POR:
OCTAVIO DÍAZ G. L.
@octaviodiazg
En
estos días se ha agudizado la discusión acerca del problema de corrupción que
aqueja a nuestro país por los lamentables acontecimientos de Iguala, las grandes
contrataciones de obra pública que han sido cuestionadas por procesos de adjudicación poco
transparentes y por relaciones entre
empresarios y funcionarios públicos que pudieran configurar un conflicto de
interés. He mencionado en esta columna que urge se tomen medidas desde el
gobierno para combatir la corrupción no solo a través de las reformas que se están discutiendo en el Congreso sino con
acciones inmediatas. Sin embargo, no toda la responsabilidad sobre la
corrupción está en el gobierno y sus funcionarios. Los empresarios también tienen
una gran responsabilidad en el problema; para que haya un acto de corrupción se
requieren dos partes: el funcionario
público que recibe soborno y el empresario (o ciudadano) que lo ofrece. Pero el tema de la corrupción
entre empresarios y ejecutivos de empresas se ha soslayado porque suelen pensar que el corrupto es el que recibe el
soborno y no el que lo ofrece. Pero tan corrupto es uno como el otro.
Escuelas
de negocios como el Instituto Panamericano de Alta Dirección de Empresas (IPADE)
han propugnado en sus enseñanzas porque
el empresario asuma su responsabilidad ante la sociedad. La formación que se da
en esas escuelas hace conciencia entre los estudiantes-empresarios sobre su
papel ante la familia, la cadena de valor de la que forma parte la empresa
(proveedores, accionistas, clientes, empleados, etc.) la sociedad y el medio
ambiente. Como parte de esa responsabilidad social el empresario debe tomar el liderazgo
para combatir la corrupción. Si bien los empresarios y ejecutivos tienen
la responsabilidad de generarle utilidades a sus accionistas, deberían hacerlo,
como lo enseña el Dr. Carlos Llano - fundador del IPADE y maestro de muchas
generaciones - quien decía de las personas que ostentan responsabilidad
directora, “…también son sujetos que han
de: a) Sujetarse a los principios éticos. b) Cumplir las leyes civiles…”.
(Tomado del libro del Dr. Nahúm de la
Vega “Carlos Llano en Resumen”) indicando
además el Dr. de la Vega que la responsabilidad social del empresario siempre
nos remitirá a la responsabilidad individual.
Desafortunadamente
aún falta reforzar el marco legal para castigar a los empresarios corruptos,
aunque ya existen figuras para ese propósito. Pero más allá de que el Estado
incremente la acción punitiva, es importante que el empresario tome conciencia
que la corrupción no ayuda al cumplimiento de sus objetivos. Sus efectos son más
dañinos en el largo plazo que el beneficio que se pudiera obtener en el corto
plazo. Tenemos ejemplos de grandes empresas que desaparecieron por problemas de
corrupción, tales como Enron, WorldCom, Arthur Andersen, Madoff Investment y
otras. También empresas en México se han visto afectadas por escándalos de
corrupción, tales como Citibank, HSBC, Banamex, Wal Mart, Oceanografía, el muy cuestionado
Grupo Higa y Televisa entre otras (Ver artículo).
La
corrupción eleva los costos para las empresas,
destruye su reputación y las hace participar en un juego de competencia con reglas injustas
(Ver artículo).
En lugar de hacerlas competitivas en base al precio, calidad de sus productos
y servicio que otorgan, las hace valorar más los contactos que tengan y su capacidad para sobornarlos. De acuerdo
con el Banco Mundial, la corrupción crea
un ambiente desfavorable para los negocios al permitir ventajas injustas y
prácticas anti competitivas; permite que florezca el crimen organizado;
deteriora el estado de derecho; debilita la confianza en las instituciones; y
daña a los principios democráticos convirtiéndose en uno de los mayores obstáculos
al desarrollo de un país; y su impacto
no es trivial ya que se estima que el 0.5% del PIB mundial se pierde por corrupción cada año.
Siendo
el gobierno mexicano el mayor comprador en el mercado y más ahora que su política es incrementar el gasto aunque haya
que endeudarse para hacerlo, su responsabilidad para combatir a la corrupción
es primordial ya que, de caer en esas prácticas, deja de cumplir su objetivo de dar mejores
servicios e impulsar el crecimiento económico. Además beneficia solo a unos
cuantos: aquellos que tienen los contactos, no aquellos que otorgan las mejores
condiciones al Estado como exige nuestra Constitución. La corrupción afecta a
todos pero especialmente a los más
pobres. Las obras realizadas a base de corrupción pueden causar grandes daños a
la comunidad. (Producen contaminación, ocasionan la caída de un puente o un
edificio, se construyen hospitales mal hechos que no funcionan, se hacen carreteras
que causan accidentes y no duran. Basta
recordar como en el D.F. salió a la luz trágicamente la corrupción en la obra pública con los
sismos de 1985). Pero también afecta a los empresarios. De acuerdo con una
encuesta de Transparencia Internacional, el 48% de los empresarios encuestados en
México dijeron que perdieron negocios porque un competidor ofreció soborno Ver artículo.
El
empresario no se debe confundir creyendo que para hacer más y mejores negocios
debe aprender las prácticas de sus colegas corruptos. Ese no es el camino para
que progrese su empresa ni el país. El empresario honesto tiene una
responsabilidad social que cumplir combatiendo la corrupción. Además de que es
en su propio beneficio, ayuda a la sociedad al hacer que los recursos públicos
beneficien a todos y no a unos cuantos. Creo que la sociedad ya se cansó de la
corrupción. Los empresarios no deben contribuir a ella.
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