POR:
OCTAVIO DÍAZ G. L.
@octaviodiazg
Algunos
proyectos políticos son como un castillo de naipes y por ello, no sin razón, así se titula la conocida serie de televisión en
donde los ambiciosos esposos Underwood recurren a todos los métodos - ilegales
o en el mejor de los casos poco éticos -
para alcanzar sus metas de poder (Ver mi
artículo).
Por cierto, la realidad supera a la ficción en el caso de los esposos
Abarca-Pineda de Iguala, versión
tropical de los Underwood.
Pero
estos proyectos son frágiles porque están construidos en las motivaciones
equivocadas: el poder por el poder mismo, el poder para el enriquecimiento personal,
el poder para un pequeño grupo con
aspiraciones de mantener siempre sus
privilegios. Los proyectos políticos más sólidos son aquellos que se construyen con el objetivo de lograr el mayor bien para
la mayor cantidad posible de gente. Hay proyectos que pueden durar muchos años
a pesar de que no benefician a las mayorías pero estos se han sostenido en base
al terror y la dictadura como en la Unión Soviética, la China de Mao o la Cuba
de Castro y ésta puede ser una tentación para gobernantes que tienen un
proyecto personal o grupal y no un proyecto de nación, por más que lo disfracen
de tal.
El
proyecto político del grupo proveniente del Estado de México, en especial de los
originarios de Atlacomulco, se ha venido construyendo durante décadas. Recordemos
que los ex gobernadores Alfredo del Mazo Vélez, Alfredo del Mazo González, Arturo Montiel (Atlacomulquenses) y Carlos Hank
González – que inició su carrera en Atlacomulco –, fueron en su momento fuertes
aspirantes a la Presidencia de México. Este proyecto culmina y no sabemos si acaba, en la elección del presidente Peña Nieto,
también de Atlacomulco.
El
presidente Peña ha construido su carrera con mucho cuidado desde sus inicios como
colaborador del C.P. Arturo Montiel. Empezó ganando una elección a diputado
local por su natal Atlacomulco donde era casi desconocido por haberse mudado muy
joven a Toluca, pero apoyado por destacados operadores de su ciudad como Héctor
Velasco; pasando por vencer en la contienda interna de su partido a candidatos
mucho más prominentes para la gubernatura de su estado y ya como gobernador,
construyendo cuidadosamente alianzas para lograr su candidatura presidencial y
desarrollando una infraestructura de apoyo territorial tan eficaz como la que logró en su momento “Amigos de Fox”. En el
camino, el presidente Peña fue siguiendo un guión, una pauta cuidadosamente
pensada y magistralmente implementada. No sé quiénes sean los artífices del éxito
del Presidente, además de él mismo, pero se puede pensar en Osorio Chong, Luis
Videgaray, Luis Miranda, Aurelio Nuño - entre otros - y más en la sombra pero intuyendo su
presencia, Carlos Salinas de Gortari, Pedro Aspe, Arturo Montiel, Alfredo del Mazo
González y algunos altos funcionarios de Televisa. Probablemente todos ellos le
han dado consejos, proveído planes, acercado personas, aportado recursos y parece
ser un Presidente disciplinado que pone en práctica lo sugerido. En ocasiones, el
Presidente se allega de las opiniones expertas de quienes conocen los temas que
le preocupan aunque sean ajenos a su grupo cercano. Por ejemplo, instruyó al Dr.
López Ayllón, director general del CIDE, a que esa institución realice
propuestas relacionadas con el decálogo recientemente dado a conocer para
mejorar la seguridad.
Pero como todo castillo de naipes, que toma horas en construir, un proyecto construido con
las premisas equivocadas se puede derrumbar en un instante. La crisis que vive el
gobierno federal en estos últimos dos meses ha venido a sacudir y casi a destruir
la estrategia cuidadosamente construida durante tantos años. Puede ser que les
haya ganado la arrogancia que se percibe en parte de su equipo de trabajo (“Ya
me cansé”); puede ser que el modelo que propugnó el profesor Hank (“un político
pobre es un pobre político”) esté haciendo crisis en medio de cuestionamientos
de corrupción (Licitaciones de la SCT muy cuestionadas); puede ser que la
lectura televisiva del país sea incorrecta porque el país ya no ve solo al “Chavo
del Ocho”, al fútbol o las telenovelas; quizás los consejos que escucha el Presidente estén
viciados de origen porque quienes lo aconsejan ven más por su propio futuro que
por el del Presidente y menos aún por el del país.
Urge
un cambio de dirección y de equipo. Reenfocar el esfuerzo de gobierno a un
proyecto de nación, no a ganar elecciones y conservar el poder. El proyecto ya
está esbozado a través de las reformas
estructurales, algunas de ellas trascendentes. Pero el reto está en llevarlas
a buen término y se requiere gente capaz, que no sea corrupta y esté comprometida
con el proyecto de nación, no con un
proyecto personal o grupal. El acercamiento que el Presidente tuvo estos días
con la cúpula empresarial es una buena señal porque el empresariado tiene
agravios que habían sido ignorados. Pero también los estudiantes universitarios
y los jóvenes en general tienen agravios; la clase media acosada por los impuestos, la
falta de empleo y la inseguridad tiene agravios; los más pobres del país tienen
los agravios de siempre; los trabajadores con salarios insuficientes; los maestros sin
futuro; los burócratas federales acosados con amenazas de despido y horarios de
trabajo absurdos, también tienen agravios.
El
tener un gobierno eficaz, honesto, sin corrupción, con rendición de cuentas, que dé
a la gente un mejor nivel y calidad de vida es la mejor manera de mantenerse en el poder. Lo
demás es frágil como un castillo de naipes.
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