerzos del gobierno a unas cuantas prioridades y se asegurara de llevarlas a
cabo. Aquellos gobiernos que den resultados podrían pasar a la historia como
verdaderos benefactores del país y en
una de esas hasta sus partidos podrían repetir en el poder de una manera legítima
y no a través de la compra de votos. Perder de vista que lo importante de
gobernar es ofrecer resultados, es condenar
al país a un gatopardismo permanente en donde todo cambia para seguir igual…
hasta que la gente se canse.
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