Por:
Octavio Díaz García de León.
@octaviodiazg
La violencia que vemos cotidianamente en las
noticias y que parece ser una violencia sin sentido, acaba siendo condenada por
todos. Pero este rechazo ¿no es una
forma de distraernos del auténtico problema tapando otras formas de violencia? Así lo manifiesta el filósofo de origen
esloveno, Slavoj Zizek, lo cual plantea en su libro “Sobre la Violencia”. De
acuerdo con este autor, los manifestantes violentos que destruyen comercios,
arrojan bombas incendiarias caseras, las manifestaciones de protesta de jóvenes
por cualquier motivo y que realizan actos vandálicos, parecen no tener un
propósito porque al final no logran nada. Tal es el caso de las manifestaciones
violentas en París en 2005 que parecían no tener sentido. Sin embargo, lo que
querían en el fondo estas minorías era llamar la atención para ser
reconocidas e incluidas en una sociedad que las ha dejado al margen. Esa
violencia manifiesta era la respuesta a una violencia subyacente de la que no
se habla.
En
nuestro país, sufrimos la violencia que ocasiona la delincuencia que decapita,
descuartiza, disuelve en ácido los cuerpos, los entierra en fosas clandestinas
o los incinera, la que roba, secuestra,
extorsiona y cobra derecho de piso. Asimismo la violencia de los que queman palacios
de gobierno, vandalizan monumentos, arrojan bombas molotov, destruyen comercios
(Cuando no son títeres de alguien) o bien la violencia de los maestros que
toman casetas y hacen otros desmanes, las cuales aunque parecen tener causas
muy concretas, no muestran la causa de fondo del fenómeno. La idea de Zizek es que en la sociedad subyace una violencia sistémica derivada del
sistema económico que vivimos y de los esfuerzos por sostenerlo. Según el autor la violencia está arraigada en
la sociedad: sus manifestaciones no solo se dan de manera física “…sino también
de las más sutiles formas de coerción que imponen relaciones de dominación y
explotación, incluyendo la amenaza de la violencia.” La oposición a toda forma
de violencia podría ser un intento para tapar otras formas de violencia sistémica.
La sociedad
como está funcionado hoy, no puede dar oportunidades de trabajo, educación y
superación a todas las personas ni
ingresos suficientes para resolver sus necesidades básicas a un porcentaje muy
importante de la población. Pero va más allá: el sistema en que vivimos fomenta una serie de necesidades y aspiraciones de carácter
material que se vuelven casi inalcanzables. Uno de los males que padecemos
es el que las mercancías tengan
prioridad sobre las personas; que las cosas y el dinero sean más importantes
que los seres humanos. Muestra de ello es que en el proceso de globalización
impulsada por las políticas de libre comercio, la libertad de movimiento es
para las mercancías y el flujo de
capitales, no para las personas en busca
de trabajo. Por ello para los delincuentes y corruptos no importa que para
obtener los bienes que ambicionan dañen a las personas con sus actividades. Las
personas no tienen valor para ellos, son accesorias a sus fines, desechables. A
los Caballeros Templarios, por ejemplo, se les han decomisado 97 propiedades
(Casas terrenos, ranchos) con un valor de 430 millones de pesos, las cuales
acumularon a costa de la vida de centenares de personas. También existe una
obsesión entre los corruptos por acumular casas y terrenos a costa de desviar
recursos que en su momento debieron servir para mejorar el nivel de vida de los
ciudadanos a quienes tenían que servir.
¿Cómo cambiar a la sociedad? Zizek propone: “lo
primero que hay que hacer para provocar un cambio en el sistema es reducir la
actividad, no hacer nada.” A la manera de lo que ocurre en la novela de José
Saramago, Ensayo sobre la Lucidez,
Zizek dice que “el mensaje inquietante
de la novela…. (es) la naturaleza compulsiva de los rituales democráticos. …al
abstenerse de votar, la gente disuelve el gobierno…“ Y concluye: “Hoy la
amenaza no es la pasividad, sino la pseudo actividad, la necesidad de ser activo, de participar… Los gobernantes prefieren incluso una participación crítica, un diálogo, al silencio: …pretenden
implicarnos en el diálogo para asegurarse de que se quiebre nuestra amenazadora
pasividad. La abstención de los votantes es, por tanto, un acto político
auténtico…. A veces no hacer nada es lo más violento que puede hacerse.”
¿Qué
pasaría si siguiéramos la propuesta Zizek emulando la novela de Saramago y
todos dejáramos de votar en las elecciones? ¿No sería una forma aún más
violenta que cualquier otra para mostrar nuestro desacuerdo con el sistema?
¿Acabaría este tipo de acciones con las otras formas de violencia? ¿Ayudaría a
cambiar de fondo la situación que vivimos? La receta puede funcionar como parteaguas,
pero a la larga habrá que recomponer lo que no funciona y volver a la acción. Incluso
una acción pequeña puede desencadenar
una reacción en cadena como la primavera árabe. No salir a votar es ciertamente un enfoque heterodoxo y
revolucionario pero no sé si ese sea el resorte que dispare los cambios que
requerimos. Seguramente muchas personas piensan que ese es el camino y se
quedarán en casa el día de las elecciones, pero si no son las suficientes, solo
aportarán a que todo siga igual.
Habrá que buscar cómo lograr los cambios que
necesitamos pero lo que nos debe guiar
es el darle prioridad a las personas por
encima de las cosas y el dinero para
construir una sociedad más justa y menos violenta.
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http://octaviodiazgl.blogspot.mx/ Correo: odiazgl@gmail.com
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