Por:
Octavio Díaz García de León.
@octaviodiazg
Algo
no está funcionando bien en nuestra incipiente democracia. Se han creado y fortalecido instituciones como
el Instituto Nacional Electoral que reemplazó al IFE; se crearon Organismos Públicos Locales
Electorales que sustituyeron a institutos electorales estatales; está el Tribunal Electoral del Poder Judicial
de la Federación y existe un entramado de leyes que abonan al ejercicio de la
democracia. Todo ello garantiza razonablemente contiendas electorales
competitivas y justas. Por otra parte, ya tienen registro 10 partidos políticos
por lo que las opciones para los electores han crecido de manera significativa
y a todos los partidos se les da acceso a recursos públicos para que puedan
entrar a la contienda electoral. Otro aspecto de suma importancia y derivado de
reformas recientes es la posibilidad de que haya candidaturas independientes para
gobernador, diputados e integrantes de ayuntamientos y la posibilidad, a partir de 2018, de que los diputados y
senadores puedan ser reelegidos, con lo
que se abre la posibilidad de una mayor rendición de cuentas y el poder
desarrollar una carrera legislativa. Estas dos reformas son clave.
Pero
a pesar de todo ello la decepción y desconfianza del electorado subsiste y se
manifiesta, por ejemplo, en la “Encuesta sobre
Confianza en las Instituciones” donde los partidos políticos ocupan el último lugar:
41% de los ciudadanos dijo no confiar "nada" en ellos y 34% respondió
"poco". Esta encuesta se realizó en noviembre de 2014. El
segundo efecto se manifiesta con la
abstención de voto en los comicios.
Hay
todavía aspectos pendientes de atender para lograr que los ciudadanos se
entusiasmen con la idea de la democracia y que a través de ella se tengan
gobiernos que den buenos resultados y mejoren los niveles de vida de todos los
mexicanos. Por ejemplo, los partidos al
seleccionar a sus candidatos, miran a sus militantes más destacados o a quienes
sus dirigencias quieren impulsar. Sin embargo, la carrera partidista en la cual
un militante destaca hacia dentro del partido no es necesariamente una carrera
que lo califique para un puesto de elección popular. No es lo mismo ser hábil en las maniobras internas de los partidos que tener la calificación para ocupar un
puesto público. Además, por esta razón, se da que los candidatos siempre son
los mismos habiendo muy poca oferta de personas con ideas e imagen frescas.
También
es un hecho que los liderazgos y los presidentes de los partidos tienen una
gran influencia a la hora de designar candidatos. Hay partidos que tienen
procesos más democráticos de selección de candidatos que otros pero en la
mayoría impera la designación por sus dirigentes; especialmente los casos de
los candidatos por la vía plurinominal, quienes representan los intereses de
los partidos y no necesariamente de los ciudadanos. Para ello, en estos
procesos de selección cerrados, lo que
cuenta son las lealtades, los méritos internos, los compadrazgos y otros
factores que no abonan para ofrecer a los ciudadanos, candidatos que velen por
sus intereses.
Esta
falta de oferta de candidatos adecuados es lo que hace que el votante no
encuentre aliento o alternativas para
votar. Un efecto perverso de seleccionar candidatos que nadie conoce, es que la
única manera de darlos a conocer es recurriendo a campañas de publicidad que
resultan excesivamente caras. Esto origina un exceso de gastos más allá de los que permite la Ley. El dedicar dinero ilegal a las campañas ocasiona
que la contienda deje de ser equitativa y las gana quien tiene más dinero y más habilidad para romper la Ley sin ser
castigado. Esto abre una caja de Pandora como lo mencioné en un artículo
anterior, ya que al recurrir a todo tipo de maniobras ilegales abren además la puerta a la corrupción ya que quienes los patrocinan
esperan que se les paguen sus favores con obras públicas, adquisiciones, concesiones y otras prebendas
que pueden darles los políticos en el poder. Los partidos, para ofrecer
candidatos viables, tienen que resolver la forma de como escoger candidatos aceptables
a los ciudadanos. Una forma podría ser que sus militantes se involucren más con
los problemas de su comunidad y se conviertan en verdaderos líderes que representen
esos intereses antes de aspirar a representar a sus partidos para un puesto de
elección popular. Pero ciertamente habrá que erradicar el “dedazo” al interior
de los partidos.
Otro
problema que aqueja a los partidos políticos es que hay militantes que piensan
que los puestos públicos son patrimonio del partido al que pertenecen y de
ellos mismos una vez que ganan las elecciones y se dedican a realizar actos de
corrupción. Un antídoto ante esto podría
ser revivir el servicio civil de carrera, hoy en día debilitado y que se actúe con más fuerza para combatir la
corrupción. Además, los funcionarios que carecen del perfil adecuado a los puestos
deterioran el ejercicio de la función gubernamental. La Ley del Servicio Profesional
de Carrera precisamente intentaba prevenir ambos fenómeno: evitar la corrupción
y evitar que hubiera funcionarios públicos sin las capacidades necesarias para
ejercer su puesto. Es tiempo de darle nuevo impulso a esa Ley.
Para
que prospere nuestra democracia es necesario que los partidos dejen de ver
hacia sus propios intereses y se conviertan en opciones de representación
verdaderas para los electores. De otra forma habrá partidocracia pero no verdadera
democracia y en el camino, los electores preferirán abstenerse de votar al no
tener opciones atractivas.
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http://octaviodiazgl.blogspot.mx/ Correo: odiazgl@gmail.com
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